Rosana era guapa, alta, simpática, y muy lista, siempre siendo el centro de atención en cualquier lugar y momento. Ella, era el patito feo, siempre callada y en segundo plano, su timidez no le ayudaba.
Dos personas tan diferentes y siempre juntas, desde que tenían un año. Cuando Patricia fue al instituto, se separaron, pero duró solo unos meses.
Patricia vivía con intensidad cada reunión familiar a la que asistía en la vida de Rosana. Los abuelos, tíos, primos, padres y hermanos de su amiga quedaban en casa de sus abuelos y cantaban, hablaban y reían, mientras que los niños siempre jugaban y disfrutaban de aquel ambiente tan familiar.
Sin embargo, ella nunca invitaba a su amiga a las suyas. Patricia no recordaba ningún momento feliz con su familia. Y cada vez que Rosana le hablaba del capítulo nuevo que había visto de la serie Falcon Crest, Patricia intentaba cambiar de tema, porque ella lo vivía muy de cerca, por eso nunca había llevado a su amiga a casa de su abuela.
Hoy, en ese café, escuchando a su amiga, había descubierto que toda su vida había sido una mentira, no conocía a Rosana, no sabía nada de ella, y sintió como algo en su interior se rompía.
La única luz que había tenido cerca desde que tenía uso de razón, no era más que una sombra enmascarada, una mentira. La vida de su amiga se parecía demasiado a la suya, y pensó con tristeza, que tal vez, la vida solo se compone de sombras y la luz llega en raras ocasiones.
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