Las patatas fritas de la libertad, o cuando Estados Unidos quiso dejar en rídiculo a Francia

Historia de la gastronomía

Por: Xabier Sánchez Duro

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Alain Ducasse habla en su libro, Comer es un Acto Político, sobre la influencia de la gastronomía en la geopolítica. Como ejemplo de ello cita el caso en el que Estados Unidos rebautizó a las french fries, como se denomina a las patatas fritas en inglés, como freedom fries (patatas fritas de la libertad) buscando ridiculizar a nuestros vecinos francos tras que éstos se negaran a participar en la ofensiva militar contra Irak en 2003.

Lo que los impulsores de esta satírica campaña de desacreditación no esperaban, es que a la Embajada de Francia en Estados Unidos no le bastara más que una simple corrección para acabar siendo ellos, los norteamericanos, quienes salieran escarnecidos.

Tras que el 11-S supusiera un antes y un después en la historia estadounidense y global, el entonces al cargo presidente George W. Bush, declaró la Guerra al Terrorismo, incluyendo una invasión preventiva de Irak entre sus planes. La propuesta fue llevada hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde el por el momento ministro de asuntos exteriores francés Dominique de Villepin expresó la negativa por parte de Francia en una incursión armada en el país enemigo.

La no participación de los franceses en la ofensiva que posteriormente se iniciaría en marzo de 2003, hizo que aflorara de nuevo en la población del gigante norteamericano ese sentimiento francófobo que tanto los caracteriza, acusándolos de traidores e iniciando diversas campañas de desprestigio.

De frankfurt a hot dog y de tostada a la francesa a tostada de la libertad

En febrero de 2003, un mes antes de que Estados Unidos iniciará la invasión de Irak sin apoyo internacional, pues no pudieron demostrar la tenencia de armas de destrucción masiva por el entonces enemigo, todo lo considerado francés tenía que nacionalizarse.

Todo empezó en Beaufort, Carolina del Norte, cuando Neal Rowland, motivado por la iniciativa surgida en el restaurante de su ciudad natal Cubbies durante la Primera Guerra Mundial, con la que la salchicha frankfurt pasó a llamarse hot dog o el sauerkraut (col encurtida) se denominó liberty cabbage, declaró en una entrevista que debería de sustituirse de todos los menús norteamericanos las calificaciones french (a la francesa) por freedom (de la libertad).

Cuando la propuesta llegó a oídos de Bob Ney, republicano natural de Ohio, ex presidente del Comité de Administración de la Cámara de los Representantes de Estados Unidos, éste ordenó la sustitución de la palabra french en todos los menús de la cafetería de la cámara. De esta forma, la french toast o tostada a la francesa pasaría a llamarse tostada de la libertad, y las french fries, patatas fritas de la libertad.

Este último caso hizo que la iniciativa prosperara con éxito, debido a la popularidad con la que las patatas fritas a la francesa gozaban en el país. Hasta el punto en el que la Embajada de Francia en Estados Unidos se hizo eco del movimiento anti francés.

En respuesta, la portavoz de la embajada, Nathalie Loiseau, declaró no estar especialmente preocupada por ello pues, las patatas fritas no son francesas, sino belgas. Dejando así en ridículo a los impulsores y seguidores de esta campaña.

Patatas fritas... ¿A la francesa?

La confusión por parte de los estadounidenses viene de un par de siglos atrás, cuando Thomas Jefferson, uno de los principales impulsores de la Declaración de Independencia, fue elegido como tercer presidente de la democracia de Estados Unidos. En 1802, en una cena en la Casa Blanca, introdujo un plato que había descubierto durante su estancia en Francia como embajador ente 1785 y 1789. Se trataba de tiras de patata fritas al estilo francés, popularizándose rápidamente y quedándose a la francesa como la denominación imperante, hasta que en 1856 se consagró por fin la receta en el libro de Eliza Warren, “Cookery for Maids of All Work”.

La influencia de la gastronomía en la geopolítica

Pese a lo anecdótico que puede resultar este hecho histórico, no es la primera vez que la gastronomía es usada como medio de desmoralización u arma de desacreditación diplomática. Uno de los casos más conocidos es el del surgimiento del croissant, que al igual que las french fries, tampoco es francés, sino austriaco.

Cuando el Imperio Otomano quiso invadir el Imperio Austro-húngaro (1683), Viena, actual capital de Austria, resistió a una largo y tedioso asedio. Finalmente, junto a la derrota de los otomanos que no pudieron adentrarse en la ciudad, y con el fin de celebrar la victoria, el gremio de pasteleros de Viena celebró un concurso del que salió ganador un pastel de hojaldre en forma de media luna, que buscaba ridiculizar el símbolo presente en la bandera del enemigo derrotado.

El propio pastel y su historia tuvieron un gran éxito en toda Europa, especialmente en Francia, donde lo denominaron lune croissant o, luna creciente en castellano.

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