La ensalada de pollo asado al roquefort es uno de los platillos más elegantes y deliciosos que he comido, también debo agregar que es uno de mis favoritos. Nunca lo había preparado, sin embargo, acá agrego dónde encontré la receta original.
La receta y pasos de preparación que suscribo en los siguientes párrafos son el proceso por el cual pase para la creación de la ensalada de pollo asado al roquefort. Espero toda esta información les sea de utilidad.
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INGREDIENTES (4 PERSONAS)
1/2 pollo asado (2 cuartos traseros)
1 tomate bien maduro
2 huevos duros
1 puñado de rabanitos
1 manojo de canónigos (o berros)
100 grs de queso roquefort
Mayonesa (1 huevo, aceite de girasol, sal y vinagre)
Media cebolleta
1 pepino
Duración: 10 minutos (a no ser que aséis el pollo vosotros, que eso lleva 45 minutos)
Una cena distinta y otra forma de darle salida al pollo asado es a través de la ensalada de pollo asado al roquefort. Esta receta proviene de la cocina materna a quién mi estómago tanto debe. El sabor es espectacular, original, intenso pero no fuerte. A aquellos que no les guste el queso que dejen de leer (ya lo siento).
Al resto, bienvenidos a una ensalada fácil, rápida y que merece la pena probar. La ensalada de pollo asado al roquefort es sencilla, pero si seguimos al pie de la letra los pasos puede producir que nuestros comensales se chupen los dedos.
Pondría la mano en el fuego a que os va a encantar, pero ya sufro demasiados accidentes culinarios a lo tonto...
Nos lanzamos. Se puede comprar el pollo ya a asado o lo puedes hacer tú (se sabe mi opción pero entiendo que vivimos en la era de la prisa). Si se decide cocinarlo basta con precalentar el horno a 180º. Se pone el pollo (los cuartos traseros) en una bandeja untada de aceite y se rocía con otro chorro. Se le puede añadir algo de caldo o de limón pero hay que tener en cuenta que vamos a sacarle la chicha, así que vosotros decidís el grado de jaleo en el que os queréis meter. Unos 45 minutos en el horno y listo. Se espera a que se enfríe y saca la carne. Se desmiga bien y se reserva.
Se coge el queso roquefort y se va triturando bien con un tenedor (rollo guacamole). Se le incorpora aceite de oliva virgen y se va mezclando bien.
Por otro lado se prepara la mayonesa. Va, que es fácil y sabe mejor que la de bote. Un huevo (a temperatura ambiente), un poquito de sal, un poco de limón (o vinagre) y un vaso de aceite de girasol. Se mete la batidora hasta abajo y se empieza a triturar. Se sube despacio y se baja otras dos o tres veces para que cuaje bien. Lista. ¿Qué ha sido? ¿10 segundos de vuestra vida?
Se echa en un bol el pollo. Añadimos el pepino troceado, la cebolleta y los rabanitos en laminas (sin quitarles la piel). Mezclamos. Se cuece un huevo durante 10 minutos y todo preparado.
Añadimos la mayonesa a la salsa de roquefort (ver cuánta cantidad, dependerá del grado de potencia que queráis del queso) y mezclamos ya todos los ingredientes bien para que se empapen. Sólo queda ponerse exquisito y decorar. Que también se come por los ojos. Dicen. Y estoy de acuerdo. Este es mi modo (copiado y/o fusilado del arte de madre) Se dispone una bandeja. Se rodea con los canónigos. Echamos en medio el pollo ya mezclado con las verduras y la salsa. Decoramos con láminas de tomate maduro y huevo cocido. Espolvoreamos perejil y nos gustamos haciendo algún dibujo o corte chulo a uno de los rabanitos. Triunfo asegurado. Ya os lo digo...
Película ideal para degustar el plato: "MOULIN ROUGE" de John Huston (1952)
¿Por qué? Siendo un plato con un claro elemento francés y teniendo este colorido casi pictórico (por la foto) había que pensar en alguna obra que reuniese un poco ambos conceptos. Surgen así varios ejemplos pero creo que el "Moulin Rouge" de Huston es perfecto. La cámara de este maestro se adentra en la vida de pintor impresionista Toulousse-Lautrec (José Ferrer, alías nuestro roquefort). Un enorme (y van sin ironía) genio que se enamoró de los bajos fondos del París del siglo XIX. El queso (pequeño en tamñao pero de indudable talento o sabor) se entremezcla con los ingredientes más variopintos de la sociedad/nevera. Quiere que su pincel deje huella en todos y cada uno de ellos, y por supuesto que lo consigue. Pero a fuerza de sufrir humillaciones, desgracias, desencantos amorosos y de trepar escaleras con demasiados escalones. El sello de identidad de este plato puede asustar de inicio (por la virulencia del sabor del citado queso), sin embargo, debo destacar que, como la pintura de Lautrec, es una receta sincera, llena de virtudes, que llama la atención por sus colores y que potencia unos elementos que por sí solos no nos dirían nada. Un gran cuadro culinario, un can-can en vuestro paladar...