Pues todo empezó la madrugada del domingo, que me desperté a las 4:30 y estuve dos horas dando vueltas sin poder dormir. Debido a esto, mi jornada dominical ha estado marcada por mis ojeras y mi índice de bostezos más elevado de lo normal. Y he pensado varias veces: esto se solucionaría con un buen café... Pero, el pequeño inconveniente de que no me guste nada esta bebida es determinante.
Sólo he tomado un café con leche en mi vida y lo recuerdo como si fuera ayer, a pesar de que hace más de 20 años. Por aquel entonces yo tenía 12 añitos, de camino a nuestras vacaciones veraniegas de aquel año, pasamos a visitar a una tía lejana aprovechando que la ruta pasaba cerca de su casa. Mis padres, como todos los padres, incomprensiblemente para mí en aquella época (ahora lo comprendo perfectamente) nos metían en el coche a las 5 de la mañana para aprovechar la "madrugá" y viajar más tranquilitos, al menos durante las horas en las que mi hermano y yo aún íbamos dormidos. Así pues, llegamos a casa de aquella tía nuestra a las 9 de la mañana. La buena mujer nos preparó un desayuno y no sé por qué motivo, decidió sin preguntar, que yo tomaba café con leche. Y claro, cuando vi aquel vaso tamaño tanque, miré a mi madre y ella, que era tan sensata siempre, con tal de no dar más molestias me indicó con una seña que no dijera nada y me lo bebiera... Así que bebí un sorbito con la esperanza de que alguna papila gustativa encontrase agradable aquel sabor pero fue, puag... cómo describirlo... asqueroso. Alargué el fatídico momento todo lo que pude, pero llegaba la hora de finalizar la visita y aprovechando que mi tía fue a la cocina unos instantes, me taponé la nariz con dos dedos y con la decisión de quien se enfrenta a una hazaña, me lo bebí como si me fuera la vida en ello. Un asco, pero no fue lo peor. Durante unas horas ese amargo sabor en mi boca me estropeó aquella linda mañana de verano. Y esa fue la primera, y la última vez que bebí café. Sí, a mis taytantos sigo tomando Cola Cao, y no es complejo de Peter Pan.
Pero hay algo que sí me gusta del café. El aroma. ¿Sabíais que nuestro cerebro asocia el olor del café con el olor a "hogar"? Un dato importante por ejemplo, a la hora de vender una vivienda... Si además de bonita, huele a café recién hecho, los visitantes interesados, de forma subconsciente, guardarán una buena sensación de ella, porque su cerebro habrá clasificado la experiencia positivamente gracias a ese aroma. Luego ya el banco les deniega la hipoteca y adiós olor a café. Pero eso ya es tema para otro día.
Por otro lado, pensando en las fechas que vienen cargadas de compras, comidas navideñas, reencuentros, quedadas y esas cosas que hacemos una vez al año en esta época, creo que al resto de la humanidad que sí os gusta el café, os vendrá fenomenal este cartel con las indicaciones para preparar 20 cafés diferentes para todos los gustos, y así disfrutar de este aliado anti-sueño y anti-fatiga que os hará resistir el intenso ritmo navideño.
Imagen: PuntoGeek
Espero que disfrutéis mucho de estos 20 cafés, yo me conformo con mis 3 variedades de Colacao: frío, templado y caliente. Por otro lado, ¿hay alguien ahí fuera que odie el café como yo? ¡Manifestáos! ¡Decidme que no estoy sola! Y a los que sí os gusta os digo... ¿Por qué os gusta esta bebida del demonio? ;-D
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