Ingredientes (para dos personas)
– Medio litro de agua
– 1 cucharada rasa de té verde chino (tipo Gunpowder)
– Entre 4 y 6 cucharadas de azúcar
– Un ramillete de hierbabuena
En primer lugar echamos una cucharada de té en la tetera, a la que añadimos 100 ml de agua hervida (podemos calentarla en un recipiente aparte). Dejamos reposar un par de minutos, y pasado ese tiempo realizamos movimientos circulares con la tetera desechando el agua, a fin de limpiar las bolas de té. Obviamente, si la tetera no dispusiera de filtro, tendríamos que hacer uso de un colador.
Sobre este primer paso hay dos variaciones: en la primera, el proceso se divide en dos, echando una menor cantidad de agua hervida y dejando reposar un minuto, conservando la infusión resultante para añadirla más adelante (lo que se llama el alma del té), para a continuación volver a echar agua hervida, moviendo la tetera y tirando ese agua. La otra forma es comprar el té en hojas (por ejemplo el denominado TAJ 9371), con lo que nos podremos ahorrar el lavado. Es vuestra la elección sobre cómo realizarlo (de ello dependerá el sabor final y que conserve más o menos propiedades), pero la que he indicado en primer lugar es la más común.
A continuación añadimos al té escurrido entre 4 y 6 cucharadas de azúcar (todo depende de lo dulce que lo queráis) y 400 mililitros de agua hirviendo. Lo ponemos a fuego medio, esperamos a que vuelva a hervir y le echamos la hierbabuena. Volvemos a calentar durante dos o tres minutos más, hasta que veamos que está a punto de hervir de nuevo, y lo apartamos 3 minutos más.
En este paso es muy importante el azúcar: el hecho de incorporarlo ahora, y no al final, provocará que se someta a un proceso cercano a la caramelización, culpable en gran parte del característico sabor dulzón del té. Además, tenéis que vigilar que el agua no llegue a hervir cuando incorporéis la hierbabuena, ya que se puede oxidar, provocando un amargueo en el té (hay gente que lo deja hirviendo algunos segundos porque les gusta este toque que le proporciona, yo honestamente no es algo que recomiende).
Por último, y con el objetivo de mezclar bien todos los ingredientes, llenaremos un vaso con el contenido de la tetera y lo devolveremos a ésta, así hasta tres veces.
¡Ya sólo quedará servirlo en vasos para transportaros a Marruecos! Recordad vertirlo desde cierta distancia, como si fuerais sidreros profesionales, para generar una capa de espuma en la superficie. Y, para rematar, podéis volver a añadir algo de hierbabuena al vaso para que esté más bueno aún!
– Aunque la receta aquí indicada es para el té más común, hay infinitas variedades posibles, que dependen tanto de la zona como los gustos personales. La variación más obvia es en la proporción entre té, hierbabuena y azúcar, siendo habitual que en el norte se sirva más dulce y en el sur más amargo.
En otras ocasiones, se le añade algunas hojas de hierba luisa, que no sólo matizan el sabor, sino que también le proporcionan un efecto tranquilizante. Otra forma de variar su gusto es añadirle unas gotas de agua de azahar y piñones, siendo ésta la forma usual de preparar el té en Túnez.
– A pesar de que pueda parecer que el té lleva siglos arraigado a la historia marroquí, en realidad su implantación es bastante reciente. Concretamente data de mediados del siglo XIX, cuando en un intento por expandir su mercado, fue importado por los comerciantes ingleses. Fue entonces cuando fue acogido por los ciudadanos de buen grado, ya que ayudaba a suavizar las, hasta ese momento, populares infusiones de hierbabuena y absenta.
– Se dice que el té debe servirse tres veces; siendo el primer vaso “amargo como la vida”, el segundo “fuerte como el amor” y el tercero “dulce como la muerte”.
Este paulatino cambio en el sabor se produce porque el azúcar se añade al principio de la elaboración del té y no en cada vaso, como suele ser habitual en otros tés. Es debido a ello que a medida que se sirve la tetera, más se aprecia el azúcar que se precipita al fondo.
Un ejemplo más de cómo un elemento cultural (aparentemente) sencillo puede llegar a reflejar toda una filosofía de vida.
Fuente: este post proviene de Siente Marruecos, donde puedes consultar el contenido original.