El resultado permite dudar de la eficacia de este sistema de aprendizaje: niños, adolescentes y jóvenes que no saben comportarse correctamente y que se jactan de saltarse las normas sociales a cada momento como si la libertad fuera sinónimo de mala educación y como si la ordinariez y el individualismo extremo fueran la única forma de relacionarse con los demás.
Estoy convencida de que los padres son los responsables de dar una educación completa a sus hijos y de que no es suficiente delegar en los maestros o, peor aún, en canguros o la hipnótica televisión.
Un orgullo para los padres
¡Claro que ¿educar es cansado¿! Porque es una obligación diaria y nunca se puede bajar la guardia. La firmeza, la coherencia y la constancia son imprescindibles para que los pequeños puedan adquirir unos hábitos de conducta sólidos y acaben siendo personas con carácter. Los resultados no se obtienen el primer día pero las satisfacciones, cuando llegan, son muy valiosas.Los padres que han realizado el esfuerzo se sienten orgullosos de sus hijos y gozan de absoluta tranquilidad en cuanto al comportamiento de éstos en cualquier situación. Saben, además, que esto les facilitará las cosas a la hora de encontrar trabajo, de establecer nuevas relaciones en cualquier nivel social, de progresar en su carrera profesional. Para que sean adultos con una formación integral, tenemos que empezar desde el momento en que nacen y en todas las situaciones, empezando, claro está, por el entorno familiar.
Estableciendo algunas normas básicas en la vida diaria, estaremos poniendo los cimientos para sus buenos modales.
En la calle y en los transportes públicos
A partir de una edad muy temprana, el niño es capaz de saludar al entrar en un establecimiento y al salir. Este sencillo gesto es una de las primeras formas de socializaciónEn los transportes colectivos, a partir de los 6 ó 7 años, incluso antes, los niños pueden ceder el asiento a las personas mayores, mujeres embarazadas, etc. Tienen que aprender este gesto como algo natural, como una forma de respeto hacia las personas que en un momento dado necesitan más atenciones.
En el ascensor, lo correcto es saludar al entrar y despedirse al salir. No es obligatorio que mantengan interesantes conversaciones sobre la meteorología.
Buenos modales en casa
Para una buena convivencia es imprescindible pedir las cosas por favor, también a los hermanos, y dar las gracias. Disculparse si han cometido un pequeño error o han lastimado involuntariamente a alguien. Es un buen hábito también que pidan permiso para entrar en las habitaciones ajenas, llamando a la puerta o preguntando si pueden pasar.Otro de los momentos en que se percibe la educación de un niño o adolescente es al atender llamadas telefónicas. El tono de voz, el saludo inicial, la forma de dirigirse al interlocutor, son un ejemplo de su habilidad para la comunicación. Deberíamos rogarles que, si la llamada no es para ellos, utilicen fórmulas como: ¿un momento, por favor¿ y vayan a buscar a la persona solicitada, sin dar voces al lado del teléfono.
Cuando llaman a casa de un amigo, tienen que identificarse primero, saludar a la persona que se ponga al teléfono (si la conocen y la han podido identificar) y después preguntar por su compañero o compañera. Por ejemplo: ¿Hola, soy Marcos. ¿Podría hablar con Laura?¿. Es inaceptable el escueto: ¿¿Está Laura?¿
Otros hábitos cotidianos muy simples pero de un gran valor para la convivencia son: bajar la tapa del inodoro después de utilizarlo, cerrar la puerta del baño, dejar la ropa sucia en el lugar adecuado o no molestar a toda la familia y a los vecinos con ruidos molestos y música estridente.
Recibir visitas
Estos son los momentos cruciales en que podremos comprobar si nuestro esfuerzo ha dado resultado. Las visitas, sean familiares o relaciones de compromiso, merecen una atención especial y los niños deben participar de esta forma de relación, entendiendo que los anfitriones tienen como objetivo que los invitados se sientan bien. Por ello, rogaremos a nuestros hijos que:- saluden correctamente, dando la mano o un beso.
- se sienten adecuadamente.
- apaguen la televisión del salón dónde recibimos.
- no griten.
- no interrumpan las conversaciones de los mayores.
- contesten las preguntas que les hagan, aunque no les apetezca.
- no jueguen alborotadamente dónde están los mayores.
- no se coman todos los dulces que ofrecemos a los visitantes.
- colaboren con los mayores en lo que puedan.
- aunque hayan estado ausentes a lo largo de la reunión, salgan a despedir a los invitados.
En otro artículo de esta sección, Los niños en la mesa, podrás encontrar las pautas para un buen comportamiento de tus hijos en las comidas.
Recordemos que, para los niños, la mejor forma de aprendizaje es la imitación. Seamos cuidadosos, pues, con el modelo que ofrecemos a nuestros hijos. Si los adultos somos educados, la tarea será mucho más fácil.
Por Teresa Baró
Asesora de comunicación personal
Directora de Icómpani
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