Una de las frutas más apreciadas ya desde la Antigüedad es la fresa, pequeña delicia que destaca por su intenso sabor y sus excelentes propiedades nutritivas. De hecho, posee más cantidad de vitamina C que muchos cítricos. Constituye el complemento ideal para acabar con un broche de oro una suculenta comida, ya sean solas, con nata, con leche o en postres más elaborados. Además, tienen un importante valor industrial, ya que se utiliza para elaborar otros muchos productos como batidos, helados, mermeladas, yogures o gelatinas.
Nace de un modo silvestre, en los bosques europeos y americanos, por eso muchos la engloban dentro del grupo de las frutas del bosque junto con la grosella, frambuesa, mora, arándano y bayas. Según algunos expertos, es a partir del siglo XIV cuando se conocen los primeros cultivos, aunque probablemente se desarrollaran mucho antes. La corte francesa comenzó a plantarlas, ya que las fresas eran muy apreciadas por la familia real y su camarilla. Pronto se extendería su cultivo por otros lugares de Europa, sobre todo en Inglaterra.
Con el desarrollo industrial llegan los primeros híbridos que darían lugar a los actuales fresones. A finales del siglo XIX se obtuvieron nuevos ejemplares procedentes de cruces entre fresas europeas y americanas. De ahí que a la hora de hablar de variedades, se suele considerar que existen tres tipos: las fresas del bosque -las más caras y difíciles de encontrar-, las cultivadas y los fresones, éstos últimos son los más baratos ya que se producen en grandes explotaciones agrícolas.
Consumo y propiedades alimenticias
Una de las consignas fundamentales a la hora de consumir esta fruta es que tenemos que comerla poco después de comprarla. La temporada va de marzo a julio, aunque en algunos supermercados podemos encontrar fresas durante todo el año, procedentes de invernadero y de las importaciones de otros países.
También contienen vitamina A (5 microgramos por 100 gr.), vitamina E (0,23 miligramos por 100 gr.) y menores cantidades de otras vitaminas como las B1, B2, B3 y B6. Entre sus minerales, las fresas aportan fundamentalmente potasio y magnesio, aunque también hierro, fósforo, yodo y calcio. Tienen 2,2 gramos de fibra por 100 gramos de producto, lo que supone un aporte moderado.
Excelentes para la salud
Poseen grandes cantidades de elementos muy necesarios para nuestra salud. Sobre todo, la ya mencionada vitamina C, una sustancia antioxidante que, además, protege al cuerpo fortaleciendo el sistema inmune. Sus ácidos orgánicos poseen efectos desinfectantes y antiinflamatorios.
Ofrecen importantes cantidades de salicilatos, unas sales muy positivas para prevenir enfermedades cardiovasculares, degenerativas y cáncer. Las personas alérgicas a las aspirinas (que están compuestas de ácido acetilsalicílico) deberán tener cuidado al consumir fresas, ya que pueden aparecer algunos efectos adversos.
Por último, no podemos obviar la importante cantidad de ácido fólico que tienen: una sexta parte de la cantidad diaria recomendada por cada 200 gramos de esta fruta. Este compuesto es fundamental para las embarazadas, ya que favorece la multiplicación celular. Su carencia está asociada a casos de anemia y problemas cardiovasculares.
Aprendiendo a comprarlas y a comerlas
Cuando vayamos al mercado, debemos seleccionar los mejores ejemplares para el consumo. Tendrán que estar enteras, sin magulladuras, y con su 'rabito' verde. Si están maduras, debemos consumirlas rápidamente. Si aún no han madurado del todo, las fresas pueden aguantar hasta cinco días. Por eso, nada más comprarlas, debemos guardarlas en la nevera lo más agrupadas posible. Cuando las saquemos, tendremos que lavarlas bien y retirar su parte verde.
Las fresas son enormemente versátiles y su sabor suele gustar prácticamente a todos. En cualquier época del año puedes encontrar alguna receta o algún ingrediente más acorde con el que tomarlas. No renuncies a un sabor tan dulce y especial como el que te ofrece esta fruta de color tan llamativo.
Recetas con fresas:
Tarta de queso con fresas y kiwi