Las grasas trans son producidas de forma natural en algunos animales rumiantes y se concentran especialmente (aunque no en cantidades excesivamente elevadas) en los cortes grasos de los mismos y, además, en su leche, por lo que los productos derivados de la misma, así como la propia leche entera, la contienen. Por ello, cuando alguien tiene el colesterol malo alto, se recomienda reducir el consumo de carnes grasas o de productos lácteos enteros, siendo mucho más aconsejable elegir las variedades desnatadas de los mismos.
Pero las grasas trans que más preocupan y que son más perjudiciales para los niveles de colesterol son las denominadas hidrogenadas, que han sido creadas de forma artificial por la industria alimentaria. Se trata de grasas vegetales a las que se les ha añadido átomos de hidrógeno para alterar su composición obteniendo una grasa que mejora el sabor y textura de los alimentos y que su caducidad perdure en el tiempo. Es la grasa que encontramos en la bollería industrial, comida precocinada, en snacks, en fritos o en el fast food, entre otros.
El principal problema que conlleva su ingesta es que estas grasas trans alteran ambos tipos de colesterol como hemos señalado al principio; pero, además, confunden al organismo puesto que el mismo en realidad las detecta como grasas saturadas y las almacena como si fueran tales en las células, siendo letal para ellas puesto que lo que las grasas trans hacen es oxidarlas acelerando su envejecimiento, lo que conlleva, por ejemplo, al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, entre otros problemas.
¿Conocías exactamente qué son las grasas trans?