Para saborearlo tal cual, en todo su esplendor, qué mejor que unos coloridos chips, ya sabeis lo que me gustan los colores en la cocina, le dan una alegría a lo que comes que el cómo lo comes también se transforma.
A ese toque saladito que tiene el paté de olivas negras le va genial el punto dulce que aportan los tubérculos.
La receta es bien sencilla; cortamos todos los ingredientes lo más finamente que podamos, aunque a mi personalmente me gustan más bien gorditos y lo freímos en un abundante y buen aceite de oliva bien caliente. Con ojo para que no se tuesten de más porque sino perdemos el color natural además de cambiarle el espléndido sabor.
Y cómo siempre ando pensando en mis pequeñas gourmets, este es el #reto qué más quebradero de cabeza me da a la hora de cocinar. Que se lo coman todo todo todo. :-)
El juego con l@s niñ@s consiste en adivinar de qué son estas “patatas” tan divertidas. Y ver su cara, claro, cuando les dices que están comiendo plátano frito o zanahoria o boniato y ya no te digo nada con la remolacha.
¡¡¡Me encanta!!!
Aunque también cabe decir que a estas pequeñas cada vez me cuesta más sorprenderlas. ¡No veas!
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