AGUACATE DE LA AXARQUIA RELLENO DE LANGOSTINOS CON SALSA ROSA



Madre mi carbonero no vino anoche y le estuve esperando hasta las doce, carbón, carbón de encina y picón, carbón de encina, picón de olivo, niña bonita, vente conmigo....madre mi carbonero viene de Velez y le estuve esperando hasta las nueve, carbón de encina, picón..........

Esta es una de las canciones que durante el bachillerato, en la asignatura de música, tuvimos que aprender a cantar y a entonar debidamente; siempre que me viene a la memoria automáticamente ésta me hace retroceder en el tiempo.
Viajo en mi recuerdo y me traslado hacia el año 60, con seis añitos (un año más, un año menos quizás), cada tarde después del almuerzo, mi madre con mi hermano sentado en su cintura a horcajadas y conmigo de la mano nos dirigíamos a casa de mi abuela materna, recorriendo el kilómetro que existía de distancia entre ambas viviendas con objeto no sólo de hacerle compañía, sino porque mi madre le ayudaba en su labor: la costura, en una época donde la máquina de coser Alfa, solo servía para puspentear, había que hirbanar, sobreilar, hacer los ojales, pegar los botones, etc. artesanalmente.
Mientras mi hermano con dos años quedaba jugando entre mi abuela y mi madre, yo con seis añitos jugaba con las niñas del vecindario.
Era invierno, hacía frio y soplaba el viento haciendo crujir las ramas de los grandes eucaliptos, sus hojas transportaban la bruma y nos llegaba la humedad y el salitre de las olas que rompían en el rebalaje de la playa, en las calles sin asfaltar se formaban demasiados charcos y estaba embarrada, por lo que pedí permiso para jugar con las hijas del carbonero, aunque mi madre me advertía de que no tocara ni me manchara con el carbón.
Cuatro casas separaban la casa de mi abuela de la carbonería, hacia esquina, una amplia puerta color verde, que se abría en cuatro mitades daba paso a un largo pasillo, oscuro, aunque en su día blanqueada con cal, las paredes estaban ennegrecidas como el hollín, con puertas cerradas a ambos lados y al fondo, bajando unas escaleras llegaba a un amplio patio interior desde donde se veía el cielo encapotado, gris, con gruesas nubes deseando descargar su preciado tesoro, ésa lluvia que tanto se necesita en Málaga; alrededor montañas y montañas de negro carbón y de picón, resguardados de la intemperie con viejos tejados hechos de tejas andaluzas desencajadas unas de otras.
Entraban y salían los clientes con los capazos llenos, a media tarde en casi todas las puertas se afanaban en preparar las “copas”, dándoles aire con los soplillos para conseguir que las ascuas quedaran listas para dar calor dentro de las viviendas; mi abuela y mi madre nunca lo pusieron en práctica.
Aún había luz, aunque tenúe, casi a escondidas las tres niñas recogimos trozos de picón, papel de estraza que mojamos en aceite y una de mis amiguitas, la más mayorcita encendió el “misto” (la cerilla), se prendió el fuego e hicimos una “candelita” y con una sartencilla pequeña con aceite que no recuerdo quién nos la dió, sí que recuerdo que yo puse las patatas que traía en mi bolsillo, las piqué y freí las patatas.

¡¡ Fue mi primer pasito en la gastronomía !! A pesar del paso de los años, aún sigo jugando a las cocinitas con la misma ilusión, con las mismas ganas de cocinar y compartir los momentos que disfruto cocinando hoy en día en “Mi cocina”, que como siempre suelo decir, es “Vuestra cocina”, la cocina de todos aquellos quienes me visitan, me leen y me acompañan en ésta experiencia culinaria en mi blog.

Esta segunda entrada del 2012 tenía que ser de pescado o marisco, me he decidido por estos aguacates rellenos de langostinos en salsa rosa.
Los aguacates son malagueños, concretamente de la Áxarquia, donde en sus blancos pueblos como Benamargosa, Benamocarra, Iznate, junto a Velez Málaga, y el Rincon de la Victoria forman la llamada Ruta del Sol y del Aguacate.

¿Como lo hice?

Cortar el aguacate por la mitad, sacar el hueso.
Mientras en una cacerolita poner agua con un puñado de sal (el sabor del agua tiene que llegar a ser tan salada como la de la mar) y llevarla a ebullición.
Echar los langostinos (los compré en el malagueño mercado de Huelin (al que suelo acudir con más frecuencia) y dejar cocer unos dos minutos (depende del tamaño del animal, pero se sabe que están listos cuando empiezan como a flotar en el agua).
Escurrir el agua y echar los langostinos en un bol con agua salada muy fria (con cubitos de hielo), sacarlos y quitarles la piel dejándoles a algunos las cabezas a fin de que sirvan de adorno.
Mientras preparar la salsa rosa.
Para hacer la mayonesa:
En el vaso de la minipimer echar un chorreón de aceite de oliva virgen (he usado aceite malagueño, de Riogordo), un huevo y una pizca de sal, meter el brazo y dar a toda potencia, sin mover durante 30 segundos, pasado éste tiempo comenzar a hacer movimientos de arriba hacia abajo hasta obtener la consistencia deseada.
Poner la mayonesa en un bol y añadir dos cucharadas soperas de ketchup, mezclar bien con una cuchara o una varillas pequeñas.
Añadir dos cucharadas soperas de zumo de naranja natural y un chorreón de coñac (con ron añejo también sale muy rico, muy caribeño).
Mezclar hasta que esté todo bien integrado.

Colocar los langostinos en los huecos, regar con la salsa y acompañar con ensalada.


Les deseo unos muy felices Reyes, que les traigan salud, trabajo, un saco llenos de todos los deseos, anhelos y nada de “carbón” a no ser que sea dulce.
Disfruten de Málaga y como viene siendo habitual de los cuadros de éste artista malagueño: mi suegro. En ésta ocasión de uno de los que más me gusta “ Las azucenas “, esas azucenas que embriagaban el patio de mi abuela y las macetas de los poyetes de las ventanas de mi madre en primavera.

Fuente: este post proviene de Blog de Mi Cocina Carmen Rosa, donde puedes consultar el contenido original.
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