La primera peculiaridad de estos dos singulares quesos, es la forma de tomarlos. Se trata de quesos cremosos, con el mismo tacto y apariencia que la leche condensada, sólo aptos para consumir untándolos en una buena rebanada de pan. Además, su forma es parecida: una rueda de corteza que habitualmente no se come, que encierra el delicioso queso en su interior. A esta corteza hay que practicarle un corte fino en la parte superior, para acceder al queso. Este pedazo de corteza cortada actuará como tapa del queso.
Ambos quesos proceden de la leche de ovejas merinas, cuya presencia en Extremadura es notable. Otra semejanza es que los dos tipos de queso se tratan con cuajo natural, y que su sabor es muy parecido: un toque amargo (producido por el cuajo natural), pero sin acidez y poca sal. Sin embargo, hay sutiles diferencias entre ambos respecto al sabor, la morfología y el tacto, que los que los hayáis probado, conoceréis en seguida.
Posiblemente la otra diferencia que existe entre ellos (aparte de las regiones de Extremadura en que se fabrican) es que el Queso de la Serena también puede consumirse con un relleno más duro, no sólo para untarlo. Aún así, su tacto siempre será más cremoso que el de otros quesos.
Estos quesos son ideales para ser tomados acompañados por un buen vino, jamón ibérico y frutos secos. También son un excelente postre mezclados con algo dulce, combinando sabores dulce y amargo.
¿Has probado alguno de estos quesos?