¡Vale ya! Con el rollo de ser el más pequeño de la especie casi nadie cuenta conmigo. Los grandes son los que se llevan el aplauso general y a mí únicamente me queda hacer el papel de comparsa. Y que conste que no estoy nada mal. Soy producto de una selección genética. Supongo que durante el proceso de selección a algún científico se le fue la olla y me dejó enano, del tamaño de una cereza, por eso se me conoce con el nombre de "cherry". ¡Qué originales!, ¿no?. Yo soy redondo, pero alguno de mis hermanos de laboratorio salieron ligeramente amelonados. Redondos o amelonados somos mucho más dulces que nuestros mayores, pero a pesar de ello sólo se nos atribuyen una función simplemente ornamental. En una ensalada, alguien de la cocina dice: "¿Y si pongo unos cherries?". Y una voz como desganada responde: "Bueno, si quieres". Así no se puede ir por la vida. Suerte que, muy de tarde en tarde, se nos da el protagonismo que merecemos. Es el caso de este plato de hoy. Somos un buen aperitivo y no desmerecemos si nos ponen al lado de un plato de aceitunas rellenas, o en un salmorejo.
RECETA.
INGREDIENTES
Tomates cherry.
Sal.
Aceite de oliva virgen extra.
Azúcar.
Vinagre de Módena.
Pimienta negra.
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PREPARACIÓN
Hacer un pequeño corte a los tomates para que abran mejor.
Poner una cazuela con agua y cuando rompa a hervir echar los tomates. Dejarlos unos segundos, sacarlos y meterlos en agua fría con hielo para que no se cuezan.
Cuando estén fríos, pelarlos y pasarlos a un recipiente.
Aliñarlos con sal, pimienta negra recién molida, vinagre de Módena y aceite de oliva.