La insulina es, por definición, una hormona del aparato digestivo que se fabrica de forma natural por el páncreas, en las llamadas células 'beta' de los islotes de Langerhans. Los laboratorios de bioingeniería genética son los encargados de conseguir la denominada 'insulina humana', un sustitutivo que todos los diabéticos tienen que inyectarse para suplir la carencia de esta hormona, pues la enfermedad diabética imposibilita al páncreas su producción.
Es de suma importancia que el tratamiento con insulina siga las recomendaciones médicas y esté unido a un seguimiento diario puesto que, sin la insulina, la glucosa en sangre no cumple las funciones que tiene asignadas, provocando desarreglos en el organismo que pueden llegar a tener consecuencias fatales. La administración de insulina debe cumplir unas pautas estrictas.
Clases y efecto de la insulina inyectable
Evidentemente, la forma en la que actúa la insulina artificial es totalmente diferente a la producida de forma natural por el páncreas. Si bien las dos cumplen finalmente su papel, la insulina aplicada a los diabéticos necesita de una pequeña ayuda para su correcto aprovechamiento una vez que llega a la sangre. El nivel de glucosa es el encargado de tomar insulina cuando ésta es necesaria, pero la insulina que llega al paciente diabético debe apoyarse en una serie de pautas dietéticas, de horario, de realización de ejercicio.
La insulina comienza a actuar en el organismo, después llega un momento de 'máximo efecto', que es cuando existe más insulina en la sangre y, por último, termina el efecto. Es fundamental por tanto, controlar los tiempos exactos en los que la insulina es capaz de controlar los niveles de glucosa. En el mercado, existe un tipo de insulina de 'acción rápida' (transparente), otra de 'acción intermedia' (blanca-opaca) y otra de 'acción prolongada' (blanca-opaca). Todas ellas difieren en cuanto al inicio del efecto, duración y fin del efecto. Las insulinas pueden combinarse pero única y exclusivamente bajo control médico.
La de 'acción rápida' de tipo regular, comienza a actuar media hora después del momento en el que es inyectada y su 'máximo efecto' tiene lugar entre una y tres horas transcurridas desde su aplicación, dejando de actuar entre las cuatro y las seis horas después. Por otro lado, los análogos de 'acción rápida' que entran dentro de este tipo de insulina, comienzan a ejecutar su misión a los 10 minutos de ser administrados, produciéndose su 'máximo efecto' entre 30 y 90 minutos después. Tiene una duración de entre dos horas y media hasta tres horas.
En cuanto a la insulina de 'acción intermedia', señalar que su efecto se retrasa debido a que añade NPH con proamina. La acción de esta insulina se inicia a la 1-2 horas de ser inyectada mientras que su 'máximo efecto' se origina entre las tres y las horas siguientes al pinchazo. Es capaz de actuar sobre la glucemia por un margen de entre ocho y diez horas. Por su parte, la insulina de 'acción prolongada' gracias al zinc, empieza su cumplir su tarea a las 2-4 horas, su 'máximo efecto' tiene lugar a las 5-10 horas después y dura casi 24 horas.
Precauciones acerca del perfil de acción
El diabético debe ser extremadamente cuidadoso con los tiempos que transcurren entre una aplicación y otra, pero también debe tomar una serie de precauciones ya que existen diferentes factores que influyen, ya sea de manera positiva o negativa, en el perfil de acción de la insulina que se inyecta. En primer lugar, los horarios de las comidas deben observarse con puntualidad y, en el caso de que no sea posible cumplirlos de forma eventual, controlar los niveles glucémicos puesto que puede ser necesaria la administración de más o de menos insulina.
El perfil de acción de la insulina es un dato que le sirve al paciente diabético para planificar sus comidas. Así, con la insulina de 'acción rápida' de tipo regular, hay que esperar media hora antes de ponerse a ingerir alimentos. Mientras tanto, con los análogos, se puede comer inmediatamente tras el pinchazo. Hay que prestar especial atención a los alimentos ricos en hidratos de carbono, que deben ser tomados durante el momento de 'máximo efecto'.
Para favorecer la acción de la insulina se recomienda aplicar calor local en la zona donde se haya inyectado la misma; el frío retrasa la acción de ésta hormona. Por otro lado, el tabaco, que ya constituye un mal por sí mismo, retrasa igualmente el efecto de la insulina. Del mismo modo, una inyección demasiado superficial, dificulta la absorción. Debemos inyectar la insulina de forma profunda, masajear la zona y apostar por el ejercicio sobre ese lugar.
La insulina y sus dispositivos de administración
Uno de los aspectos que más incomoda al diabético es el método utilizado para proveerse de la insulina. Esta hormona no puede ser administrada por vía oral porque los jugos digestivos la destruyen, es decir, no es absorbida por nuestro cuerpo y, por lo tanto, no cumple sus objetivos. El sensacional progreso que ha tenido lugar en cuanto a métodos de administración, facilita hoy en día esta tarea tan habitual entre los afectados por diabetes.
La jeringuilla ha sido siempre el método por antonomasia. Al principio, las jeringas estaban hechas de cristal y las agujas tenían que ser esterilizadas por medio de la ebullición. Gracias a la incansable búsqueda de una mayor calidad de vida para los diabéticos, aparecieron las jeringuillas de plástico, cuya aguja es de un sólo uso, pudiendo desecharse después sin problemas.
Siguiendo adelante con esta línea de avances, hicieron su aparición en el mercado las llamadas 'plumas' o 'bolígrafos', unos dispositivos que, bien pueden ser recargables a base de cartuchos, bien pueden presentarse precargadas y resultar después desechables. Las agujas además, son tan finas como un cabello. Con este dispositivo, los diabéticos pueden transportar de forma cómoda todo lo necesario para pincharse, ocupando menos espacio y siendo más simple su empleo y preparación.
La última línea de indagaciones por parte de la biomedicina, la farmacología y la tecnología son las denominadas 'bombas de perfusión continua de insulina'. Ya se puede disponer de las de carácter externo, pero debemos consultar con nuestro médico ya que debe analizarse primero el caso concreto para determinar si la aplicación de bombas externas es factible. Por otro lado, están las 'bombas implantadas', un reto que aún permanece en experimentación.