Estadísticamente, los primeros en ser devorados son esos canutillos de hojaldre con forma de caracola y rellenos de crema que todo el mundo quiere y que sólo la élite de los más rápidos podrá llevarse a la boca. En ese aspecto no tenemos problema, porque en una familia de obesos mórbidos siempre hay una hermana aventurada capaz de sintetizar estos pastelitos y unos tragaldabas con un alijo de pentotal sódico en la cocina, dispuestos a secuestrarla hasta hacerle confesar sus más íntimos secretos. Ahora ya sabemos su receta y conocemos sus ciclos menstruales.
Hoy, queridos lectores, destruimos la ilusión y ponemos a vuestro alcance todos los canutillos que podáis comer, porque os damos a conocer la receta de ¡Las caracolas de hojaldre rellenas de crema pastelera! o canutillos de crema, o cuernos rellenos, o un "dame uno de esos"... Ahora debería sonar un trueno y tendríamos que aparecer desnudos cabalgando triunfales nuestro unicornio con uno de estos hojaldres en la frente.
INGREDIENTES (para 13 unidades aprox.)
PARA EL HOJALDRE
250 gr. de hojaldre para repostería
Un poco de azúcar glass para decorar
PARA LA CREMA PASTELERA
1/2 litro de agua
500 gr. de azúcar
135 gr. de harina
1/2 cucharadita de esencia de vainilla
Una pizca de colorante alimentario naranja en polvo.
PREPARACIÓN
Nos ha costado, pero tras una ardua tarea de investigación y desarrollo hemos conseguido elaborar uno de esos pilares de la repostería. Uno de esos «¿cómo coñ-- se hará?» que tantas veces ha resonado entre los frustrados fogones de cada casa. Hablamos de la crema pastelera. No la habitual crema de natillas o huevo, sino la empleada en vuestra tienda de barrio y que se emplea para rellenar todo tipo de bollería, desde brevas de crema hasta suculentos piononos. Sí, esa tan rica pero que parece extraída de una oreja sucia.
Para elaborarla, y la haremos antes de nada puesto que hay que dejarla enfriar después, es necesario hervir el agua con 335 gr. de azúcar, además de la cucharadita de vainilla concentrada y el colorante alimentario. Da igual si éste último es en polvo, muy común en todas las cocinas si sois de preparar guisos, arroces y potajes, o si preferís añadir unas gotas de vuestro colorante líquido favorito. El caso es que la mezcla resultante obtenga un agradable tono amarillento / anaranjado similar a la yema de un huevo.
Mientras se calienta y rompe a hervir a borbotones, en un recipiente mezclamos bien la harina con el azúcar restante. Movemos bien para que ambos ingredientes se mezclen y de paso evitamos así que haga grumos cuando la añadamos sobre la mezcla hirviendo. Algo que haremos de una sola vez y removiendo hasta que nuestra crema espese. Cuando esto ocurra y adquiera una consistencia espesa y una textura pegajosamente deliciosa, algo que notareis porque os arderá el brazo, la apartaremos del fuego, la probaremos y nos preguntaremos cómo algo tan simple puede estar tan bueno.
A nosotros nos encanta hundir un dedo y pasearnos con él en alto, comentando en voz alta que creemos que tenemos tapones en los oídos. El inconfundible sonido de las arcadas nos hace fuertes.
Habrá que dejarla enfriar tapada con un film transparente para que no se produzca esa desagradable costra dura y la dejaremos enfriar durante unas cuantas horas. Primero a temperatura ambiente y cuando se haya templado un poco, la cambiamos al frigorífico. No es recomendable introducir nada caliente y humeante en la nevera. Siempre hemos temido que las corrientes frías y cálidas hagan explotar una tormenta en su interior.
Mientras la crema se enfría vamos a empezar a montar nuestros canutillos de hojaldre. Como las protectoras de animales se nos echaron encima al usar auténticos cuernos unicornios como moldes, optamos por telefonear a hermana osa y pedir prestados sus conos originales de acero inoxidable™, algo un poco más inerte y que además podréis construir en casa con algo de ingenio, bastante papel de aluminio y paciencia.
La idea es montarse un cono macizo de aluminio o usar uno de los moldes, y sobre él enrollar tiras largas de hojaldre que ni siquiera habrá que estirar con rodillo, puesto que las masas de hojaldre que suelen venderse en el supermercado, habitualmente vienen en rollos de aproximadamente 1 mm. de grosor, justamente lo que necesitamos. Cortaremos unas tiras de unos 2 cm. de ancho aproximadamente, y las iremos girando sobre los moldes teniendo la precaución de ir superponiendo la masa un poquito con cada vuelta. Este hojaldre hay que trabajarlo con celeridad y soltura, se seca con rapidez perdiendo flexibilidad y agrietándose al doblarse. Si alguna vez presumisteis de dedos hábiles, este es el momento de demostrarlo.
Con el horno precalentado a 180ºC, introducimos los moldes con los conos durante unos 20 minutos o hasta que empiecen a adquirir un delicioso tono dorado y los dejamos enfriar antes de desmoldarlos.
Cargamos nuestra manga con la crema bien fría y rellenamos los conos con cuidado. Es importante ir colocándolos de forma ligeramente inclinada puesto que, aún estando fría y espesa, esta crema tiene la desagradable costumbre de huir despavorida y no dudará en aprovechar cualquier momento de horizontalidad para salirse del cono. Razón de más para que los guardéis en la nevera, así la crema se mantendrá más compacta y aguantará mejor la forma.
Antes de servirlos los decoramos con un poco de azúcar glass espolvoreado con un tamiz o un colador y... ¡arre unicornio!, ya tenéis postre, merienda o lencería fina de Madonna lista para arrasar entre vuestros anonadados comensales que no dudarán en apartar los pelos caídos de los pezones para devorar vuestros canutillos mágicos de crema pastelera.