Por fin consigo unas galletas de avena crujientes además de deliciosas. Además son facilísimas de preparar. No hay pereza que valga. Si tenéis niños, son perfectas para tenerlos entretenidos y además les suele hacer mucha ilusión comer sus propias galletas. Si las hacéis tened en cuenta que debéis retirarlas del horno en cuanto los bordes estén dorados, aunque el centro esté un poco blando. Si las horneáis hasta que estén duras, obtendréis como resultado unas galletas capaces de romperos todos los dientes. Como son densas, también es conveniente que las hagáis finitas. Con las cantidades que os pongo salen unas 9 galletas medianas. No crecen durante la cocción así que podéis doblar cantidades y ponerlas juntitas en la bandeja del horno y hacer un montón de galletas de una sola vez.
Como apunte “nutricional” sólo quiero apuntar que este tipo de preparaciones (al igual que el bizcochito que os traje la semana pasada) deberían ser sólo de consumo ocasional (ocasional quiere decir una vez cada 20 días o menos), aunque se trate de repostería casera. Para ilustrar esto que os comento, aunque sea un poco tirar piedras contra mi propio tejado, os dejo este post de Lucía de Dime qué comes: Dejad de flipar con la repostería casera. En mi defensa diré que estas galletas llevan poca azúcar, que la harina es integral, así como los copos de avena y que los cacahuetes y el aceite de oliva son alimentos súper saludables, pero hay que tener moderación al consumir este tipo de preparaciones.
Ingredientes:
4 cucharadas colmadas de harina de trigo integral
4 cucharadas colmadas de copos de avena
3 cucharadas de leche vegetal
2 cucharadas de mantequilla de cacahuete (casera o comprada, si es sin porquerías, mucho mejor)
1 cucharada colmada de panela o azúcar (si sois muy golosos podéis poner 2, pero con 1 están dulces y ricas)
1 cucharada de aceite de oliva virgen extra
1/4 de cucharada de bicarbonato
Preparación:
Precalentar el horno a 180 grados. Cubrir la bandeja del horno con papel de horno. Mezclar todos los ingredientes y amasarlos a mano hasta que estén bien integrados. Dejar reposar un par de minutos. Ayudándonos con un poco de aceite de oliva damos forma a las galletas: primero formamos una bolita y luego la aplastamos entre nuestras manos. Supongo que se puede utilizar un cortapastas, pero a mí me gusta que las galletas tengan un aspecto rústico. Horneamos a 180 grados hasta que veamos que los bordes estén doraditos. Las dejamos enfriar sobre una rejilla y cuando estén completamente frías las podemos conservar en un bote hermético.
Archivado en: Postres