Chorizos en almíbar. El teatro romano, la casa de la Cultura y la calle Alcazabilla



Seguimos paseando por esta Málaga de mis amores, la Ciudad de El Paraíso como la llamó Vicente Aleixandre.
Nos vamos a la calle Alcazabilla. Su nombre viene porque corre paralela a la Alcazaba. Se reúnen en escasos metros vestigios de las distintas culturas de la ciudad y sus moradores. Ya existía en tiempos de la Reconquista de los Reyes Católicos con el nombre de Calle de los Monteros, digo yo que este nombre sería porque era por donde iban los que subían y bajaban los montes de Málaga, que como todo el mundo sabe, está encorsetada entre el mar Mediterráneo y los montes, dibujando lo que se ha dado en llamar "la olla de Málaga". Este nombre le viene bien, tanto por su estructura como por su comportamiento. Cuando aprieta la calor, nos cocemos todos en nuestro propio jugo.


Chorizos, un vaso de vino, 1/2 vaso de azúcar, 1 cucharada de miel

En alto está la Alcazaba, ciudadela residencia del gobernador árabe, que sigue ahí gracias a las idas y venidas de los regidores malagueños que han sido muy dados a encargar proyectos que luego echaban por tierra los siguientes en el cargo. Fue a finales del siglo XIX cuando se presentó un proyecto para eliminar La Alcazaba y el cerro donde se asienta, y así unir la plaza de la Merced con el hospital Noble porque todavía no existía el Parque, el mar llegaba a la Cortina del muelle. Ésa a la que nos referimos cuando algo es muy largo y tedioso, "más que echarle un dobladillo a la Cortina del Muelle", y al pie de la Aduana que está justo al lado. El presidente del Gobierno, Cánovas del Castillo, malagueño de pro dio su aprobación y la verdad es que la Alcazaba estaba en un estado lamentablemente ruinoso. Menos mal que llegó Juan Temboury y la rehabilitó, dejándola como los chorros del oro, del moro en este caso.


Quitar la piel


Colocar en una cazuela de barro

En 1951 se descubrió bajo la estructura de la Alcazaba, el Teatro Romano que se había levantado aprovechando la pendiente del terreno, mientras construían la Casa de la Cultura. La gente preguntaba que para qué eran las obras. Contestaban que para un Museo, pero se veía tan horroroso, que al acabarse ya se conocía como el "Mufeo". En honor a la verdad, resultó ser una mole grisácea con ventanas muy pequeñas, que menos mal que demolieron a finales de los noventa del siglo pasado para recuperar el Teatro Romano mucho más bonito e interesante.

En los años sesenta, hemos visto los malagueños representaciones de los festivales de teatro greco-latino de la compañía de Ángeles Rubio Argüeles (ARA) al aire libre en el teatro romano. Allí empezaron actores malagueños como Antonio Banderas, al que todavía recuerdo declamando en el coro de una obra clásica: "oh, Dioh Zóoo", pronunciación local de "oh, Dios Sol". Yo, que me he apuntado a todo desde pequeñita, he visto a Emilio Gutiérrez Caba actuar en el teatro que tenía la compañía ARA en la plaza del General Torrijos, conocida por la plaza del Hospital Noble. Los malagueños tenemos la manía de llamar a las cosas y a los sitios según nos viene en gana.

Pues cavando y cavando, se descubrieron en la calzada de la calle Alcazabilla restos de fábricas de salazones de pescado, datados del tiempo de los fenicios, o sea, de ayer mismo. Estas factorías fueron trasladadas extramuros, no olían nada bien. Se fueron a lo que hoy conocemos como El Perchel, que se llama así por las perchas donde se colgaban los pescados para secarlos.


Añadir el azúcar, el vino...

Y la miel

A principios de los años sesenta, se descubrió parte de la calzada de la calle Alcazabilla. Según caminabas por las aceras, se veía un retén de gente cavando cuidadosamente entre parcelas limitadas por cordeles. Eran arqueólogos y sus equipos. Me paré a mirar y reconocí una nuca: era mi amigo Federico, dependiente de la librería Denis, que por lo que se ve tenía aficiones exploradoras de lo antiguo.

- Uy, Federico, ¿qué haces ahí abajo?
- Pues ya ves, que estamos liados con estos asentamientos fenicios...
- No sabía yo que te interesaba la arqueología. Vaya, que parece que estuvieras en una excavación en Egipto, venga a sudar rodeado de cascotes -, dije yo con cara de circunstancias, porque soplaba un terral que derretía las piedras, a ver si se animaba.
- Calla, que no veas lo que estamos pasando con estas calores.
- ¿Y esto qué son, tumbas o algo así? -, la verdad, parecían tumbas aunque no había esqueletos ni nada parecido.
- No, mujer. Parecen más bien depósitos de salazones.
- ¡Oye, tú! Déjate ya de palique, que aquí se viene a trabajar, no a charlotear con las niñas -, gritó desde otra parcela uno con pinta de estar sufriendo un tabardillo tremendo por culpa del calor.
- ¿Y este quién es? Ofú, qué mal humor...
- Mi jefe, que es del Norte y se pone malo con este clima. Estaba el hombre como para que lo mandaran al desierto a remover vestigios.


Cocer a fuego medio, hasta que haga el almíbar

Me disculpé, sospechando algo que ya he comprobado: mi atractivo irresistible para los malhumorados. Me fui y allí se quedó Federico dale que te pego con una brochita, cepillando un terrón de algo misterioso que lo mismo resultaba ser un chino de la playa. Santa paciencia.
Con el tiempo, han puesto una pirámide de cristal, al modo de la del Centro Pompidou en el Louvre, pero tan pequeña que si te descuidas, te saltas un ojo con uno de los remaches. Es para ver cómodamente los depósitos de Garum que se conservan junto a los restos del Teatro Romano a los que contribuyó Federico y ni siquiera lo mencionan en un plaquita.
Cerca de la pirámide, están los jardines dedicados a Ibn Gabirol, poeta y filósofo malagueño del siglo XI. Tiene una estatua medio escondida frente a El Pimpi, restaurante muy frecuentado por propios y extraños. Escribió en árabe, era judío y no sabemos pronunciar su nombre. Nos movemos entre Ben, Bin e In. Lo único en lo que coincidimos es en lo de Gabirol, que ya es algo. Hay un instituto de enseñanza secundaria con su nombre, no sé cómo lo pronunciarán los alumnos.

Esta receta de hoy resulta igual de sorprendente que el entorno de calle Alcazabilla, incluido Ibn Gabirol. Chorizo cocido en vino y con almíbar. E igual que esta zona de Málaga, enamora una vez que te lo conoces. Es rápida, fácil y apetitosa. Probadla.
Chorizos en almíbar

Ingredientes.

Chorizos crudos de los que llaman de rosario, pequeños y redondos. Se puede hacer con cualquier otro tipo de chorizo.
250 cc de vino blanco. He usado amontillado, que era el que tenía.
100 gr de azúcar.
1 cucharada de miel de caña.

Elaboración.
Separar los chorizos de la ristra, quitarles la piel y disponerlos en una cazuela de barro.
Volcar el vino, el azúcar y la miel.
Cocer a fuego medio moviendo la cazuela de vez en cuando, hasta que se forma una espuma y el azúcar se ha disuelto.
Servir caliente, con pan para mojar la salsa.

Nota: los más atrevidos pueden añadir una cayena seca al principio, os va a sorprender.

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Etiquetas: carnesguisos

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