La presentación de la mesa es crucial. Cuando la persona invitada llegue, lo primero que va a ver es la mesa ya preparada pero sin la comida servida, por la que la disposición de todos los elementos tiene que causar una buena primera impresión. Debemos estar a la altura de las circunstancias y sacar la mejor vajilla para un momento que queremos que sea especial. Para cada bebida (vino, agua, cava, champán...) tiene que haber una copa distinta. En cuanto a la disposición de los cubiertos, el tenedor se sitúa a la izquierda del plato, y la cuchara y el cuchillo (con el borde de sierra hacia el interior) a la derecha. Si vamos a utilizar distintos cubiertos, los que primero vayamos a emplear van en los extremos. Las servilletas, si no se colocan encima del plato, las pondremos a la izquierda del tenedor (y mejor que sean de tela, no de papel).
Todos los elementos que utilicemos tienen que conducir y ayudar a que la comunicación sea fluida. Para ello es mejor que los comensales se sienten el uno frente al otro. Si la mesa es pequeña, no conviene sobrecargarla con multitud de cubiertos, vasos y platos. Es mejor poner lo esencial pero que quede agradable. Por ejemplo, un par de velas pequeñas o un sencillo motivo floral en el centro es suficiente. Si nuestra mesa es más grande, podemos combinar más elementos en la decoración, pero siempre evitando que corte el campo visual entre los dos. Además, cuanto más decoración incluyamos, más posibilidades hay de que nos dificulte la labor de anfitrión y estropeemos la velada.
El color rojo y blanco suelen llamar más la atención en este tipo de encuentros, por lo que si podemos combinar el mantel y otros elementos decorativos con estos colores, habremos dado un paso importante para causa una primera impresión estupenda. Además para ambientar la cena podemos utilizar la música suave de fondo, que siempre resulta una idea infalible para hacerlo más especial.
Con estos preparativos, tendremos la base para organizar una cena perfecta. Pero falta elegir un buen menú. Las cenas siempre tienen que ser ligeras, y más si lo que queremos es organizar un encuentro íntimo donde es más importante la conexión que tengamos con la otra persona que lo que podamos comer. Hay que tener en cuenta las preferencias del invitado y no preparar nada arriesgado que pueda no gustarle: un entrante liviano (ensaladas o consomés) y un plato de carne o pescado es más que suficiente. De postre debemos ofrecer algo que sea sencillo de comer (nada copioso) y que facilite la digestión, como una macedonia o un sorbete de limón.
Si todo sale según lo previsto, al terminar la cena podemos ofrecer alguna copa o licor suave para seguir manteniendo un ambiente agradable para la conversación.
¿Tienen algún otro consejo que quieran compartir?
Texto de Pablo Girón.