NOVENA ENTREVISTA

por Norma Alasia

Las cosas iban bien, la gente del canal se comunicaba todos los días con Cynthia pero esta vez también habían querido hablar con Z. El programa se estaba revelando como todo un éxito, comenzaron pisando fuerte y ahora, además, están pisando firme. Esto habla bien del trabajo en equipo que saben hacer. Y por primera vez en su vida, Z se había parado frente al equipo y les había agradecido, uno por uno, el maravilloso trabajo que estaban realizando para finalizar, y cito textualmente, con las siguientes palabras: “a partir de este momento voy a seguir mostrándome como siempre, así que no se la crean conmigo; gracias”.
Cynthia lloró de emoción, jamás pensó que iba a llegar este día, por fin todos podían ver lo que ella veía en su novio.
Álvaro levantó su copa y su voz diciendo: ¡Gracias, gracias amigo, todos te queremos!
Stephen lo miró sorprendido pero en cuanto volvió en sí, dirigió una mirada cómplice a Z y le sonrió; lo estimaba sinceramente.
Simon, en cambio, fue corriendo a buscar su cámara para registrar el momento; al final de la temporada pensaba hacer una filmación casera, a modo de souvenir, con los principales momentos de este verano.
Y como es su costumbre, el periodista buscó un poco de soledad antes de comenzar a trabajar; lo ayuda que su productora sea sociable y reciba y atienda a los invitados como pocos saben hacerlo. Pero siempre llega el momento que precede a la entrevista, cuando ya no importa la biografía del invitado, ni su obra y Z se encuentra solo con su mente en blanco. Entonces Cynthia, como buena observadora que es, abre la puerta y entra a la habitación casi en puntas de pie.
– Cuando quiero pasar un rato bien, realmente bien, estando solo busco en Youtube entrevistas a Steve Jobs porque me gustan, me hacen pensar y hasta reír. Después paso a la gente de la cultura que admiro porque me nutro de ellas, dijo Z con esa manera tan particular que tiene de reflexionar en voz alta frente a su novia.
– En cambio yo empiezo con escritores y sigo con recetas de cocina, expresó la chica mientras soltaba una carcajada.
– Sí, lo sé y mi yo goloso te lo agradece.  (“Cuando te vi me enamoré y tú sonreíste porque lo sabías“, pensó Z recordando a Shakespeare.)

– No sé exactamente cuándo empecé a escribir, en cambio me animo a decir que sé cuándo comencé a narrar porque antes de conocer el alfabeto yo le contaba historias a mi abuela. Muchas estaban basadas en mis muñecas porque con ellas tenía los “problemas” que se le pueden presentar a cualquier madre: algunas eran perezosas a la hora de caminar, otras no querían comer y estaban las que se olvidaban de pedir para ir al baño, con éstas me enojaba mucho, dijo Clara Sickman riendo.
– ¡Me imagino! continuó Z. ¿Y qué decía tu abuela de esas historias tuyas?
– Las tomaba con naturalidad, estaba acostumbrada a mí. Y después se fue acostumbrando a los cuentos ilustrados, cuando era chica me gustaba tanto escribir como dibujar pero a medida que pasaron los años me dividí entre los libros y la música clásica. Durante un tiempo viví con la  obsesión de asistir a conciertos, ésa fue mi época “elegante”, antes de asistir a cada concierto tiraba sobre una silla mis jeans y mi remera de turno y vestía con diferentes trajecitos que tenía para la ocasión.
– ¿En serio?
– Absolutamente cierto, jamás bromeo cuando hablo de mis hábitos, ya sean viejos o nuevos. En la actualidad busco escribir siempre mirando en dirección a un ventanal que tengo en mi casa con vista al parque, me gusta ver el modo en que se mueven los árboles cuando hay viento y cuando no, busco captar el momento en que cae una hoja o en que pasa un ave volando pero ya no tengo obsesiones con la ropa.
– Sin embargo vestís muy bien.
– Gracias, lo sé, dijo la escritora con simpatía.
– Tus historias están ambientadas a fines del siglo XIX y principios del XX, ¿por qué?, preguntó el periodista.
– Porque transcurren antes de las dos guerras mundiales; antes de que los hombres mostraran su lado sombrío y cruel. Muchas veces al leer, al estudiar historia viajo como sin querer hasta la belle epoque y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro con fusiles, máscaras de gas, bombas. Leyendo y volviendo a leer la historia se llega a lo “inevitable” pero las guerras hubieran podido evitarse. Y como iba diciendo, de alguna manera me quedé en la segunda mitad del siglo XIX, principios del siglo XX y para recrear lo más fiel posible mis descripciones investigo mapas antiguos, voy a bibliotecas, busco por Internet lo más que puedo; después comienzo a escribir.
– ¿Pasa un día sin que escribas?
– No, ¿qué te hace pensar eso?. Menos aún desde que llevo mi iPad a todas partes, siempre encuentro algo sobre qué escribir aunque no me lo proponga. Hace unos días, viajando en tren, pensé aprovechar el tiempo haciendo la lista del supermercado y sin darme cuenta escribí una receta de cocina. Me gusta cocinar pero como me falta tiempo y me sobran ganas, cada vez simplifico más mis recetas.
– Entonces podés escribir un libro de recetas de cocina dedicado a las escritoras modernas, o a la mujer moderna.
– Eso sería un robo, aunque compartir platos con ingredientes simples que me sacan de apuro más de una vez, no estaría mal.
– A este punto de nuestra conversación no sé si pedirte que me hables de tu último libro o pedirte que me sugieras qué preparar esta noche para cenar.
– Soy capaz de hacer las dos cosas y te lo voy a demostrar, contestó Clara en tono divertido. Primero lo primero, porque hay gente que confía en mí y que publica mis obras: mi último libro se llama “Luna llena” y tiene más bien un tono reflexivo, intimista, para nada romántico. Después de varios meses pensando sobre el título me decidí por éste porque las noches de luna llena me transportan y me iluminan como lo digo en el prólogo del libro que, dicho sea de paso, lo escribí casi en su totalidad en una especie de paraíso terrenal como éste. Las noches despejadas nos acompañaron a mi familia y a mí durante casi todas nuestras vacaciones y yo, antes de ir a dormir, miraba la luna y le agradecía por estar ahí. Cuando volvimos a nuestra casa en la ciudad seguí trabajando y me fui dando cuenta de que ese aire con el que este niño había nacido lo iba a acompañar siempre, la luna serena y brillante forma parte de su naturaleza y las reflexiones que se pueden encontrar en sus páginas muestran -para quien lo quiera ver- a los pensadores de los que se nutrió, de los que me nutrí. No voy a decir más; te traje un ejemplar de regalo que conlleva una especie de obligación moral de leerlo, así que acá lo tenés.
– Ojalá todas las obligaciones fueran como ésta, agregó Z con una sonrisa. ¿Y la receta para esta noche?
– Para esta noche vas a necesitar carpaccio de salmón. ¡Atento que se trata de una receta italiana, abrí bien los oídos y lo que no entiendas, lo preguntás! Te aclaro que el carpaccio es una feta de carne cortada muy fina, como se corta un fiambre para hacer un sandwich, igual, en este caso nuestro plato lleva pescado. Entonces vas a tomar dos fetas de salmón por persona y las vas a ubicar en el mismo plato donde las vas a servir, rocialas con jugo de lima -puede ser limón- y adornalas con la ralladura de la misma. A un costado poné una cucharada chica de algún queso para untar mezclado con finas hierbas y un puñado de tomates cherry -son ésos bien chicos-. Después vertí encima de esta preparación un hilo de aceite de oliva. Para acompañar prepará unas tostadas con algún pan que tenga aire a “rústico” y colocá encima de cada una, un puñado de caviar. ¡Buon apetito, amico mìo!
– Me ofrezco a acompañarte a la estación de tren porque tengo que ir al pueblo a hacer algunas compras.

Y así terminó Z la entrevista, con buen humor y bastante hambre.

Fuente: este post proviene de historiasalahoradelté , donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Recomendamos