Cuando nos referimos a la grasa en relación con la alimentación, comúnmente la asociamos como algo negativo y que se debe evitar. Pero este es un grave error. Grasa es un término general para referirse a varios tipos que existen y que cumplen distintas funciones en nuestro organismo. Aunque hay algunos tipos menos recomendables, hay otros indispensables y con múltiples ventajas para nuestra salud.
Con el fin de conocer mejor los lípidos y su papel en nuestra vida, recientemente se ha presentado ‘El Libro Blanco de las Grasas en la Alimentación Funcional’, elaborado por el Dr Andreu Palou y otros miembros del grupo de investigación en Bioquímica, Biología Molecular, Nutrición y Biotecnología (Nutrigenómica) de la Universitat de les Illes Balears, y con el apoyo del Instituto Flora. A lo largo de ocho capítulos se intentan aclarar múltiples dudas en torno a las grasas.
Grasas buenas y menos buenas
Las grasas son un conjunto complejo de nutrientes que todos deberíamos saber diferenciar, puesto que actualmente “se hace una simplificación excesiva de ellas”, comenta el Dr Andreu Palou. Éstas, no son sólo fuente de energía, sino que cumplen otras funciones: ayudan a la absorción de otras vitaminas y nutrientes y se ha descubierto que actúan como reguladores metabólicos. Así, a grandes rasgos, podríamos clasificar las grasas de la siguiente forma:
Ácidos grasos saturados: son ‘los malos’. Hay que reducir su ingesta al 10%, ya que actualmente se sitúa entre un 12-13%. Los encontramos en alimentos de origen animal y en algunos aceites vegetales.
Ácidos grasos monoinsaturados: su mejor representante es el aceite de oliva. En los últimos años se ha demostrado los múltiples beneficios de su consumo.
Ácidos grasos poliinsaturados: son unas grasas muy saludables. Los ácidos grasos Omega 3 y Omega 6 pertenecen a este grupo. Se aconseja incluirlos en la dieta tomados de forma equilibrada.
Ácidos grasos trans: son los verdaderos malos de la película. Su ingesta debe ser mínima puesto que estas grasas aumentan la incidencia de enfermedades cardiovasculares, elevan el colesterol malo y reducen el bueno.
Por tanto, “no hay que hablar de la cantidad grasas en general, culpándolas de la obesidad, sino que hay que ver la calidad de las mismas”, apuntan los expertos.
La información, fundamental
El mayor consumo de grasas poco saludables se produce a través de alimentos industriales. Por ello, es importante que la información nutricional que presentan, sea lo más clara posible. Además y, como comenta Raquel Bernácer, nutricionista y miembro del Instituto Flora, “son necesarias más iniciativas que permitan a los profesionales de la salud y la sociedad en general, tener a su disposición información suficiente sobre las grasas para poder, de esta manera, saber cuáles son las que deben consumirse por la aportación que hacen a nuestra salud, y cuáles limitarse por ser perjudiciales en exceso.”
El esfuerzo por elaborar una legislación más clara y concreta en relación con la información nutricional, es cada vez mayor. Sobre todo se cuida regular la alimentación funcional, es decir, aquellos alimentos con nutrientes beneficiosos que han sido añadidos artificialmente. La preocupación actual por la salud y el bienestar han hecho que su demanda sea cada vez mayor y, por ello, se busca acabar con la anarquía legal existente en torno a la información de lo que verdaderamente contienen y los efectos que producen.
El debate legal en torno a los alimentos funcionales y, en general, a todos, se centra en las declaraciones de salud que podrán hacer (qué contienen y los efectos qué producen). Con una correcta regulación “los mensajes de los alimentos relacionados con la salud serán más fiables”, apuntan los especialistas. En relación con las grasas, esto repercutirá en que seguramente se hará obligatorio el detalle de las grasas trans, algo que ahora no lo es, pero que algunas empresas que han bajado su cantidad sí reflejan, precisamente, para demostrar que reducirlas es posible.
Las grasas, por tanto, no deben eliminarse radicalmente de la dieta, sino que debemos saber qué tipos debemos consumir más y cuáles mucho menos. Para ello, mantenernos informados es fundamental y que se regule este panorama nos beneficia a todos.
Imágenes: Institutoflora.com y Facilisimo.com