Lytta Vescicatoria, conocida vulgarmente como Mosca Española, es un insecto coleóptero fácilmente identificable por su metálico color verde esmeralda. Este singular tipo de escarabajo anida en el suelo y vive predominantemente en climas cálidos, En la península ibérica podemos encontrarlo en bosques de fresnos o en las hojas tiernas de los olivos.
Su extracto seco y triturado, contiene un potente alcaloide –la cantaridina-, conocido desde la época de los griegos por su efecto vesicante y vasodilatador. Hipócrates, padre de la medicina, ya describió su uso para eliminar exudados, aplicado en forma de emplastos sobre ulceraciones de la piel.
A esta abrasión capaz de producir ampollas o vejigas, se suma un potente efecto vasodilatador tras su ingesta en dosis controladas, similar al producido por la actual “Viagra”. Livia -esposa de Cesar Augusto– la administró mezclada en comida o vino con el fin de chantajear las indiscreciones sexuales a las que daba pié en los adversarios políticos de su marido.
Usada por ilustres como Casanova o el Marqués de Sade, para aumentar la lívido de sus “presas” -éste último sentenciado a muerte (aunque finalmente exiliado gracias al respaldo de personajes influyentes de la época) por utilizarla sin control durante una reunión en Marsella que costó la vida a varias damas y enfermó a otras varias-; la cantárida ingerida por vía oral causa irritación de la mucosa gastrointestinal, vómitos, mareos y diarreas que puede derivar en fallo renal y causar la muerte.
Como veneno, abortivo, excitante e incluso contra la alopecia, la cantárida volvió al panorama francés de mediados del XVIII gracias a las “pastillas Richelieu”. El envenenamiento era entonces detectado observando el efecto vesicante (caustico) producido tras frotar una emulsión de aceite -en la que es muy soluble- en contacto con las vísceras del fallecido, contra la piel afeitada de un conejo.
Su aplicación médica como abrasivo, encaminada a generar ampollas capaces de facilitar la absorción de medicamentos contra otro tipo de afecciones, fue probablemente la causa del fallecimiento de Simón Bolivar, narrada por Gabriel García Márquez en su magistral obra “El General y su laberinto”.
Cientos más han debido de ser los nobles e ilustres envenenados tras administrarse una dosis letal de cantárida, en busca de una erección involuntaria de su también “ilustre miembro”, y para los que la historia seguro ha descrito una forma de morir “menos incomoda”.