La noche más terrorífica, enigmática y misteriosa del año.
La noche donde los espíritus cruzan libremente entre ambos mundos.
Noche de disfraces.
Noche de truco o trato.
De fiesta Celta pagana, a americanada.
Con sus defensores y detractores.
Igual de criticable celebrarla por yankee, por pagana, porque no es nuestra tradición (ni de los americanos, porque resulta que el origen es Celta ¿esos que poblaron la península ibérica en algún momento de la historia?), por estrategia comercial (para un disfraz casero, heredado, reutilizado, no hay que gastar mucho y cenar hay que cenar ¿o no?), porque es siniestra para los niños,…
Como criticable es ir al cementerio al día siguiente, una vez al año, y llorar mucho para no volver ni a acordarse de los muertos, ni llevarles flores el resto del año.
¿Y a lo mejor también es macabro llevar a un niño al cementerio? Depende como sea el cementerio y la hora de la visita. A mi me gustan. Y a la familia parece que también. Mirad que entretenidos estábamos aquí todos en el de París
Un lugar tranquilo para que Pablo leyese, la mar de silencioso para que la peque se echase la siesta y con kilómetros de rincones, naturaleza, arte y personajes para que la madre, yo, se perdiese fotografiando horas y horas.
Pues que ni defensora ni detractora, que cada uno haga fiesta cuando, donde y de lo quiera.
Yo no lo había celebrado nunca hasta hace un par de años, que fue la excusa para organizar una cena con amigos y vecinos, que los niños se disfracen (otra vez) y pasar una noche entretenidos.
Excusa digo, pero a los niños ni falta que les hace razón alguna para salir al patio cualquier tarde disfrazados por que sí, por lo menos a la mía. Más bien es la excusa para los padres que nos gusta disfrazarnos y lo de salir a la calle cualquier otro día que no pinte mucho un disfraz nos da más reparo.
El caso, que este año volveremos a hacer cena de disfraces y estos días por aquí os iré dejando más ideas para que preparéis platos originales para esta polémica noche, fáciles y rápidos, que de lo que se trata es de pasar un buen rato, y que hasta los niños puedan participar elaborando muchos de ellos.
Empezamos con la bebida para brindar: por los muertos, por los vivos, por los americanos, por los celtas, por las brujas, por mi, por tí y por todos nosotros. Chin chin con un coktail sangriento
Ingredientes:
3 cups de ron
2 cups de vino tinto
4 cups de de agua
3 limones
1 cup de azúcar
1 pomelo
1 rama de canela
4 clavos
Elaboración:
Pelamos los limones, vamos a usar la piel y el zumo.
En un bol grande, donde vayamos a servir ya el cocktail, ponemos el azúcar y las pieles de los tres limones y lo dejamos reposar durante una hora.
Con los limones hacemos zumo.
Cortamos el pomelo en rodajas.
Pasada la hora, quitamos las pieles de los limones, añadimos al bol el zumo de limón y revolvemos hasta que el azúcar se disuelva del todo.
Incorporamos el resto de los ingredientes y lo dejamos enfriar y que vaya cogiendo gustito en la nevera al menos una hora antes de servirlo.
Yo metí todos los ingredientes, menos las especias y el azúcar, en la nevera antes de prepararlo, así tardará menos luego en enfriar para servirlo.
¡Y ya lo tenéis listo!
Podéis decorar el bol y/o las copas con un poquito de sangre viscosilla para darle más ambiente al tema:
1 cup azúcar
1/2 cup de sirope Karo
1/2 cup de agua
colorante alimentario
Ponemos en un cazo el azúcar, el agua y el sirope y lo calentamos a temperatura media mientras vamos revolviendo.
Lo dejamos que cueza un poquito y añadimos el colorante poco a poco hasta que consigamos el color deseado.
Retiramos del fuego, lo volcamos en una fuente, cogemos el bol y lo ponemos boca abajo sobre el sirope – sangre, volteamos y la sangre irá escurriendo por el cuenco, vamos repitiendo el proceso.
Y para rematar la decoración, ¡se nos cayó una mano en el cocktail!
Tan fácil como llenar un guante (que no lleve polvo dentro, o que sepáis que este es fécula de maíz y no talco) con agua y meterlo en el congelador hasta que se haga una mano – cubito de hielo que echaremos en nuestra sangre de vampiros justo al momento de servirla en la mesa.
¡Qué paséis una terrorífica noche!