ENTREVISTAS IMAGINARIAS: CUARTA ENTREVISTA

por Norma Alasia

– Estoy enamorado, dijo Simon mientras entraba a la cocina.
– Soy sordo, dijo Z sin levantar su vista del iPad.
– Nosotros hace años que estamos enamorados y no hacemos tanto alarde, agregó Álvaro.
– Hay que saber cuándo permanecer callado, dijo Stephen a su novio.
– Aprecio tu sensatez, dijo Z a Stephen, podés quedarte cuanto quieras.
– ¡Buenos días, gente!, dijo Cynthia al entrar en la cocina, mientras se sacaba los auriculares.
– ¿De dónde venís?, ¿cuándo te fuiste? No te escuché salir, dijo Álvaro.
– Viene de correr, por lo que veo; y se fue a las siete de la mañana, por lo que escuché, comentó Z mientras continuaba leyendo el periódico on line.
– Yo no la escuché, dijo Álvaro con énfasis.
– Es que a veces dormís profundamente, le dijo Stephen mientras acariciaba su cabello con suavidad.
– Quiere decir que roncás, agregó Z.
– ¡Yo no ronco! ¡Decíle al “señor sabelotodo” que no ronco!, fueron las palabras de súplica de Álvaro hacia su novio.
– A veces respirás fuerte, pero no me molesta.
– A mi sí, dijo Z al sonidista.
– ¡Dije que estaba enamorado!, agregó Simon con insistencia.
– ¿Estás enamorado?, ¡genial!, ¡te felicito!, exclamó Cynthia. ¿Quién es?
– Se trata de una chica que conocí el otro día.
– Tu profunda respuesta me conmueve hasta las lágrimas, comentó Z.
– Quizás no sea profundo pero al menos soy capaz de expresar mis sentimientos, respondió Simon.
– ¿Y dónde se conocieron?, preguntó Stephen con la intención de aliviar tensiones.
– En la playa, en un torneo de voley. Siempre me destaqué por ser bueno en los deportes.
– Y allí estaba ella, agregó Cynthia.
– Sí, Karina es muy dulce. Estaba viendo el torneo con un par de amigas, compiten su hermano y el novio de una de las chicas.
– Traéla cuando quieras, dijo Cynthia.
– Creí que para invitar gente a la casa teníamos que ir a votación, agregó Z.
– Traéla cuando quieras, dijeron todos al unísono.

Clarisa M., como se hace llamar, es una señora de edad incierta que puede variar entre los cincuenta y cincuenta y cinco años. Sus cabellos cortos, blancos y a medio peinar no ayudan a definir con exactitud cuántos años tiene. Es conocida en el ambiente por su elegancia y su talento.

– ¡Clarisa, qué gusto verte entre nosotros!, exclamó Cynthia con efusividad.
– El gusto es mío, siento que llegué al Paraíso; este sitio es perfecto.
– Es un riesgo trasmitir desde tan lejos pero lo estamos consiguiendo con éxito y nos sentimos orgullosos por eso.
– Televisión estatal, dijo M. Bien, de ahora en más prometo no lamentarme cada vez que tenga que pagar mis impuestos.

– La vi bajar del auto, dijo Z cuando entró Cynthia a su estudio. Manejaba ella.
– Así es, no todos necesitamos chofer.
– Me mareo cuando me siento frente a un volante, creo habértelo contado en más de una oportunidad.
– El día que me desmayé por el golpe de calor me llevaste al hospital, le recordó Cynthia.
– Llegamos a mitad de camino, dijo Z con una sonrisa, después te dejé en mejores manos.
– ¡Es cierto! Llamaste a una ambulancia.
– Que llegó rapidísimo, agregó el joven. Creían que me había dado un ataque de epilepsia cuando intenté explicarles que te habías desmayado por el calor y no sabían a cuál de los dos atender primero.
– Clarisa nos espera, dijo Cynthia terminando una conversación que le resultaba divertida.

4ta. Entrevista

– Me gusta la literatura para niños. El primer libro que leí solo fue uno escrito por Usted, todavía lo conservo y lo llevo a todas partes conmigo, dijo Z entregándole el libro a la escritora.
– Interpreto que me estás pidiendo que te lo autografíe.
– En realidad no lo había pensado, pero es una idea muy buena. Mientras tanto, cuéntenos cómo fueron sus comienzos.
– Nada en particular, yo era una joven de clase media que decidió estudiar Letras pero que por esos caprichos del destino (vamos a echarle la culpa a “otro”) no terminó la Universidad.
– Pero lo que hizo supo hacerlo muy bien, me refiero a escribir. Siempre me pregunté cómo sería saber comunicarse con los niños, no soy muy bueno en eso y Usted sabe cómo llegar al público infantil. En la última Feria del Libro Infantil pude ver cómo sus pequeños-grandes fans se peleaban entre ellos por obtener un autógrafo suyo.
– Sí, tengo “feeling” con los más chicos, pienso que se debe a que soy una persona auténtica. Es curioso cómo se me acercan y me hablan, incluso en los centros comerciales y en los supermercados. Firmo autógrafos en los supermercados, dijo M. riendo.
– Es genial, agregó Z. ¿Le gustaría leernos un párrafo de su último libro?
– Estaba esperando que me lo pidieras, expresó la escritora antes de comenzar a leer.
“Crecían árboles por donde antes había desierto, contaba el abuelo zorro a los más chicos del pueblo. Créanme que por aquel entonces, todos pensábamos que la muerte estaba entre nosotros; sin embargo, una tarde, la última del invierno, el agua empezó a caer y por todos lados se formaron pequeños lagos, o milagros, como lo llamó alguien. Con la abuela llorábamos de felicidad y todos, absolutamente todos, en el bosque, a partir de ese día supimos vivir en paz.”
Se trata de una historia con trasfondo ecológico, cuando inicié a escribir este libro sólo tenía en mente que me iba a concentrar en escribir historias con animales. Siempre me gustó Winnie the Pooh, tanto él como Christophen Robin y sus amigos me parecen muy tiernos.

La charla entre la escritora y el periodista fue muy cordial. Hasta hubo momentos en que se los vio reír y conversar distendidos.
Fue bueno ver a Z relajado como si fuera un niño.

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