BIZCOCHO DE CAFE


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El café ideal es negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor. "Charles Maurice de Talleyrand"

Tan sólo, para mi, hay una cosa que supera el amargo e intenso sabor del café, su penetrante aroma.

No hay mejor olor que el de un café recién hecho, aspirar profundamente su envolvente  aroma, cerrar los ojos y sentir nada más lo que ése riquísimo perfume quiera que sientas y viajar con la imaginación donde el café decida transportarte es realmente gratificante.

No hay nada con un café hirviendo para hacerme sentir en la cocina de mi madre, los desayunos con café negro de pucherete,  ?migaito? con pan ?tostaito? bien pringado de aceite y azúcar.

¿Hay algo más hermoso en la cocina que cerrar los ojos y que nos lleven los aromas a nuestra niñez o a algún recuerdo hermoso de nuestras vidas??. ¿Sentir y revivir el calor de los sueños perdidos y lejanos en el tiempo?  

El olor a café me apasiona, es de esos aromas que automáticamente me traslada a mi niñez a la cocina de mi madre, a los ?carajillos? de aguardiente o de coñac que tanto gustaba a mi padre, a Mi cocina diaria cuando se lo preparo a mi marido, a las calles donde vivo que de vez en cuando ?Carambuco? deja escapar su aroma tostando café (uno de los pocos tostaderos que quedan en Málaga)?..a mis viajes.

Aquellos Capuccinos de Roma, los cafés con chocolate de las tardes Parisinas, los cafés con leche en las frias mañanas en la estación de Basilea, o un ?ahwa? (café) negro, espeso y con zurrapa, en el Café más antiguo del Cairo (1.776) el famoso Café  Fishawi (Café de los Espejos) situado en el estrecho, sinuoso, concurrido y colorido callejón del Bazar KHAN EL ?KALILI?.o un ?buchito? de café de una Colada cubana en La Habana.

Pero no hay que viajar mucho para disfrutar de un buen café.  En nuestro país tenemos un gran arraigo e historia de tan deliciosa bebida.

Curiosamente, era consumido en Andalucia en la época de los árabes.  Los sufíes que vivían en Al-Ándalus recibirían de sus hermanos radicados en Etiopía el preciado grano, que les permitiría permanecer en vela y con la mente despierta para dedicarse a sus oraciones y al misticismo que les llevase al contacto directo con Alá. 

A partir de la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492, el consumo de café iría desapareciendo lógicamente al mismo ritmo que desaparecían sus adeptos. Los cristianos no les reemplazaron por lo que nada más se volvió a saber de él hasta entrado el siglo XVII.

Incluso en ésta, no tan lejana época, era considerado una curiosidad o una medicina más que una bebida placentera.

Con el paso de los años se fue introduciendo en las costumbres populares el hecho de tomar café como una bebida habitual.

En Málaga a partir del siglo XVIII los cafés, junto con las tabernas, pasan a ser un lugar fundamental para la vida social de la época. Al ser Málaga una ciudad con mucha tradición árabe, era lógico pensar que aquí se consumía un excelente café, confirmado por los numeros viajeros que llegaban a la ciudad y se quedaban prendados de su ároma.

Empiezan también a tener mucho éxitos los cafés cantantes, es decir, escenarios para el arte flamenco.

Lugares de encuentros y tertulias?cafés míticos, hundidos en nuestra historia malagueña: El Chinitas, el Café La Loba, Gambrinus, el España, el Suizo, el Duque, la Maestra, el Gallo?y los que aún de aquella época quedan en nuestra querida Málaga, el café Madrid y el Central.

En la época de la postguerra, el café pasó a ser un lujo, caros y difíciles de conseguir, de hecho en los hogares el café era sustituido por achicoria o ?cebá? (cebada tostada).  A las tazas de negra cebada me acostumbró mi abuela.

Volviendo a los cafés?fue en el famoso Café Central, ubicado en la esquina de la Plaza de la Constitución con Calle Santa María, donde en los años años 50, su propietario José Prado ?inventó? un cartel que ayudase a los clientes a decidir exactamente qué cantidad de café querían.  



 

Esta ocurrencia, con el paso del tiempo se popularizó, llegando a ser una señal de identidad de los malagueños, a la hora de pedir un café.

Así que cuando viajen a Málaga y quieren pedir un café y que no noten que no son malagueños, ya saben que no deben pedir un café con leche, sin más?.Sorprendan al camarero pidiéndole  un ?sombra?, una ?nube?, un ?corto?. un "largo"?..

¿Y para acompañar? Pues una "tostada" al uso tampoco, los tipos de pan también son un mundo: que si la viena, que si el pitufo, que si el mollete??

Y si no es con pan, les animo a preparar y probar éste bizcocho con un sabor suave y el increíble aroma del café malagueño?.

Para el bizcocho:

170 gramos de mantequilla (a temperatura ambiente), 140 gramos de azúcar blanca, 3 huevos, 140 gramos de harina con levadura (suelo usar de la marca Harimsa), un sobre de cada de ?gasificante? (he usado de la marca Hacendado) y medio vaso de café recién hecho (a ser posible malagueño, suelo usar Carambuco o Santa Cristina).  

Para el  glaseado:

150 gramos de azúcar glass, 100 gramos de mantequilla y media taza de café recién hecho.

Los pasos a seguir:

Precalentar el horno a 180º C.

Forrar la base de un molde redondo, que se pueda desmoldar, con papel de hornear y pintar los laterales con mantequilla derretida.

Mientras en un cuenco echar la mantequilla junto con el azúcar y batir hasta que la mezcla blanquee y esté cremosa.

Echar los huevos, uno a uno, sin dejar de batir.

Tamizar (lo hago con un colador) la harina a la que se le ha incorporado los dos sobres de gasificante y remover todo el conjunto hasta que esté bien mezclado.

Añadir el café de forma que esté bien incorporado en la masa, batiendo suavemente con movimientos envolventes (de abajo hacia arriba).

Verter la mezcla en el molde y hornear durante 20 o 25 minutos.

Dejar enfriar.

Preparar el glaseado:

En un cuenco mezclar el azúcar glass con la mantequilla a temperatura ambiente; añadir el café y mezclar bien hasta obtener una buena consistencia.

Extender a continuación, ayudándose con una espátula el glaseado por encima del bizcocho, dejando caer sus ?lágrimas? sin miedo, con generosidad?.

Es jugo rico, fuego suave, sin llama y sin ardor,
aviva y acelera toda la ágil sangre de mis venas.
El Café tiene un misterioso comercio con el alma;
dispone los miembros a la batalla y a la carrera;
limpia de humanidad el espíritu;
aguza y adereza las potencias;
ilumina las profundidades interiores
y las envía a fogosos y preciosos conceptos a los labios.
José Martí 


Fuente: este post proviene de Blog de Mi Cocina Carmen Rosa, donde puedes consultar el contenido original.
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Etiquetas: recetas postres

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