El misterio de la isla de Champ.



La isla de Champ se encuetra en la zona central del archipiélago de Tierra de Francisco José o archipiélago de Fritjof Nansen. Situado en pleno Océano Glacial Ártico, y a unos 1000 km del Polo Norte, pertenece administrativamente a Rusia.
Su nombre se debe a que fue descubierto oficialmente en el año 1873 por una expedición privada austro-húngara que así lo bautizó en honor al emperador austriaco del mismo nombre. No es precisamente grande, tiene una superficie de 374 km2 y su punto más alto alcanza los 507 m, permaneciendo deshabitada a día de hoy y completamente al margen de la civilización. En su parte suroeste tiene una amplia zona sin glaciares.

A pesar de ser poco conocida, esconde uno de los misterios no resueltos hoy en día, la aparición de unas extrañas esferas con una forma perfectamente redondeada a lo largo de toda su superficie.



Su tamaño es muy variado, las hay de varios metros de diámetro, superiores a la embergadura de una persona, pero al mismo tiempo otras son de escasos centímetros, de un tamaño similar a una pelota de ping-pong. Sin embargo, agentes erosivos como la acción del viento, el agua y las bajas temperaturas han dado pie a que con el paso del tiempo su perfecta forma se vaya degradando. Los cientificos no logran ponerse de acuerdo sobre su formación en una zona, como ya hemos citado, totalmente deshabitada. Sin embargo, las diversas teorías sí convergen en algo, no son artificiales.



Así, para el investigador ruso Víctor Boyarsky, las esferas "están hechas de arena blanda". Para Konstantin Zaikov. miembro de la Universidad Federal del Ártico, "en realidad son piedras que se formaron hace miles de años por cristalización y posterior magnetización de granos de arena en el cristal". Por el contrario, para el geólogo austriaco Sepp Fridhubera se habrían formado "bajo el mar y tienen un núcleo orgánico". El año pasado se encontraron bolas similares, aunque mucho más pequeñas, en la isla de Heiss, en este mismo archipiélago. Ante estas divergencias sobre su formación, y hasta que se realicen estudios más exhaustivos sobre las mismas, lo que sí es seguro es que seguirán captando la atención de turistas y curiosos que realizan cruceros por el Ártico, ávidos por ver en vivo y en directo los "balones de fútbol de los dioses", como fueron denominadas por los primeros afortunados en contemplarlas, seguramente por lo complicado que les resultó aceptar que eran naturales y totalmente ajenas a la mano del hombre.



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