Los fetos reciben alimentación directa por parte del cuerpo materno. Sin embargo, sus organismos no disponen de los mecanismos biológicos para procesar las grasas saturadas o los azúcares. Dependen del cuerpo de sus madres para actuar como filtro. Si la gestante no adecua su alimentación, lo que en otro caso pasaría a convertirse en grasa más o menos molesta se puede convertir en un grave problema para el feto. Embutidos, lácteos no pasteurizados, carnes y pescados semi crudos son prohibiciones durante el embarazo, al ser alimentos de riesgo.
Las modas gastronómicas que se han introducido en nuestro país normalizan el consumo de estos alimentos. Por ejemplo, el auge de la cultura asiática introduce conceptos como el consumo de pescado crudo. Si bien estos alimentos (bien tratados) no afectan de manera negativa a personas adultas, los fetos no disponen de las herramientas para procesarlo con igual eficacia. Los organismos fetales dependen por completo de la alimentación de sus madres adultas y tienen unas necesidades y prohibiciones diferentes a las de los adultos.
Las afectaciones a su organismo pueden ir desde un aumento de la presión arterial de base para los bebes, como problemas en el crecimiento, alergias o falta de capacidad de procesamiento de determinados alimentos. En los casos más extremos: malformaciones en el feto, pérdidas auditivas, ceguera, deficiencias renales, cerebrales y cardíacas. Aunque poco frecuentes, la posibilidad de provocar estos problemas en el feto se reducen a cero con un adecuado control de la alimentación durante el embarazo. Aprende más en este artículo.