ENTREVISTAS IMAGINARIAS: DÉCIMA ENTREVISTA

por Norma Alasia

– Recuerdo cuando era chico y me tenía que ganar las monedas para pagar la entrada de cine, ayudaba a mi padre en todo lo que podía. Quizás no suene bien decir que “todo tiempo pasado fue mejor” pero a diferencia de lo que veo en la actualidad con los adolescentes, nosotros nos teníamos que ganar cada cosa; satisfacer nuestro caprichos, nuestros gustos, por simples que fueran, a veces no resultaba fácil, comentó R.M.
– Yo, de cuando era chico, recuerdo que con mi abuelo materno aprendí el culto por el ahorro. Él era carpintero y me hacía alcancías con pedazos de madera que le sobraban de sus trabajos, alcancías que abríamos una vez por año, dijo Z con un dejo de nostalgia que lo invadía desde temprano.
– Mi relación con la literatura comenzó con el cine. Mi primer recuerdo es una salida con mi madre, mis hermanos, mi tía Rosaria y mis primos al cine del barrio. Ese día, por alguna razón en particular, daban varios cortos de Disney; por lo general proyectaban dos largometrajes: primero la película que servía de soporte, por así llamarla y al final, la principal. Cuando salimos quise pasar por la bibioteca, que aún estaba abierta, e inspirado por los films que habíamos visto saqué prestados dos libros con historias de cowboys para niños, con tantas ilustraciones y poquísimo texto; los disfruté muchísimo “leyéndolos” como podía varias veces. Soy el mayor de tres hermamos y, obviamente, aprendí a leer antes que ellos entonces, en parte para darme “aires” y en parte porque me gustaba, todas las noches les leía un cuento corto.
– Me resulta interesante lo que nos contás porque mi relación con mis dos hermanos, uno mayor y otro menor, fue al mejor estilo MacGyver. Pasábamos horas armando y desarmando cosas y la única lectura que compartía con ellos era la de los folletos que acompañaban los diferentes aparatos que caían en nuestras manos. En cuanto a mis libros sentía que eran sólo míos y no los compartía con nadie, es más, no recuerdo que ellos tuvieran ninguno; en la casa de mis padres sólo yo andaba siempre con un libro bajo el brazo, a veces eran dos.
– ¡No me digas que uno era de prosa y el otro de poesía!, exclamó el entrevistado.
– Exacto, respondió Z. Como podés apreciar, nunca me caractericé por ser original. Y en cuanto al cine y la literatura, ¿cómo fue que te ofrecieron llevar al cine tu best seller?
– Me llamó mi editor para decirme que lo habían contactado y me expuso la oferta (tentadora, por cierto). Entonces tuve mi momento de reflexión, ese instante cuando sentís que las cosas comienzan a irte bien y no recuerdo si me pellizqué pero tuve la intención de hacerlo; después me pregunté si le estaba vendiendo mi alma al diablo pero me di cuenta que iba a ir todo sobre ruedas si ponía como condición supervisar yo mismo el guión de la película -por suerte accedieron y así fue-, finalmente pude expresar algún sonido y decir que estaba interesado en la propuesta.
– ¿Y ahora te alegrás por haber tomado esa decisión?
– Por supuesto que sí ya que a esa propuesta inicial siguieron otras y la tranquilidad económica que me representa todo esto me posibilita escribir mucho más relajado. Tuve que cambiar hábitos que tenía de toda una vida; por ejemplo, yo en la actualidad sé que no siempre voy a escribir en mi casa, sentado frente a mi escritorio y con vista al jardín de mi casa. A veces escribo en un avión o en el set donde están rodando algún film basado en un libro mío, o sentado frente a otro escritorio y con una vista que me resulta totalmente ajena. Pero me gusta este cambio y no solo por la solvencia económica también porque sé que estaba necesitando un cambio, respondió R.M. con sinceridad.
– Siempre firmaste con las iniciales de tu nombre; ¿por qué?
– Porque pensé que nadie iba a leer lo que escribía, entonces, para qué darle un nombre a mis escritos. Después me di cuenta que necesitaba un agente ya que tenía un público que me seguía y si bien mi agente me aconsejó que pusiera mi nombre y apellidos completos en mis trabajos, no tuve ganas porque la gente me conocía como R.M. y para ellos me llamo así. Además, todos saben que me llamo Ricardo Montalbán, como el actor.
– Imagino que resulta difícil llevar el nombre de una persona famosa.
– Sí y no, pero es como todo, tenés que usar el ingenio. Hubiera sido difícil si lo hubiera usado desde un comienzo pero con mi decisión inicial de firmar con las siglas de mi nombre, todo resultó más fácil, respondió el escritor riendo.

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