Cómo regular los desajustes de cloro de nuestra piscina

En plena temporada de bañistas, conseguir unos niveles adecuados de cloro en nuestra piscina se convierte en un quebradero de cabeza para quien observa como fluctúan los valores medidos y advierte cambios constantes en el agua que asocia con defectos o excesos de desinfectante.



La vigilancia de nuestra piscina pasa fundamental e irremediablemente por el control de dos parámetros que han de resultar prioritarios para garantizar la calidad del agua del vaso: concentración de desinfectante y pH (o acidez-alcalinidad del agua). En este post nos ocuparemos de la concentración de desinfectante y de algunas sustancias asociadas al mismo.

Entre los distintos tipos de desinfectante, el cloro es sin duda el más utilizado frente a bromo, oxígeno, etc. La lectura de su concentración en el agua puede quedar determinada por la precisión del lector del que dispongamos, por lo que resultaría idóneo trabajar con instrumentos fiables y reactivos no caducados. Falsos resultados e interpretaciones dudosas pueden dar al traste con el agua de nuestra piscina y acarrear incomodas molestias a los usuarios de la misma.

Lo ideal sería utilizar un fotómetro digital provisto de reactivos líquidos (frente a otros que utilizan reactivos sólidos que en ocasiones no se disuelven con facilidad y causan interferencia en la determinación). Dado su elevado precio para uso privado (200-300 €), muchos usuarios utilizan un test colorimétrico (6-20 €) que comparado con una escala graduada nos puede dar un dato aproximado de los niveles de cloro presentes en el agua. (Eso sí, recomendable usar siempre reactivos líquidos).

¿A qué nos referimos cuando decimos cloro?

Aunque los productos químicos que compramos para nuestra piscina están basados en distintas formulaciones, todos básicamente acaban transformándose en ácido hipocloroso (HClO) una vez disueltos, forma activa de cloro responsable de dos funciones prioritarias:

Función como Desinfectante: responsable de atacar a los microorganismos patógenos (virus, bacterias, etc.) e inactivarlos, proporcionándonos un agua segura e higiénica.

Función como Oxidante: capaz de eliminar materia orgánica en suspensión procedente de saliva, productos de excreción, sudor, pelos, restos de hojas, polen, grasas y otros contaminantes procedentes de cremas protectoras y bronceadores.

¿Qué niveles de cloro debemos medir?

Cloro Total: es la cantidad total de cloro, expresada en mg/L (ppm) que contiene el agua de nuestra piscina. Se puede determinar mediante un fotómetro digital o mediante kit colorimétricos específicos.

Cloro Residual Libre: Es la fracción de Cloro Total que se encuentra en forma de ácido hipocloroso en disolución, capaz de actuar sobre bacterias y virus desarrollando su doble función desinfección-oxidación. Su valor ideal es de 1.5 mg/L y tomarse con cualquier kit de cloro.

Cloro Combinado: es la cantidad de cloro que aunque presente en el agua, no está disponible como desinfectante, ya que previa reacción de oxidación se ha combinado con restos de materia orgánica  formando peligrosos subproductos que deben ser eliminados durante el proceso de filtración.

Estos subproductos se denominan Cloraminas, son potenciales cancerígenos,  aportan el característico “olor a piscina” y aunque debemos considerarlos preocupantes a partir de 0.3 mg/L, basta con hiperclorar con un equivalente de cloro igual a 10 veces su concentración para reducirlos y neutralizarlos. (Ejemplo: nivel de cloro combinado = 0.7 mg/L; añadir hipoclorito sódico o cálcico hasta alcanzar los 7 mg/L de C.R.L). Determinación:

Cloro Total = Cloro Residual Libre + Cloro Combinado

Cloro Combinado = Cloro Total – Cloro Residual Libre

¿Qué productos podemos encontrar en el mercado?

Hipoclorito Sódico (NaClO): líquido y a distintas concentraciones que van desde 40 g/L(*) en el caso de lejía apta para potabilización de agua destinada a consumo, hasta 150 g/L en casos de piscinas de grandes volúmenes provistos de sistema de dosificación automática (*) g/L= ppm

Hipoclorito Cálcico (Ca(ClO)2): Sólido y presentado en ocasiones como cloro “en grano”. Tanto el hipoclorito sódico como el cálcico tienden a aumentar el pH del agua mediante la formación de moléculas de marcado carácter básico (NaOH y Ca(OH)2), por lo que debemos corregir el aumento de la alcalinidad mediante la dosificación de algún tipo de ácido (ácido clorhídrico (agua fuerte) o sulfúrico, de los que hablaremos en otro post).

Este cloro de disolución rápida se transforma en ácido hipocloroso tras su adición al agua, por lo que resulta de interés en tratamientos de choque donde precisamos con urgencia de elevadas concentraciones de desinfectante.
Tricloro o Dicloro: El Tricloro se presenta en forma de pastillas de 200 g a las que habitualmente se añaden otros compuestos (multiacción) con función algicida, floculante, acidificante, etc. El Dicloro por su parte, en formato granulado, cuenta también con aditivos que le aportan multifuncionalidad.

En ambos casos, el cloro se encuentra combinado con ácido cianúrico (isocianúrico), estabilizante que lo libera lentamente (disolución lenta) y lo preserva frente al fenómeno de disipación natural que tiene lugar por acción de la luz solar y la radiación UVA. Se estima que en un día soleado puede perderse la práctica totalidad del cloro no estabilizado en tan sólo 2 horas.
Si bien una cantidad de ácido cianúrico entre 30-50 mg/L resulta ideal para retener el cloro residual libre presente en el agua, cantidades superiores a 150 mg/L (piscinas sin renovación de agua y tratadas durante años con pastillas) reducen la eficacia desinfectante del mismo y aportan turbidez al agua de baño. La única forma de reducir niveles elevados de ácido cianúrico es renovar el agua (total o parcialmente en función de su concentración)

Fuente: este post proviene de La Vida al Vapor, donde puedes consultar el contenido original.
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