El paciente debe ser consciente de que su patología viene motivada por un proceso, probablemente largo, que ha desembocado en su estado actual. Para mejorar su salud deberá iniciar un período en el que tendrá que participar activamente, asumiendo un papel protagonista. Es el punto de partida para conseguir un óptimo resultado, mejorando su calidad de vida.
La medicina natural puede dar resultados extraordinarios siempre que se parta de la confiada participación del paciente y de la complicidad que se establezca entre él y su naturópata. Ambos deben trabajar conjuntamente.
Partimos de una amplia anamnesis: profundizando en temas que, aparentemente, al profano parecerán de poca importancia. En cambio al naturópata experimentado le será útil para enfocar con precisión el tratamiento que aliviará la dolencia cardiovascular. Lo primero a corregir será la alimentación, porque si haces lo que siempre has hecho, conseguirás lo que has conseguido. Así pues, vamos a cambiar de hábitos alimentarios:
Consejos dietéticos
Son tan importantes los alimentos que comemos, como la forma en que los ingerimos. Por lo tanto, se debe dedicar el tiempo necesario en cada comida para masticar y ensalivar bien los alimentos, y tomarse como mínimo 15 minutos de reposo después de cada comida.
Los alimentos deben ser lo más frescos, naturales y enteros posibles. El todo es más que sus partes. Los cereales se consumirán integrales y en forma de copos. El pan, ya sea de trigo, centeno, cebada, etc., debe ser siempre integral, así como el arroz. Los cereales, si son completos, contienen todo su aporte nutricional (vitaminas, minerales, oligoelementos).
Debemos aumentar los alimentos ricos en grasas insaturadas, que nos aportan el colesterol beneficioso (HDL) porque, entre otras cosas, limpia y protege las arterias. Son recomendables: el aceite puro de oliva de 1ª presión en frío y nunca reutilizarlo una segunda vez; las semillas oleaginosas en especial las nueces y las avellanas. También se conseja el pescado azul por su alto contenido en acidos grasos poliinsaturados (omega 3).
Por el contrario, se deben eliminar los alimentos con alto contenido en grasas saturadas, responsables del colesterol perjudicial (LDL): carnes rojas y en especial la de cerdo, embutidos, bollería industrial, leche de vaca y algunos de sus derivados, como quesos muy curados.
Reducir el consumo de sal y aumentar la presencia del ajo y del limón en la dieta. El ajo, de gran contenido en allicina, actúa sobre el sistema cardiovascular por su efecto depurativo y normalizador de la tensión arterial. El limón, rico en vitamina C, es un importante antioxidante que contribuye a mejorar la salud arterial.