Si hace cien años hubiéramos dicho que el pollo iba a ser hoy uno de los alimentos más consumidos nadie lo habría creído. Y es que entonces, este producto era un artículo de lujo al alcance de muy pocos. Hoy en día, las técnicas de crianza y comercialización de estas pequeñas aves han convertido su carne en uno de los ingredientes más utilizados en la cocina diaria.
Cuando comemos, por ejemplo, una pechuga de pollo, no nos planteamos todas las propiedades beneficiosas para nuestra salud que contiene. Además, en el último año han sido muchas las dudas que han surgido sobre la calidad de la misma. El temor a contraer enfermedades a través de su ingesta ha provocado un descenso del consumo, aunque en España no ha sido tan excedido como en otros países de la UE.
Por ello y porque la carne de pollo hay que comerla con seguridad, el 5 de julio se presentaba en Madrid la Guía 'La carne de pollo en la alimentación saludable'. El Dr. Lucio Cabrerizo y José Ignacio Barragán, co-autores de este manual, explicaron cómo nos beneficia este alimento y de qué forma se asegura la correcta crianza de las aves para su posterior consumo.
Todo nutrientes
Si queremos llevar una dieta equilibrada debemos tomar alimentos que nos proporcionen las cantidades adecuadas de energía, nutrientes, vitaminas, minerales y oligoelementos, que ayuden a mantener a nuestro organismo en forma e inmune a posibles enfermedades. El pollo es una de las mejores opciones.
Según el Dr. Lucio Cabrerizo, responsable de la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y Secretario de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, su carne es una de las que mayores beneficios presenta para nuestro organismo, ya que es rica en proteínas, vitaminas y minerales.
Es una buena fuente de proteínas, con aminoácidos esenciales de fácil digestión. Afirma el Dr. Cabrerizo que "si ingerimos un filete pequeño de pechuga de pollo, estaremos aportando a nuestro organismo el 30% de sus necesidades medias de proteínas diarias". En cuanto al contenido de grasas, el pollo se caracteriza por el bajo aporte de las mismas, y como consecuencia, el pequeño riesgo de padecer colesterol. Es, por ello, que se considere una carne magra. Por otro lado, los autores señalan que en este alimento predomina la "grasa buena", con efectos positivos en la salud cardiovascular.
Otro de los grandes aportes son las vitaminas. Predominan las del tipo B; la niacina o B3 transforma el alimento en vitamina, mientras, la B6 o piridoxina favorece la formación de glóbulos rojos y el buen funcionamiento del cerebro. La vitamina B1 colabora con el correcto trabajo del sistema nervioso, del corazón y del cerebro, y la B2 cuida de nuestro aspecto externo, principalmente, del pelo, las uñas y la piel. Además, esta carne contiene ácido fólico, imprescindible para evitar problemas durante el embarazo o enfermedades cardiovasculares.
El pollo es también fuente de minerales. El fósforo que nos aporta nos ayuda a mantener sanos los tejidos cerebrales, y al mismo tiempo, cuidar nuestros huesos y dientes. También obtenemos hierro, imprescindible para el sistema inmunológico. Por último, la ingesta de este alimento nos proporciona un tercer mineral, el potasio.
Ahora bien, según la forma en que cocinemos el pollo, éste perderá más o menos nutrientes. Es importante tenerlo en cuenta para saber cómo preparar los platos respetando las propiedades que más nos convienen en cada momento. Así, un filete a la plancha o que se haya cocinado mediante un horneado rápido, conservará la mayor parte de sus cualidades. Pero, a mayor cocción y acuosidad, menos se conservan los nutrientes en la carne.
Para mí, para ti... para todos
En la infancia es una carne ideal para los niños que comienzan a aprender a comer. A partir de los seis meses de vida podemos incluirla en la dieta de los más pequeños, ya que se digiere bien, se puede combinar con muchos alimentos y es altamente nutritiva. Durante el embarazo su aporte de vitamina B y ácido fólico la convierten en una de las mejores formas de evitar la espina bífida. Los responsables de la Guía 'La carne de pollo en la alimentación saludable' aconsejan que durante la gestación y la lactancia se tomen dos raciones diarias de alimentos proteicos, entre ellos, pechugas u otras partes del pollo.Un tercer grupo de personas para el que se recomienda son los ancianos. En ocasiones, quienes llegan a la vejez dejan de comer carnes porque les resulta difícil su masticación y su digestión. Con ello lo único que consiguen es perjudicar su salud ya que esta deficiencia nutritiva deriva en anemias. Esta carne es muy adecuada ya que su jugosidad hace de ella un alimento fácil de tomar.
También en la enfermedad
Por sus cualidades y los nutrientes que contiene, la carne de pollo está especialmente indicada para el tratamiento de algunas enfermedades como la obesidad, la diabetes, afecciones cardiovasculares, etc. La característica que más colabora a su uso en estas dolencias es que se trata de un alimento hipocalórico y bajo en grasas.En el caso de que debamos seguir una dieta blanda, el pollo es lo más indicado, por tratarse de una carne blanda y de fácil masticación. Los expertos recomiendan que se cocine con piel o en guisos no secos, para que pueda conservar su jugosidad.
Está también señalada para celíacos. En este caso, y en cualquier otro en el que se tome carne de pollo como beneficio durante alguna enfermedad, los especialistas en nutrición como el Dr. Cabrerizo, recuerdan que siempre se tomará un alimento fresco y no derivados. Estos últimos han sido tratados y en la mayoría de los casos han perdido todas sus propiedades y nutrientes.
Del huevo a la mesa
José Ignacio Barragán, presidente de la Asociación Española de Ciencia Avícola, AECA-WPSA, y co-autor de la Guía 'La carne de pollo en la alimentación saludable', asegura que la crianza y posterior matanza de los pollos debe ser un "valor añadido para el consumidor" por la seguridad que ofrecen. La salud pública, la seguridad alimentaria de los consumidores y el bienestar animal son los tres factores que deben incidir a la hora de producir carne de pollo.Por ello, en las granjas de crianza de estos pequeños animales se siguen unos criterios muy estrictos de alimentación, cuidados y manejo.
En primer término, la bioseguridad es un sistema destinado a evitar que los patógenos pasen a los animales domésticos. Esto se consigue mediante rigurosos procesos de limpieza y desinfección de los lugares donde se crían los pollos, además de un estricto control veterinario sobre las propias aves.
Como si de personas se tratará, los pollos deben vivir en situaciones de menor estrés posible. Su alimentación se cuida hasta el último gramo. Ésta se compone de: un 60% de cereales, trigo, en mayor proporción, y cebada, aunque si vemos un animal de plumaje amarillo quiere decir que ha sido alimentado con maíz; un 30% de harina de soja, que los aporta proteínas; y el 10% restante de grasas, minerales y otros nutrientes.
Desde el 1 de enero del presente año está prohibido utilizar cualquier tipo de antibiótico que favorezca el crecimiento de las aves, y en el caso de los aditivos, sólo pueden utilizarse los permitidos por la "dura normativa de la UE, lo que favorece al consumidor", en palabras de J. I. Barragán.
El proceso en el que se sacrifican los pollos está, también, especialmente controlado por veterinarios ajenos a la empresa criadora, veterinarios oficiales, lo que supone una "garantía adicional para los consumidores", afirma el presidente de la AECA. Estos profesionales controlan todos los ejemplares que se vayan a destinar al comercio y contra su decisión no cabe réplica, si un animal no es apto, nunca lo será.
En definitiva, el control ejercido sobre la crianza garantiza un buen producto. Además, en todos los países miembros de la UE, la seguridad alimenticia está garantizada por la trazabilidad. Este método nos permite reconstruir toda la historia de la carne de pollo que vamos a ingerir, desde el huevo a la mesa.
El consumo de pollo en España
Nuestro país es el segundo productor de la UE; nuestra aportación supone el 13% del total del continente, y el 1,8% del producto mundial. En cuanto a su consumo, somos también uno de los territorios que más utiliza el pollo en la alimentación: según datos facilitados por la Guía, en los hogares un tercio de los alimentos ingeridos son partes de este ave, en la hostelería un 30%, y en los centros escolares y laborales está cifra aumenta hasta un 42%.
La época del año en la que aumenta el consumo es el verano. Esto se debe a que con la llegada de turistas los establecimientos hoteleros aumentan la producción y variedad de sus menús, la carne de pollo supone una opción muy asequible a los bolsillos y permite una gran variedad de presentaciones.
En los últimos años han hecho acto de presencia en nuestros mercados distintos tipos de pollo. Esto no quiere decir que el elemento básico no sea de calidad, al contrario, éste es el producto óptimo, pero sobre él se aporta un valor añadido al consumidor. Es el caso de los pollos certificados, que reciben esta denominación porque su crianza es más lenta. O el de los camperos, que viven al aire libre y aportan un sabor más intenso. Los ecológicos, capones, pulardas y picantones son otras opciones que podemos encontrar en las tiendas.