Con este refrán tradicional se nos presenta habitualmente esta exquisita verdura procedente de Galicia y que es popular en toda España por su intenso e inconfundible sabor. Se trata de pequeños pimientos verdes, algunos de ellos picantes, que se preparan de la manera más sencilla: fritos con aceite de oliva y sazonados con sal. Consumirlos supone parte del ritual de los amantes del tapeo y, como es obvio, no pueden faltar en una mesa típicamente gallega.
Son muchos los que han intentado encontrar una constante que explique por qué unos pican y otros no. Y nadie ha conseguido hallarla. Aproximadamente un 10% de la producción son picantes, pero es muy difícil adivinar cuál será el que nos haga arder la boca: ni por el tamaño, la forma o el color... Desde luego no será por teorías al respecto. Y es que precisamente es en esa incertidumbre donde encontramos la originalidad y diversión a la hora de consumirlos.
Origen franciscano
Los pimientos de Padrón proceden de la localidad coruñesa que les da nombre, aunque el cultivo comenzaría, en realidad, en la aldea de Herbón (perteneciente hoy al municipio de Padrón), donde se plantaron estas hortalizas recién descubiertas en América. Así, con los años, se fueron adaptando a la climatología y suelo de los valles de los ríos Ulla y Sar, menguando en tamaño pero ganando en aroma, dando lugar a pequeños pimientos respingones de intenso sabor.
Cuando aún son pequeños, se lleva a cabo la recolección, ya que ése es el momento en el que el sabor alcanza su mayor culmen. Si se dejan crecer, se hacen algo más largos, más parecidos a los convencionales, y, si son de los picantes, adquieren un tono rojo intenso.
Mucho tienen que ver los franciscanos con la aparición de esta verdura en Herbón. Parece ser que los monjes del monasterio trajeron de la evangelización por las Indias Occidentales algunas semillas, que acabaron sembrando en la huerta del monasterio y dando lugar a los conocidos pimientos de los que hoy podemos disfrutar. Los auténticos, procedentes de esta aldea y sus alrededores, tienen un precio bastante elevado en comparación con otras imitaciones que se cultivan en Almería o Marruecos. De hecho, sus agricultores luchan por obtener la Denominación de Origen.
?Cómo saber si picará?
Aunque parte de la gracia de deleitarse con los pimientos de Padrón es sorprenderse con los picantes, son muchos los que quieren evitar el susto que trae el consabido escozor, intentando averiguar cuáles serán los que podrán comer sin sobresaltos.
La temporada comienza en mayo y se alarga hasta finales de verano. De hecho, agosto en Hebrón se viste de fiesta para celebrar la cosecha de los pimientos y todos sus habitantes (y cientos de visitantes curiosos) se unen a las festividades degustando esta sabrosa hortaliza. Normalmente los primeros en recolectarse son inofensivos... van picando más a medida que nos adentramos en agosto y septiembre.
Aún así, los agricultores aseguran que los más suaves suelen ser los de pequeño tamaño, aunque siempre hay excepciones que confirman la regla. En cualquier caso, la temporada y las dimensiones del pimiento suelen tener que ver en el hecho de que piquen o no.
!A la mesa!
Su preparación es muy fácil. No tenemos más que freírlos, bien hechos, en abundante aceite de oliva. A la hora de servir se aderezan exclusivamente con sal gorda y ya están listos para degustar. Normalmente se consumen como tapa, ración o aperitivo, aunque su incorporación a otro tipo de recetas es cada vez más habitual, por ejemplo, rellenos o en compañía de otras verduras.
Sin embargo, lo más frecuente es verlos como guarnición de platos de carne, marisco o pescado, sobre todo, de especialidades gallegas. Una fuente de pimientos de Padrón con pulpo a feira y empanada se convierte en el mayor manjar imaginable.