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INGREDIENTES (2 personas)
1 kg de mejillones
1 rama de apio
1 cebolla
1 puerro
1 zanahoria (opcional)
Medio vaso de vino blanco
150 grs de nata líquida o leche evaporada
Perejil, sal y aceite de oliva
Patatas fritas
En una olla amplia ponemos a calentar unas dos cucharadas de aceite. Troceamos finamente la cebolla, el puerro, el apio y la zanahoria. Ponemos a rehogar las verduras unos minutos.
Añadimos el vino blanco y la leche evaporada. Revolvemos bien.
Vertemos dentro de la olla los mejillones bien limpios (para ello habrá que echarle tiempo y quitarle bien con una puntilla las barbas con anterioridad) Mezclamos bien y tapamos la olla. Dejamos que se vayan abriendo unos 3 minutos, y siempre removiendo la cacerola para que se mezclen los jugos.
Apagamos el fuego y dejamos reposar.
Cortamos unas patatas en bastoncillos y las freímos en aceite. Sacamos a un papel absorbente para eliminar el exceso de grasa.
Disponemos en un cuenco los mejillones (sólo los que se hayan abierto) y los regamos con la salsa (si la veis muy líquida, la dejáis un rato más al fuego para que reduzca y espese). En otro cuenco servimos las patatas fritas y ya tenemos unos mejillones dignos de la Grand Place de Bruselas.
Ingredientes (2-4 personas)
Pulpo cocido de 1 kg
2 patatas
Pimentón dulce y picante
Sal gruesa (Maldon)
Aceite de oliva Virgen Extra
El pulpo se puede comprar ya cocido o crudo. Si optamos por la segunda opción habrá que cocerlo. La mejor técnica la he visto en http://eladerezo.hola.com/recetario/receta-pulpo-a-feira.html.
Cocemos las patatas o cachelos en una olla a presión durante 10-12 minutos. Sacamos y reservamos.
Con el pulpo ya cocido vamos sacando rodajas con la ayuda de unas tijeras. Cortamos las patatas y las disponemos como "cama" en un plato de madera. Colocamos encima el pulpo. Añadimos pimentón dulce y picante (o sólo dulce o sólo picante, a gusto), sal gruesa y un buen chorro de nuestro mejor aceite de oliva virgen extra. ¡Galicia en la mesa!
Ingredientes
1/2 kilo de rabas
Harina de trigo
1 huevo
Pan rallado
Limón
Sal y aceite de oliva
Salamos las rabas bien. Disponemos tres cuencos: uno con harina, otro con huevo batido y otro con pan rallado. Vamos rebozando cada tira. En cada paso eliminaremos el exceso, tanto de harina como de huevo como de pan. Se trata de dejar una costra fina.
Calentamos en una sartén aceite de oliva y vamos friendo por tandas las rabas. Sacamos a un plato con papel absorbente para retirar el exceso de grasa.
Servimos en cuencos individuales con una rodaja de limón y listo. Más fácil, imposible.
Tres opciones de mar para deleitar a cualquier visita. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar estos platos
LIFEBOAT
("Náufragos" de Alfred Hitchcock - 1944)
Siempre es un placer coger al maestro para hacer el referente cinematográfico de la receta. En esta ocasión la cosa iba de mares, pero además con una peculiaridad notable: todos los ingredientes están dispuestos y apelotonados en cuencos o platos. Eso no hace otra cosa que simbolizar (en mi dañada mente, por supuesto) una especie de bote salvavidas. Y claro, ya que hablamos de balsas a la deriva, no he podido resistirme a posar mis ojos en la claustrofóbica hazaña que supone Náufragos.
Eran los primeros años cuarenta, y Hitchcock ya había asentado sus bases técnicas y visuales en Hollywood (llegó a Estados Unidos en el año 39). Estaba llamado a ser uno de los grandes. Y lo fue, con creces. En Náufragos sigue con ese subgénero de su cine que podríamos llamar "obras políticas", donde aborda conflictos internacionales desde su perspectiva de suspense y misterio (a ese saco se unen películas como Enviado especial, Cortina rasgada, Topaz...)
Náufragos es su primer gran experimento técnico. Prácticamente toda la película se desarrolla en el interior de un bote salvavidas (creo recordad que sólo hay un plano que muestra la barcaza de lejos). El reto era generar claustrofobia, soledad, tensión, en una localización donde los integrantes (todos náufragos de un barco torpedeado) deben convivir en mitad del océano. Toda la línea argumental gira en torno al personaje de una ricachona insolente (espléndida Tallulah Bankhead) en un mini-mundo dominado por hombres. Ella es el eje central para que Hitchcock explore las miserias humanas, la crueldad, el odio, el miedo... No hay más que ver cuando suben al herido soldado alemán y surgen los enfrentamientos sobre qué deberían hacer con él: humanidad contra venganza. Casi nada.
Nuestras recetas, al margen del nexo de los cuencos y platos haciendo de balsas, conforman un grupo de seres obligados a convivir en un espacio reducido. Tanto los mejillones, como el pulpo o las rabas, se presentan como personalidades parecidas por la necesidad (de ser rescatados o de ser devorados) pero ocultan sus rasgos dentro de una cáscara (mejillones), el pimentón (el pulpo) o el empanado (las rabas). Dicho de otro modo, a primera vista no sabemos nada de sus intenciones y su verdadera naturaleza está cubierta. Poco a poco su sabor irá saliendo a flote...
Queda más patente en el personaje central. Una mujer orgullosa, caprichosa, cuyas capas morales van desvaneciéndose a medida que va perdiendo todo lo material: la cámara, el abrigo de visón, la máquina de escribir... Un mejillón que pierde su concha, su escudo, su bien más preciado... Luego surge el amor a través del roce y la tensión, como un pulpo cuando se mezcla con un cachelo. Estaban condenados al romance culinario. O esa acidez en sus comentarios y diálogos que proporciona el limón en las rabas: "Encanto, morir juntos es más íntimo que vivir juntos".
Maravillosa peripecia visual la de Hitchcock. Logró la segunda de sus cinco nominaciones al Oscar. Jamás lo ganó. Qué más da. Nos dejó una entretenida e inquietante pieza maestra para nuestro regocijo personal. De nosotros depende salvar a esos ingredientes náufragos en la inmensidad de nuestra mesa.
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