ENTREVISTAS IMAGINARIAS: QUINTA ENTREVISTA

por Norma Alasia

­­– Usted conoció el exilio siendo muy joven.
 Exacto. Me fui de mi país cuando todavía estaba cursando la carrera de Bellas Artes en la universidad estatal. Por aquel entonces, todo se había vuelto difícil. Nosotros, me refiero a la chica que era mi pareja y yo, nos dedicábamos a lo nuestro, ni siquiera íbamos a manifestaciones en la cuales no creíamos. La mayoría de nuestros amigos participaban en diferentes grupos pero nosotros estábamos en un período que siempre llamamos “dark”, debido a que por alguna razón nos concentramos en el análisis minucioso del arte de la Baja Edad Media. Nuestra intención era terminar con este período para saltar “a la luz”; pretendíamos invitar a estudiantes de distintas ramas del arte para recrear el paso de la Edad Media al Renacimiento y detenernos ahí para formar una especie de exhibición artística mostrando el resultado de nuestro trabajo. Incluso habíamos fantaseado en tener un grupo sólido que trabajara las distintas etapas del arte con la finalidad de hacer muestras bienales.
– Pero todo quedó en la nada.
– Sí, porque nos dimos cuenta de que no era el momento justo; muchos de nuestros amigos se habían ido al exterior o al interior del país, a pueblos en donde les resultara fácil esconderse. A veces las grandes ciudades suelen ser el peor escondite, hablo por lo que me tocó vivir. Entonces un día, nuestros padres que, a decir verdad, no se conocían personalmente, nos dijeron que querían que nos reuniéramos los seis para hablar. Aceptamos sorprendidos y ellos nos estaban esperando con unos billetes de avión en la mano; nos dijeron que preferían tenernos lejos a perdernos para siempre. Era el mediodía de un día lluvioso, a mediados de abril y los pasajes eran para esa misma noche. Nuestro destino era ciudad de México y allí estuvimos un tiempo sin poder adaptarnos, ni siqueira teníamos ganas de pintar; entonces decidimos ir a París, sentíamos que Montmartre era nuestra. Si bien no fue exactamente así, nos quedamos en la ciudad que nosotros llamábamos “de Cortázar” y poco a poco, con la ayuda de gente que se encontraba en nuestra misma situación y con otras personas que jugaron el rol de “mecenas”, vivimos nuestro propio Renacimiento de una manera muy distinta a la que habíamos imaginado.
– ¿Fue un Renacimiento en sus vidas personales y en sus vidas como artistas?
– Entendiste a la perfección; quizás esté comenzando a expresarme correctamente cuando hablo de aquel período de mi vida; siempre me costó mucho trabajo hablar de aquello.
– No era mi entención incomodarlo. Quería recorrer su vida paso a paso porque, hasta donde yo sé, a su “Renacimiento” como artista plástico le siguió la etapa en la que se convirtió en escritor.
– Así es y todo sucedió sin que me diera cuenta. Mi pareja y yo decidimos separarnos, éramos buenos amigos pero no podíamos seguir conviviendo, se estaba volviendo incómodo. Entonces, cuando ella me dijo que se iba a vivir con unas amigas, le dije que se llevara nuestras cosas; tomó unos cuantos pinceles y algunos materiales para trabajar: óleo, acrílico. Pero yo le dije que se llevara todo, pensó que había enloquecido y creo que tenía algo de razón, si hasta le di mi caballete, le pedí que me lo tuviera en custodia por un tiempo ya que había decidido hacer un viaje y no sabía cuándo iba a regresar. Comencé recorriendo Francia, después pasé a Bélgica y de ahí en más, no sé, fue un largo camino que duró tres años. Poco tiempo después de haber vuelto a París nos encontramos una mañana en la panadería; fue gracioso ver la expresión de su rostro, estaba segura de que me “había pasado algo”, éstas fueron sus palabras, yo diría que estaba segura de que estaba muerto. Me contó que estaba casada y que era madre de una hermosa nena a quien había dejado con su abuela paterna y que ella estaba trabajando como profesora de Pintura por la tarde y su marido, a esa hora, se encontraba en el trabajo. Yo, simplemente, había ido a comprar una baguette; estaba viviendo en el departamento de un amigo, cerca de la panadería.
– ¿Fue en ese entonces cuando empezó su carrera como escritor?
– Fue durante el viaje. La primera noche que pasé fuera de París me decidí a escribir lo que me estaba pasando, todo lo que estaba sintiendo; de lo contrario, mi vida se iba a tranformar en un infierno sin sentido. Después de tres años tenía escrito dos libros y apenas llegué a la Ciudad uno de mis amigos me contactó con su editor quien dijo que por mis venas corría tinta en vez de sangre. Unos meses más tarde, la Editorial estaba hablando de una segunda edición y para la Navidad siguiente, mi segundo hijo salió a la luz. Estaba pasando todo muy rápido pero eran cosas positivas y decidí seguir adelante sin pensar demasiado en el asunto.
– ¿En ningún momento extrañó pintar?
– Cuando llegué a París con la intención de radicarme ahí, no. Durante mi viaje debo reconocer que sí, por eso hice algunos trabajos que hoy llenan de orgullo a sus dueños, por aquel entonces sólo les habían gustado. Pinté un par de frescos en las paredes de un bar en Estocolmo, las otras las pinté al estilo “pintor de brocha gorda”, que para eso había estado contratado; recuerdo cuando le dije al dueño del bar que podía hacer algunos dibujos, me miró sorprendido y me respondió que no me iba a pagar ni un centavo más de lo pactado. Le respondí que iba a necesitar que me pague el almuerzo y cuando terminé mi primer fresco me propuso darme una habitación para dormir gratis más el almuerzo. Pocos días antes de reabrir el bar vino con su hermano y socio y me dijeron que tenían otro trabajo para mí. Terminé haciendo un segundo fresco y comiendo y durmiendo gratis pero me pagaron lo que habíamos estipulado al comienzo. Siempre les estuve agradecidos y, cada tanto, cuando siento la necesidad de desintoxicarme del mundo agitado que se vive en la ciudad voy a visitarlos, nos hicimos buenos amigos.
– Imagino que entre fresco y fresco su libro seguía creciendo.
– Sí, porque nunca fui amante de la televisión ni del alcohol, entonces por las noches no tenía demasiado que hacer. Al comienzo de mi carrera como escritor trabajaba exclusivamente por las noches y después exclusivamente por las mañanas, desde las seis hasta las doce; ahora trabajo todo el tiempo. Cuando estoy en la última etapa de un trabajo descanso poco y nada pero cuando lo termino en tiempo, quiero decir cuando no tengo que pedir una prórroga en la editorial, me siento tranquilo.
– ¿Y su esposa no se queja de que usted sea tan obsesionado por su trabajo?
– Nosotros nos conocimos hace sólo diez años; ya estábamos en edad de jubilarnos pero le expliqué que en mi trabajo la jubilación llegaba junto con el cementerio.
– ¿Ella a qué se dedica?
– Tiene un negocio donde hacen tortas artesanales, trabaja junto con su amiga y socia y algunas chicas estudiantes. En el trabajo de ellas tampoco existe la jubilación, entonces un par de veces al año hacemos un viaje para despejar nuestras mentes.
– Su último libro tuvo un éxito de ventas sin precedentes; ¿ahora en qué está trabajando?
– Estoy escribiendo semanalmente para un periódico, como sabrás, resultó ser más empeñativo de lo que había imaginado. Nunca antes había colaborado semanalmente y lleva su tiempo. Además, estoy haciendo un ensayo pero no me gusta hablar de mi “trabajo en curso”.
– Respeto su decisión y le agradezco que haya viajado tanto para estar con nosotros.
– Debo confesarte que la invitación que me hicieron para venir a tu programa sirvió como motivador para hacer un viaje “relax”. Tuvimos un largo camino para llegar hasta acá pero la vuelta va a ser muy placentera, lo sé. Mi esposa y yo somos los agradecidos.

Fuente: este post proviene de historiasalahoradelté , donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Recomendamos