ENTREVISTAS IMAGINARIAS: PRIMER FIN DE SEMANA

por Norma Alasia

‑ Disfruto caminar por la mañana bien temprano, fue un hábito que tomé cuando era estudiante en la Universidad, dijo Cynthia.
‑ En cambio yo prefiero correr, tiene más acción; respondió Z. ¿Y qué tenemos previsto para el día de hoy?
‑ ¿Te preocupa que sea sábado y no tengamos que hacer el programa?
‑ En realidad tengo trabajo, como todos los días; los fines de semana acostumbro a prepararme para mi semana laboral, no tengo de qué preocuparme.
‑ Pensaba relajarme yendo al mar, tenía ganas de darme un chapuzón.
‑ ¿Y desde cuándo te gusta nadar?, preguntó Z.
‑ Desde hoy; estamos acá, con el mar frente a nosotros y en la playa corre un encantador aire fresco que me inspira. El calor me molesta, lo sabés bien, y la brisa marina me inspira; sólo quiero darme un chapuzón, puedo ir sola ya que en ningún momento imaginé que podía ir acompañada a la playa.
‑ Me parece bien; yo voy a leer y, además, tengo varios mails que contestar.

Así fue como cada uno pasó el sábado por su lado, comiendo lo que tenían al alcance de la mano;  para Z el almuerzo consistió en un sandwich de jamón con tomate y para Cynthia, una porción de pescado frito con ensalada.

‑ Me costó encontrarte, dijo Z mientras tomaba asiento al lado de su productora.
‑ Nuestra playa es bastante solitaria y no pasan vendedores por ahí, tuve que alejarme para comprar mi almuerzo, respondió Cynthia.
‑ Te traje tu celular; en realidad vine porque sonó varias veces y no quise responder porque no es asunto mío pero pensé que podía ser algo urgente.
‑ Mi hermano, es el número de celular de mi hermano; está de vacaciones en la otra parte del mundo, pero me mandó un mensaje. Simplemente no podía dormir y quería saber cómo estaba, más tarde le respondo, quizás haya conciliado el sueño y no quiero despertarlo. Gracias por molestarte en venir hasta acá.
‑ A decir verdad, el día se estaba poniendo monótono y vi el sol, sentí el aire marino y el sonido que hacen las olas cuando rompen en aquel acantilado y pensé en vos, en que podíamos darnos un chapuzón juntos.
‑ Me parece una idea genial pero antes debemos, enfatizo la palabra debemos, compartir un helado gigante. ¿Ves aquel vendedor? Prepara unas copas heladas estupendas; ¿almorzaste?
‑ Sí pero un suculento postre no me vendría nada mal, considerando que mi almuerzo fue un poco escuálido.
‑ ¡Un almuerzo escuálido! Ésa estuvo buena; ¿los chicos no están en la casa?
‑ No, ellos se levantaron tarde y se fueron a pasar el fin de semana a la ciudad más cercana.
‑ ¿A cuál?
‑ No sé y creo que ellos tampoco lo sabían. Me invitaron a ir pero preferí quedarme; es que no tienen el concepto de sábado por la noche que tengo yo, dijo Z mientras Cynthia miraba interesada las diferentes opciones de copas heladas que se le presentaban.
‑ ¿Ésa te parece bien? Tiene fruta fresca y fruta seca; además la sirven en una copa de cucurucho que podemos llevar y tiene capacidad para cuatro gustos distintos de helado; yo quiero un poco de jarabe de chocolate sobre mi parte. ¿Y vos?, preguntó la joven.
‑ Excelente opción para un semi hambriento, agregó Z a media voz pero Cynthia no lo escuchó, estaba ocupada explicándole al vendedor cómo quería que sirviera el postre.
‑ ¿Te decidiste por el jarabe o preferís comer el helado solo?
‑ ¡Que sea todo cubierto con jarabe de chocolate!, quiero evitar peleas.
‑ ¿A qué te referís?
‑  Invito yo, dijo Z ignorando la pregunta.
‑ Da igual; esta vez pagás vos y yo, la próxima. ¿Por qué dijiste que querías evitar una pelea?
‑ Fue una broma, pensé que si yo, por ejemplo, elegía jarabe de frutilla y vos me pedías probarlo y que si finalmente te gustaba más que el tuyo podías querer comer mi parte de helado y podíamos pelear por eso.
‑ ¡Ah..! dijo la joven con indiferencia. En este momento sus cinco sentidos estaban concentrados en la copa helada y nada más parecía importarle.
‑ Es muy bueno, dijo Z mientras la invitaba a sentarse sobre la arena.
‑ ¿Se puede pedir algo más que esto?, pensó Cynthia en voz alta.
‑ Se me ocurren varias cosas, respondió el joven, pero digamos que “esto” no está nada mal.
‑ ¿Y cuáles son las cosas que se te ocurren?
‑ No sé, lo dije por decir pero estuvo bien que hayas descubierto este lugar, es nuestro primer fin de semana aquí y ya sabemos dónde ir a comer un buen postre. ¿Y qué tal estuvo tu almuerzo?
‑ Bien, comí pescado con ensalada, me pareció que las papas fritas que venían con el menú me podían caer pesadas y fue entonces cuando me decidí por la ensalada verde. Tuve que pagar un extra pero no fue mucho; aquí son todos muy amables. ¿Vos qué opinás?
‑ Sos la única persona con la que tuve contacto en el día de hoy y vos sabés con quiénes hablé durante la semana.
‑ ¿No saliste de la casa en toda la semana?
‑ ¿Acaso viste que lo hiciera?
‑ No, pero pensé que mientras yo me duchaba quizás habías salido a dar una vuelta, no sé… O que una mañana mientras corrías te habías cruzado con alguien y habías intercambiado alguna palabra con alguien.
‑ Algún que otro saludo; ahora que pienso tenés razón, todas las personas con las que me crucé  me saludaron y respondí al saludo, of course, pero no me detuve a hablar con nadie.
‑ Este helado es estupendo, creo que hoy no voy a cenar.
‑ ¿Justo hoy que pensaba cocinar?, dijo Z.
‑ ¡Mentiroso!, agregó Cynthia, mientras le sonreía con cuerpo y alma.

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