Cada quién vive su buen vivir

Al revisar material para uno de nuestros eventos, estuve conversando con personalidades del “Buen Vivir”; chefs reconocidos en nuestro país, sommeliers, enólogos… cada uno un verdadero maestro en su especialidad.  Al verme rodeado de todo este talento, uno de los asistentes me hizo un comentario que frecuentemente escucho: ‘Ustedes son el Arte del Buen Vivir’.

En esta ocasión, esa frase se quedó en mi mente y me invitó a reflexionar sobre el verdadero significado y contenido.  ¿Qué es ese arte?  Muchas personas asocian productos y marcas exclusivas con el llamado buen vivir.  El poseer esa bolsa de mano, ese auto, comer en ese lugar, escuchar esa música, tener esa tarjeta…  La sociedad nos ha dicho a lo largo de nuestra vida que esos productos son señales inequívocas de ese ‘arte’, y que el poder adquisitivo normalmente nos brinda cartas abiertas a ese mundo de buen vivir.  En mi caso, creí lo anterior en forma equivocada por muchos años, pero he descubierto, gracias a amigos incondicionales y a una familia excepcional, el verdadero buen vivir.

En lo personal, dominar un tema o tener el presupuesto para adquirirlo no necesariamente implica buen vivir, veo con mucha frecuencia clientes en restaurantes de moda pidiendo botellas de vino sólo por estar en la parte inferior de la carta o para tener en su mesa esa botella inalcanzable para el grueso de la población.

En mi mente, el buen vivir regresa las cosas a los orígenes, sin que ello implique grandes capitales. Regresa a saber apreciar cada detalle y disfrutarlo. Con creces. Un ejemplo claro lo he vivido en el mundo de los habanos, en donde la oferta de tabacos provenientes de Cuba, República Dominicana, México, Honduras y Nicaragua por mencionar algunos, es impresionante.  Los habanos me habían llamado la atención desde hace tiempo, pero mi conocimiento en el tema era similar a mi dominio del idioma mandarín….nulo!

Una visita a un establecimiento oficial de habanos me permitió experimentar algo fuera de protocolo para mi.  El dueño, un gran aficionado y conocedor de habanos, me pidió que me sentara a conversar con él. Después de mas de una hora de platicar, entró al humidor y trajo consigo un habano. Lo recuerdo perfectamente, era un Partagas Serie D4.  Mientras me lo entregaba, me afirmó: “este es el habano para ti’.  Pregunté que lo había llevado a ofrecerme esa opción, habiendo tabacos tanto más económicos como más caros.  Su respuesta me sorprendió: “Al conversar contigo fui descubriendo tu personalidad. Pude ver que te gustaban los sabores fuertes, prefieres el vino tinto al blanco, los platillos complejos a los sencillos, vives cada momento al máximo y disfrutas cada segundo… por eso este habano en particular.  Si te ofrezco otro producto, tu experiencia no será excepcional y ya no regresarás”.
Este fue el inicio de una muy larga relación en la cual he aprendido mucho de este pasatiempo.

El buen vivir, en ese momento, no se relacionó con un producto de alto valor económico; sino de alto valor personal.  El que yo, con mi paladar, con mis preferencias, con mis gustos, pueda disfrutar ese Partagas y que ello me dibuje una sonrisa en la cara….eso, para mi, es el buen vivir.

Regresando al momento que comenté al inicio de este artículo, todas las personas involucradas en esta nueva experiencia son maestros en este arte; y al conversar con ellos confirmo, disfrutan cada instante de esa pasión que llevan dentro…cocina, vino, tabacos.  Al observarlos, me di cuenta que todos ellos tenían esa sonrisa, esa expresión de disfrute que se manifiesta en nosotros en forma natural cuando estamos viviendo bien. En su caso, este sentimiento no está atado a un momento particular, sino a un estilo de vida.

El buen vivir es, sin duda alguna, un arte, y por lo tanto evoluciona en forma continua. No es una meta, sino un proceso. Si aprendemos a saborear cada momento haciendo breves altos en el camino de nuestras vidas, nuestro buen vivir irá tomando una forma especial.  Debemos comprender que al no ser un objetivo, los conceptos relacionados a este estilo de vida se vuelven personales, y no están atados a una marca, modelo, tarjeta o restaurante; sino a experiencias que a cada uno de nosotros, en lo particular, nos hacen sonreír.

Cuando recibimos visitas de otras ciudades, éstas se maravillan ante la belleza de el lugar en el que vivimos, el cual es para nosotros algo normal. No nos detenemos a apreciar la grandeza de las montañas de Monterrey, el azul sin igual del cielo en Guadalajara, los edificios y majestuosidad de la Ciudad de México, y que decir de nuestra gastronomía, cultura, arte, étc. 

Te invito a hacer un alto con frecuencia, y a llenarte de esos espacios y momentos.  A encontrar, como yo lo hice a través de un habano, expresiones sencillas del buen vivir.  Con esa imagen, con ese platillo, con esa copa de vino o tequila.  Con pequeños placeres que te hagan sonreír. Esos placeres son el arte del buen vivir.

Fuente: este post proviene de Maria Orsini, donde puedes consultar el contenido original.
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