TACO DE PAVO CON SALSA DE CHILE (Quiero la cabeza de Alfredo García)

Os propongo un viaje cine-culinario a Méjico. A la frontera cruel del cine de Peckinpah y vamos juntos a buscar la cabeza de Alfredo García. Porque está en nuestra mano cocinar una buena road-movie sin salir de la cocina y llenarnos de aromas y fragancias mejicanas.




En esta ocasión nos dejamos seducir por unos "chiles pasilla" para dotar de sabor y personalidad unos fantásticos tacos de pavo. La receta es muy asequible y si os van los platos picantes aquí tenéis una oportunidad que no podéis dejar pasar. Por supuesto que el grado de "picor" lo podéis aumentar o disminuir a gusto del paladar. Pero ya que la comparación viene de la mano del genial cineasta Sam Peckinpah había que dotar de virulencia la receta.




Disfrutar con el proceso, dejaros guiar por vuestra sabia pituitaria, os aseguro que este taco se convertirá en un "clásico" de vuestro recetario. Es una forma original de sorprender a invitados y poner a prueba su aguante. Es Méjico. Es Peckinpah. Es una cine-receta espectacular. ¡Mandiles arriba!


TACOS DE PAVO CON SALSA DE CHILE

Ingredientes
500 grs de pechuga de pavo
6 chiles pasilla
1 cda de Aceite de Oliva
2 tomates pera
1 taza de caldo de pollo
1/2 cebolla grande y 1/2 cebolla roja
4 dientes de ajo
1 cda de orégano
Cilantro fresco
Zumo de lima y su ralladura
Tortas de trigo
Sal y pimienta negra molida

Tiempo
30 minutos

Película comparada --- Tras receta
"Quiero la cabeza de Alfredo García" (Sam Peckinpah, 1974)





Vamos a ponernos en faena. Siempre sugiero que lo primero de todo sea disponer todos los ingredientes en la mesa de trabajo y trocearlos y prepararlos para ahorrarnos esfuerzo luego.

Esta receta tiene varias partes y conviene tener una buena "hoja de ruta" para disfrutar tranquila y plácidamente del proceso. Así que a ello.

Picamos la media cebolla blanca, troceamos los tomates bien lavados y pelamos los dientes de ajo. Salpimentamos la pechuga de pavo por ambas caras. Bien, vamos bien...

Por un lado vamos a poner el chile a calentar en una sartén con un poco de aceite. NOTA: Yo he usado chile pasilla que me trajeron de México, pero en la variedad y en la despensa está el gusto. Usad el que más os plazca: habanero, jalapeño, guajillo, mulato... Recordad que esto es para paladares atrevidos, así que medid con prudencia. Volvemos al chile, una vez lo calentamos bien por ambas caras lo sacamos, le retiramos las semillas y lo ponemos en un bol con agua fría unos 15-20 minutos.



En esa misma sartén añadimos un poco más de aceite y echamos los ajos enteros (o parcialmente troceados), la cebolla y el tomate. Sofreímos el conjunto hasta que se ablande.

Por otro lado doramos bien la pechuga de pavo en otra sartén con aceite. Buscamos un color dorado en la fachada, luego terminará de cocinarse... Cuando lo tengamos - unos 3 minutos por cada lado a fuego vivo-, retiramos y reservamos.



Pasamos el sofrito a un vaso alto o a la Thermomix. Añadimos el caldo de pollo y trituramos hasta conseguir una salsa. NOTA: Podéis añadir el chile en este punto, yo lo hice por separado porque me va la marcha, pero no pasa absolutamente nada si lo incorporáis a la salsa.

Vertemos la salsa resultante de nuevo en la sartén y calentamos. Añadimos orégano, cilantro picado y sal. Mezclamos y dejamos que los aromas nos vayan inundando los pulmones...



Incorporamos la pechuga de pavo a la salsa y tapamos. Dejamos cocer a fuego medio-bajo durante 20 minutos. Con calma, sin prisa, a su ritmo...

Pasado el tiempo sacamos la pechuga - con cuidado extremo de no quemarnos, que no nos interesa nada - y la vamos a ir deshilachando con ayuda de dos tenedores. En este punto la pechuga estará muy tierna y el trabajo os debería resultar muy fácil. Devolvemos las tiras de pavo a la sartén, mezclamos todo, rectificamos de sal si hiciera falta y dejamos reposar.

Por último colamos los chiles y los trituramos con un poco de caldo para conseguir una pasta. Calentamos las tortillas en una sartén durante 1 minuto. Echamos una buena cucharada de relleno y sobre ella la salsa de chile pasilla. Añadimos unos trocitos picados de cebolla roja, cilantro picado y unas gotas de lima. Enrollar el taco y a devorar esa explosión de sabores.




¡Que aproveche, hitchcookian@s!



Película ideal para degustar este plato

BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCÍA

("Quiero la cabeza de Alfredo García" - Sam Peckinpah, 1974)



Chiles. Tacos. Fuego en la boca. Violencia culinaria. Elementos que pululan por la receta y que invitan a mi alocada mente a trasladarse cinematográficamente a México. A ese paraje desolador, árido, agreste, donde suelen acabar personajes masacrados por la vida.

En este entorno enseguida me ha sobrevenido el nombre de Sam Peckinpah. Un artista genial, excesivo, impulsivo, directo, contundente, que supo usar el enclave mejicano como nadie para golpearnos sin cuartel. Ahí es donde encuentro la comparación y donde me topo de bruces con la joya potente llamada: "Quiero la cabeza de Alfredo García"

Peckinpah puede ser un precursor de Tarantino. Al menos en su concepción de la violencia humana plasmada en pantalla y de los personajes extremos. Este director es pura adrenalina, puro nervio, pura tensión. En su saca artística se aglutinan piezas demoledoras como "Perros de paja", "La huida", "Pat Garret y Billy el niño", "La balada de Cable Hogue" o la todopoderosa "Grupo salvaje". Y en todas ellas se respira suciedad, brutalidad, crueldad, envueltas en una belleza plástica inaudita y romántica dada la atmósfera irrespirable de los argumentos que siembran sus obras. Básicamente es un puñetazo lírico en el estómago...

En "Quiero la cabeza de Alfredo García", Peckinpah se muestra más directo que nunca. Tal vez sea ésta su película más abiertamente violenta y opresiva. Con una historia simple y directa (la de un cazarrecompensas crepuscular - majestuoso Warren Oates - en busca de un hombre cuya cabeza cuesta un millón de dólares) despliega todo su arsenal narrativo (fue el último guión que firmó) y visual. Peckinpah se restriega en la miseria humana y saca la ultraviolencia a relucir - gustándose como siempre en esa cámara lenta -, para ofrecer un espectáculo crepuscular, de tipos ajados sin el menor aprecio por la vida, salvo la suya. Y a veces, ni eso. Todo salpicado por ese universo fronterizo tan característico del director: un hombre que constantemente estuvo en la frontera cinematográfica.

Nuestra receta goza inicialmente de aromas mejicanos que pueblan toda la visión que la acercan a "Alfredo García", dado que el desarrollo argumental se ciñe a los asfixiantes paisajes llenos de polvareda y suciedad. El taco se nos presenta como ese suelo arenoso, ocre, bañado de sol irrespirable y colindando con la frontera de la sartén. Que a nuestros ojos es otro mundo, otro país.
Todo el proceso que irá sufriendo la pechuga de pavo se nos asemeja - ya que estamos un poco regular de la cabeza - al personaje de Bennie (Warren Oates), tal vez uno de los tipos más emblemáticos y arquetípicos de toda su filmografía. Al comienzo de la cinta se nos presenta como un hombre acabado, desprovisto de esperanza, que encuentra en esa fastuosa recompensa una posible vía de escape. El pavo, crudo, vacío de sabor y de personalidad, descubre que en la sartén empezarán a cocerse los jugos que motiven su huida hacia delante. El sofocante calor mejicano (o del aceite) irá tostando su cara, marcando sus facciones, dotándole de una coraza existencial...

Y entonces comienza la espiral de violencia. La caza. La búsqueda de esa maldita cabeza. Pero también emerge - como nunca antes lo había hecho en el cine de Peckinpah - el romanticismo. Ahí es donde nos topamos con todo ese baño de salsa de chile, tomate y cebolla. Un reguero de sangre que va dejando tras sus agrietados zapatos Bennie, quitándose de en medio todo obstáculo, dejando que explote la violencia "peckinpahiana" en todas sus formas: asesinatos, palizas, violaciones, robos... Todo arremolinándose de forma caótica en las dimensiones de la sartén.

Sin embargo ese salpicado de rojo también nos evoca a la historia de amor que surge, tan bella como desgarradora. El rojo pasión que entremezcla al pavo con las sensuales hortalizas, que les une en ese viaje (al fin y al cabo es una road-movie) hacia ninguna parte. Bennie se transforma en un monstruo sin compasión, teñido de la acidez de la lima en sus diálogos y la virulencia del chile en sus acciones. Es una animal suelto, desbocado, con ansias de mandar este mundo al infierno.

"Quiero la cabeza de Alfredo García" es una obra altamente compleja, desoladora, sucia, maldita, ruda, sórdida, bella y recomendable para entender a un cineasta diferente que tan pronto se atrevía a mostrar una violación explícita ("Perros de paja") como se atrevía a finiquitar el género del western ("Grupo salvaje"). Borbotea la salsa de chile como borbotea la violencia desgarradora en un tipo que sabía de cine y sabía cómo transmitir emociones.

Peckinpah era un amante de Méjico y un empedernido bebedor. Así que os recomiendo que os dejéis seducir por su magnificencia creativa y os sirváis a modo de homenaje un buen trago de tequila mientras degustáis las virtudes de esa demoledora cinta. O tendré que poner precio a vuestras cabezas...

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