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INGREDIENTES (2 personas)
Sardinas marinadas al horno:
6 sardinas (los lomos sin cabeza ni espinas)
2 dientes de ajo
AOVE
Zumo de un limón
Perejil fresco
Para las chips con ali-oli:
1 huevo
1-2 dientes de ajo
Aceite de girasol (o aceite suave)
Sal y zumo de limón
1 patata
Albahaca
Tras la deliciosa publicidad que ha recibido el blog en la revista "Cuore" esta semana, me vi fuerte y decidí hacer un remake de un clásico inglés: el fish & chips. Con un poco de imaginación convine en que las sardinas y unas patatas con ali-oli podían servirme como elementos patrios para reemplazar a las "french fries" y los pescados rebozados. Bueno, creo que el resultado fue cuanto menos novedoso y la mezcla de sabores, intensa. Todos preparados que la batalla contra el Imperio comienza...
Empezamos con el marinado del pescado. Soy de esos que le gusta enfangarse en la limpieza del pescado porque me garantizo que haya menos espinas, o escamas. Pero si no hay ganas o tiempo que lo haga el pescadero o se compran los lomos ya limpios. Eso no quita que haya que lavarlos bien y secarlos a fondo.
Colocamos en una bandeja de horno un chorrito de aceite y encima las sardinas bien sazonadas. Exprimimos el limón sobre ellas, añadimos los dientes de ajo picados, otro chorrito de aceite de oliva virgen extra y espolvoreamos con perejil fresco. Dejamos en la nevera una hora por lo menos.
Pasado el tiempo las sacamos y como tardan tan poco en hacerse al horno, se puede ir haciendo la segunda parte del plan: las chips con ali-oli.
Primero la salsa: en un vaso de batidora se introduce el huevo (a temperatura ambiente), 1 o 2 dientes de ajo (depende de si luego tenéis pensado besar a alguien), una pizca de sal y un chorrito de jugo de limón (o vinagre). Se mete la batidora hasta abajo y se va batiendo. Al mismo tiempo vamos incorporando en un hilillo fino el aceite (suave o de girasol) y vamos batiendo despacio hasta conseguir la textura buscada.
Las chips (con la patata bien lavada y seca): Si no tenemos mandolina (la mía la pillé en la gran tienda parisina E.Dehillerin. http://www.e-dehillerin.fr/en/) habrá que andar fino con un cuchillo muy afilado. Vamos sacando pequeñas láminas. En una sartén con aceite muy caliente vamos echando por tandas para que queden repartidas y no se peguen unas a otras. Freímos hasta que queden bien crujientes. Sacamos a un papel absorvente, sazonamos y reservamos.
Las sardinas: Con el horno precalentado a unos 180º, metemos las sardinas y las asamos unos 10-12 minutos. Y todo listo para colocar a nuestros modelos.
Mi manera (basada en las artes de mi amigo el chef Goyo Álvarez): colocamos un pequeño bol con el ali-oli y encima "clavamos" las chips con un poco de albahaca seca. En otro plato disponemos las sardinas y por encima el marinado. La mezcla está servida... Good appetite, ladies and gentlemen!
Peícula ideal para degustar este plato: "THE MAN WHO KNEW TOO MUCH" (El hombre que sabía demasiado, Alfred Hitchcock - 1956)
¿Por qué? La verdad es que podría ponerme a rebuscar motivos o explicaciones de esas mías (tan lejanas de la tierra, y tan cercanas de la estratosfera) pero sonsaco dos claras: Sir Alfred Hitchcok era británico y "El hombre que sabía demasiado" tiene una versión inglesa anterior que data de 1934. Nuestro referente es la versión americana de 1956, y en este punto nos encontramos con un elemento común con el plato en cuestión: en ambos casos se trata de un remake de una obra inglesa. Pero yendo más lejos (como siempre se intenta hacer) vemos que el film del maestro de maestros habla de varios de los temas más recurrentes de su filmografía: falsos culpables, secretos inconfensables, espionaje internacional, hombre corriente en situación excepcional... Y para eso Stewart era el ejemplo perfecto. "El hombre que sabía demasiado" narra las vacaciones de una familia que presencia un crimen y son poseedores de una valiosa información que les torturará su vida cotidiana. Nuestra versión, bien mirada, también parte de poseer un secreto (la receta original - el susurro del espía en el zoco de Marrakech) que transformará todo su mundo. Donde antes había una vida tranquila de "patatas fritas" ahora le metemos la violencia del ali-oli. Donde antes había protección por el rebozado, ahora hay un marinado lento, donde prima el suspense hitchcockiano... Eliminamos todos los componentes británicos (que tan pesados eran en la versión del 34) y le añadimos esa sinceridad de Stewart (todos nuestros ingredientes son limpios, a ojo del espectador, sin recubrimientos de ninguna clase...), el aspecto dulce de Doris Day (nuestra salsa nos evoca a una de las melenas rubias más conocidas de la época dorada Hollywood) y terminamos juntándoles en una odisea gastronómica, de esas que "pican" (como el sabor del ajo o que te secuestren a tu hijo), que culminan en un prodigio de narrativa cinematográfica como lo es la secuencia del Albert Hall. Y cuyo resultado final (tanto para el ojo como para el paladar) se corona con un metafórico golpe de platillos. "¿Qué será, será?" Vosotros me diréis...
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