Concursos de la Mejor Hamburguesa de España: ¿Realmente Gana la Mejor?

Después de haber participado en tres ediciones del concurso de “La Mejor Hamburguesa de España”, uno empieza a notar ciertos patrones. Y tras ver los ganadores de este año, llego a una conclusión que no por evidente deja de ser desmotivadora: cualquier hamburguesa, sin la más mínima innovación, puede ganar. Puedo desglosar cada una de ellas , de la medalla de oro, plata o bronce, o diseccionar sus elementos , para que el posible lector ávido de ofensas rebuscadas encuentre la suya particular . Pero si buscas algo personal , aquí no lo hay, aquí solo encontrarás el trabajo de muchos meses de un cocinero y una trayectoria vital y profesional hasta llegar aquí, hoy y ahora, con todo lo que ello conlleva: amor y mala hostia, por ejemplo.

La hamburguesa es un plato sencillo en su concepción, pero complejo en su ejecución. Se basa en cuatro elementos clave:

• Carne: animal, parte del mismo, edad, maduración, peso, calidad y cocción (smash, no smash…)

• Pan: fabricante, tipo de pan, estilo de fermentación, ingredientes…

• Salsas: con mayor o menor umami, pero suelen ser una combinación de otras salsas industriales, con especias o elementos encurtidos, vinagres , azúcares y otros, que a ojos de sus dueños las convierten en caseras (se oye una carcajada irónica)

• Complementos: cebollas, lechugas, tomates, encurtidos, salazones y demás añadidos.

Con esta base, cualquier combinación bien ejecutada podría aspirar al título. Pero lo que parece evidente es que no existe una combinación ganadora universal. Y visto lo visto en los resultados por comunidades autónomas, tampoco parece existir un criterio claro que distinga entre una hamburguesa excelsa y la ocurrencia de un entusiasta de gimnasio cuya mayor hazaña culinaria ha sido un bocadillo de Nutella con chorizo.

El mundo de la hamburguesa = el mundo anti-gastronomía

Aquí está el problema de fondo: el mundo de la hamburguesa es el anti-gastronomía.

Porque, en la mayoría de los casos, la hamburguesa no exige precisión, técnica ni respeto por el producto por mucho que se le llene la boca al empresario de turno . En este universo, cualquier chalado sin años de educación gastronómica puede llevarse un reconocimiento. Un reconocimiento que, en realidad, no vale nada más que el dinero extra que ingresas al promocionar el galardón.

Para un cocinero de verdad, la gastronomía es mucho más que mezclar ingredientes industriales y dar con una combinación sabrosa por accidente. Es un lenguaje, una disciplina, una filosofía. Es el arte de transformar un producto con conocimiento , de dominar el equilibrio entre técnica y creatividad, de entender la química del sabor y la historia detrás de cada plato. Es la búsqueda de la excelencia en cada bocado.

Y por eso mismo, ver cómo estos concursos premian lo aleatorio, lo efectista o simplemente lo que más ruido haga en redes, es un golpe al concepto mismo de la gastronomía.

¿Qué se está valorando realmente?

¿Innovación? No parece.

¿Equilibrio de sabores? Seguramente todas lo poseen.

¿Marketing y capacidad de mover votos del jurado? Probablemente más de lo que nos gustaría admitir.

Aquí es donde entra el verdadero propósito del concurso. Tener colgada en redes sociales o en el local una medalla de reconocimiento de este tipo no es lo mismo que recibir un Sol Repsol o una estrella Michelin. Aquello es un galardón gastronómico con criterio; esto, en cambio, es más bien un premio aleatorio. No lo ganan los mejores locales, ni los que más venden, ni los que más votos reciben. Y, por supuesto, tampoco quienes eligen la mejor combinación de elementos, el mejor pan con la mejor salsa y la mejor carne.

Entonces, ¿para qué sirve?

Para vender más. Esa es la respuesta.

Después de tres ediciones, tras participar en cada detalle—desde la creación de la salsa hasta la combinación de sabores, pasando por la fotografía y los vídeos para redes sociales, trabajando un extra para que todo salga perfecto—puedo decir con certeza que el único propósito del concurso es aumentar ventas y mover público.

¿Cómo? Muy fácil. Si en tu ciudad hay un local que participa cada año en este concurso, es muy probable que, cuando pienses en dónde ir a comer durante esos cuatro fines de semana de la edición, decidas probar la candidata. ”¡No te lo puedes perder!”

Y sí, funciona. Funciona tan bien que, aunque ya seas el local del momento, ese mes lo eres aún más. Durante la edición del concurso, eres el restaurante del momento.

Nada más y nada menos.

¿Merece la pena competir?

Eso depende de lo que busques. Si quieres un reconocimiento real a tu trabajo gastronómico, puede que este no sea el camino. Si lo que buscas es llenar mesas y hacer ruido en redes, adelante: el concurso cumple su función, y si vendes mucho puedes sentirte bien contigo mismo. Levantar un negocio hoy día aunque sea con la temática mainstream, no es fácil. Pero puedes intentar ganar el premio con una escopeta de feria o armarte hasta los dientes con ak47 y un equipo de mercenarios para la verdadera guerra del día a día dentro del negocio de la hostelería.

Solo hay que tener claro que el título de “Mejor Hamburguesa de España” no significa lo que parece. Y aún así yo seguiría participando porque soy un mercenario y ese es mi trabajo hasta que me retire o me harte de esta parte de mi vida. Pero hablar de esas cosas es entrar en un mundo muy oscuro, introspectivo, desafiante, atroz . Dejémoslo por hoy, no he ganado una mierda, ni aunque lo hubiera ganado, porque mi sueldo va a seguir siendo el mismo a no ser que eche 30 horas más este mes , de las cuales 20 van a ser para pagar las amigas de un tal José Luis.

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