EL CUMPLEAÑOS DE MICKEY

Norma Alasia (*)
Las 10.40 de la mañana es una buena hora para dormir cuando uno estuvo despierto hasta las 04.30 pero aquel día Mickey no podía seguir en la cama; lo estaba esperando su tío con un regalo.
El joven cumplía 16 años y deseaba ansiosamente tener una guitarra propia porque cada vez que tenía que tocar con sus amigos en alguna fiesta y su hermano no le prestaba la suya, se veía en serios problemas que, generalmente, terminaban en peleas insoportables.
El look de la vincha sujetando por la frente su larga cabellera, lo había copiado de su tío Enrique, Quique para los amigos. Aunque lo difícil para Mickey era dejarse los bigotes, su padre todavía no se lo permitía, pero podía beber cerveza y, cada tanto, fumar en su compañía. Su hermana Sarita le había traído del mercado un par de camisas coloridas; con los pantalones no tenía problema, ni con las zapatillas.
Sin embargo, por estos días, una de las cosas que más inquietaba al joven era María, también conocida como María-María por los estúpidos del barrio que sólo tienen buena memoria para las cosas que cualquier persona normal quisiera olvidar. María, hasta los diez años, tartamudeaba al hablar pero para Mickey eso no era importante, él solo tenía memoria visual para cerrar sus ojos y ver los de María, grandes, negros y llenos de expresividad; o para recordar su sonrisa dibujada en esos labios rosados que lo volvían loco y esas mejillas que esperaba poder acariciar pronto.
Sarita le había contado que algunas de sus compañeras de la escuela gustaban de él; sí, así es, Mickey tiene lo que se llama “arrastre”. Es alto y viste con un estilo años ’70 que, vaya a saber por qué, atrae a las chicas.
Camino a la casa de tío Quique, Mickey se encontró con Salvador Jesús Domínguez, el baterista de su banda, quien se unió a él con el fin de ver antes que nadie al nuevo “integrante” del grupo; el primo de Mickey, José Ignacio, le había dicho que era una guitarra eléctrica como ésas que a él tanto le gustan.
Cuando habían hecho doscientos metros los llamó Diego Antonio Guerrero, bajista y amigo de la infancia de Mickey que, según se decía por ahí, estaba seriamente comprometido con Inesita Rivero; vaya a saber por qué se habían comprometido, pero ellos tienen 19 años y hacía tres meses habían pasado unos días juntos en la playa de Maldonado porque tocaba la banda preferida de la chica y Diego quiso darle el gusto de llevarla, entonces ahorró todo lo que pudo y fueron para que ella cumpliera su sueño; ahora Inesita había engordado un poco pero nadie, en el grupo, hablaba de eso, ante todo, se respetaba a los amigos.
Mickey y Salvador le contaron a Diego adónde iban y éste no pudo resistir las ganas de acompañarlos y el trío de un comienzo en pocos metros se convirtió en cuarteto, cuando Esteban Molina, el percusionista, los vio desde el camión de su padre y se bajó para unirse a ellos. No sabía adónde iban porque no preguntó pero, a quién le importaba, era el cumpleaños de Mickey y, curiosamente, estaban todos despiertos para festejarlo desde temprano.
Tía Isabel los llamó cuando los vio pasar, quería saludar a su sobrino preferido y darle unas masitas recién horneadas para que fueran comiendo por el camino; sabía adónde iban y suponiendo que la tía Elvira no tenía nada en su casa para convidarles, les dio provisiones suficientes para los cuatro. Como los chicos no querían que nadie los viera con un plato de plástico lleno de galletitas tapadas con un repasador por la calle, llamaron a Duquesa, que es la hija menor de tía Elvira y de tío Ricardo; pero la chica no quería ir sola entre tantos varones, así que llamó por teléfono a Rosita Ramos, quien en un segundo estuvo ahí.
Entonces todos caminaron por el barrio que, a este punto, estaba un tanto alborotado porque un grupo así de chicos antes del mediodía, no es algo que se ve todos los días; pero cuando estaban por llegar, las chicas dijeron que tenían “algo que hacer”.
Así fue como los cuatro amigos llegaron a su destino casi corriendo y sin galletitas; tío Quique, que no tenía hijos y a esta altura de su vida pensaba que nunca los iba a tener, salió corriendo para abrazar a Mickey, todos entraron a la casa ansiosos por lo que le esperaba al agasajado quien, cuando recibió la guitarra, no pudo contener las lágrimas. A decir verdad, todos lloraron un poco, era un paso importante para el grupo; pero uno de los momentos más emotivos fue cuando llegaron Sarita, Inesita y Rosita con María porque ésta llevaba una torta de cumpleaños que su madre había preparado a pedido de la abuela de Mickey, quien estaba escondida, al igual que el resto de la familia, lista para cantar a viva voz el Feliz Cumpleaños.
(*) Esta historia nació mientras escuchaba la canción “Smooth”, de Carlos Santana.

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