Con alguna pequeña piedra golpeando la parte baja de la carroceria, Subimos con el Land Rover por la empinada cuesta llena de piedras y pavimento irregular y según me dice, ya falta menos para llegar a la casa de sus padres, una casa algo aislada situada en lo alto de la cima. Mauricio y yo, somos grandes amigos que trabajamos juntos, el, como cocinero repostero y yo como jefe de partida .Al cabo de veinticinco minutos, nos encontramos prácticamente delante de la gran casona que por la parte de atrás cuenta con varios árboles casi centenarios que le dan un aire muy especial. Muy por encima de la puerta de entrada, un gran balcón de madera con los barrotes muy gruesos parece indicarnos que desde allí disfrutaremos del precioso paisaje que nos envuelve.
-HACE TIEMPO QUE NO VEO A MIS PADRES Y SE ALEGRARON CUANDO LES DIJE POR TELEFONO QUE HOY LES VISITARIAMOS- Me dice Mauricio. - PERO...¿ES QUE HAY TELÉFONO EN LO ALTO DE ESTE MUNDO PERDIDO?- Le contesto.- ME HAS PILLADO, TE VOY A DECIR LA VERDAD, ESTA CASA ES DE GLORIA, LA RECEPCIONISTA DEL RESTAURANTE. LA HEREDÓ Y HOY, NOS ESTÁ ESPERANDO JUNTO A LA CHICA QUE TANTO TE GUSTA Y QUE SEGUN SIEMPRE ME DICES NUNCA TE HACE CASO- Quedo sorprendido con sus palabras tratándose de Susana, la hija del propietario la cual junto con Gloria veo asomadas en el balcón dándonos efusivamente la bienvenida -ME HAS DADO UNA GRAN SORPRESA SUSANA- Le digo en voz alta una vez bajo del coche.
Los cuatro, pasamos unos cuatro días inolvidables siendo hoy, el último, y a las ocho de la mañana me encuentro asomado desde la ventana viendo la hierba llena de escarcha mientras pienso que parece queso rallado a punto de esparcir por encima de unos canelones el cual, se debe de poner en la bandeja intermedia del horno para conseguir un bonito dorado al igual que disfruto con la preciosa uniformidad de esta escarcha.
Dos cosas muy distintas pero ambas preciosas.