Somos fans de las verduras: de temporada, ecológicas, de todos los colores, sabores… Pero esta receta no es fruto de esa pasión, sino un préstamo de la receta que mi madre ha manejado toda la vida. Es la que nos hacía para comer cuando, en los años 80, teníamos esos horarios partidos, de manera que, al volver a clase, mis hermanas y yo siempre decíamos lo que habíamos comido y los demás nos respondían: “¡Puaj, odio las lentejas!”. “Pero si están buenísimas”, decíamos entonces y repetimos ahora.
A pesar de lo fáciles de hacer que son, mi pobre madre se pasaba un buen rato en la cocina cortando la verdura en trocitos pequeños, muuuy pequeños. No sé si sería para que nos entrasen mejor, por estética o para seducir a mi padre y a mi hermana pequeña, a quienes este plato no les gustaba nada de nada. El caso es que esa costumbre, más estética que otra cosa, ha llegado hasta nosotras y las hacemos exactamente igual.
Usad las verduras que tengáis por la nevera, no os obsesionéis con nuestra receta al pie de la letra. Nosotras también la variamos dependiendo de si es enero o diciembre. Eso sí, la patata no puede faltar.
Es un plato tan exquisito que no le tendréis que decir a nadie aquello de “lentejas, si las quieres las tomas; y si no…”
INGREDIENTES:
- 1 bote grande de lentejas
- 1 cebolla
- 2 tomates
- 2 patatas
- 2 zanahoria
- 1 pimiento verde
- 1 pimiento rojo
- Perejil
- 2 dientes de ajo
- Agua
- Sal
- 2 hojas de laurel
- Aceite de oliva virgen
- Comino (opcional)
PREPARACIÓN:
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