Llevo un tiempo sin pasarme por aquí. La verdad es que estoy pasando una temporada algo frenética, que no me deja mucho tiempo para mis cosas, pero mirando el lado bueno no paro un momento de hacer cosas.
Ando muy metida en la cocina, pero no preparando platos de chef ni salsas en las que mojar un bollo. Siempre he huído de la comida procesada, y cada vez le huyo más a sus interminables listas de ingredientes extraños, y como en casa ya de por sí cuidamos mucho la alimentación intento reducir la compra de procesados a lo estrictamente necesario y según de qué tipo sea. Ahora mismo estoy en vías de perfeccionar yogures ya que compré una yogurtera y estoy entusiasmada con ella. Además da mucho más juego del que supuestamente se le puede sacar: según las instrucciones solo hace bien yogures blancos o con mermelada en el fondo, pero de café salen riquísimos, con trozos de chocolate, con miel,… También ando liada con barras de cereales o proteína para antes y después de entrenar , mermeladas, cremas de frutos secos o experimentando con verdura. Sobre todo eso de hacer conservas me parecía muy complicado, ¡pero que buena cosa para que no te falten ciertos productos todo el año! Además de que siempre tienes a mano a lgo.
Lo último son tarros como los de las fotos, uno con mermelada, otros con compota y el de encurtido.
Los encurtidos son súper fáciles de hacer. No duran tantísimo como los de fábrica, pero sobre tres o cuatro semana se pueden tener perfectamente. Mi madre los hacía mucho porque mi padre necesitaba una dieta muy estricta y así le daba más juego para acompañar las comidas. Ella los sigue preparando tal como le indicó el médico en su día: hirviendo las verduras un par de veces, pero entre hervor y hervor había que cambiar el agua. Las zanahoras así quedan especialmente ricas, pero yo le he hecho en crudo, para acompañar las ensaladas, y para tener algo sano que picotear mientras preparo la comida, así me quito de probar absolutamente todos los ingredientes de lo que esté preparando en ese momento.
La receta es tan fácil como trocear el o los ingredientes, y poner en un bote con 1/3 de vinagre y 2/3 de agua, y especiar al gusto. Ésta vez he puesto cebolla, apio, pimiento verde y rojo, pepino, zanaharia, ajo y un poco de tomillo. Se suele poner sal, entre otras cosas porque ayuda a conservar y le da un gustillo muy rico; pero yo personalmente no le añado, no tomo sal apenas y por si las moscas prefiero quedarme corta para que pueda tener arreglo.
Y he aquí el tarro recién hecho. Lo dejo un par de días antes de probarlo para que las verduras vayan absorviendo el gusto del ajo y el vinagre.
Y aquí ya servidas al plato.
Y ahora vamos a lo dulce, de rico postre:
El de la izquierda es mermelada de kaki, una fruta que me parece deliciosa y que es una pena lo poco que dura la temporada. Como me gustan muy maduros siempre hay alguno que se me rompe y lo acabo metiendo en un vaso para consumirlo exprés. Ésta vez se me ocurrió cocerlo al baño maría para poder guardarlo largo tiempo. No lleva azúcar ni especias de ningún tipo, que tal vez habrían ido bien ya que parece que pierde algo de dulzor con el proceso, pero está igualmente deliciosa. Tampoco lleva agua, ya que es un fruto muy jugoso una vez maduro. Me encanta la mezcla de sabor que hace con el plátano y con el queso fresco.
Las conservas dulces de fruta son un gran recurso. Yo siempre tengo alguna lata de fruta en su jugo o en zumo, por si algún día nos vemos en casa cortos de fruta. Comemos muchísima y siempre tenemos de sobra y gran variedad, pero también ha pasado cualquier imprevisto que me he visto sin ella, y tener una latilla a mano es todo un salvavidas. Las mermeladas y compotas son una gran baza, ya que te permite tenerlas en la recámara y preparadas de forma casera. En mi caso además no suelo ponerles ni azúcar ni edulcorantes, cosa prácticamente imposible si buscamos una versión comercial.
El tarro de la derecha es compota de batata, otra de mis pasiones. Está cocida a fuego lento, con agua, una ramita de vainilla, un poco de jengibre, un poco de clavo, y matalahuga. Personalmente, la próxima vez no le pondré matalahuga, creo que el sabor se mata un poco si buscamos algo más cercano al boniato asado. Me resulta refrescante, algo que me choca un poco, porque siempre que pienso en batatas me asalta el recuerdo del olor que desprende el horno, del calorcito y de ir sacando ya alguna rebequilla, aunque este otoño esté siendo particular. Me salió más espesa de lo norma, porque fui de la cocina y me olvidé de la cazuela (de milagro no se pegó al fondo). Tiene una textura firme pero que se extiende genial, en tostada con frutos secos .o pepino por encima está riquísima.
Este bote en cambio es compota de membrillo y pera. De especias lleva clavo, matalahuga, jengibre y canela. El membrillo es una fruta bastante seca y con poco dulce, por lo que mantiene su textura muy entera y hay que poner muy poca agua ya que al no soltar la fructosa no hace pasta en forma de salsita, queda en forma de caldo. Basta con cubrir los trozos y dejarlo hervir a fuego medio durante unos 40 minutos. Aunque siempre lo de la textura va totalmente al gusto de cada cual.
Lo más importante para hacer conservas es el hervido primero del tarro, y después del producto al baño maría. El tarro y su tapa se hierven durante al menos quince minutos para esterilizarlos. Una vez estén, se rellenan con el producto, los tapamos bien, los cubrimos por completo de agua y los dejamos hervir al baño maría durante mínimo 30, así nos aseguramos de que no quedan bacterias y con este proceso además quedan al vacío. Dicen que pueden guardarse durante al menos un año, aunque yo personalmente no me fiaría de consumirlos después de tanto tiempo, y de todas formas no creo que me vayan a durar tanto.
Bueno espero que os haya gustado y que os animéis a preparar tarros en casa, tienen la ventaja de que aunque a veces necesites varias pruebas, al final acabarás haciéndolos justo con el toque que te guste a tí..
¡Saludos, y a seguir creando!