Y ahora pensaréis, ¿sobre qué va a escribir esta mujer? Sobre lengua. Pero no sobre lengua de vaca, ni estofada, ni empanada, ni en terrina. No. Sobre lengua, española.
El día que surgió esta conversación guasapera entre el maestro y servidora, no vamos a entrar en detalles, porque ya os digo que va a parecer una conversación escabrosa, el maestro me retó a escribir un post sobre esto, y yo que me pico más que un mosquito en el medio del desierto, aquí estoy.
La cuestión lingüística que nos ocupa es el polvo. Sí, señores, el polvo. Una palabra fantástica, que según el diccionario de la RAE tiene siete acepciones diferentes. Una, es la que estáis pensando, pero que en concreto, no era de la que hablábamos Tito y yo. Ya os dije que explicar esto era peliagudo.
Al lío. Pues resulta que, al menos en esta ciudad en la que vivo, con una idiosincrasia emergente, aparte de la porquería que se te junta encima de los muebles y de eso otro que estáis pensando cuando os dicen polvo, aquí en Vigo, un polvo, es una bolsa de basura. Flipando os habéis quedado...
Pues sí. Y lo peor no os lo he contado. Es que además no tiramos la basura, sino que la echamos (al contenedor, claro). Esto puede resultar tan incómodo como os podáis imaginar. Puede ser que estés cenando en casa de tu abuela, una respetable señora de noventa años, y ella, en su inocencia, te mande a echar el polvo. Así como os lo cuento.
¡¡Nena, vete a echar un polvo, que lo tengo ahí en la cocina!! Claro, tú, que por polvo entiendes además esa otra acepción, que está recogida por la sacrosanta real academia española, lo menos que puedes hacer es ruborizarte... Porque para tu abuela un polvo es un polvo, de toda la vida, nada que tenga que ver con las obligaciones matrimoniales del esposo, aunque sea siempre un detalle que tu marido eche el polvo, que bajar a la calle por la noche siempre es un engorro...
Así que donde fueres haz lo que vieres, cuidadín con lo que decís y con lo que oís, que por España adelante cada uno habla a su modo, y las cosas no son lo que parecen...
Total, y en resumidas cuentas, que Tito y yo hablábamos de basura. Tanto lío por un polvo.
Panzanella {toscana}
Ingredientes (para 4 personas):
1/2 barra de pan (puede ser del día anterior).
3 tomates rojos maduros.
unas hojas de albahaca fresca.
una latita de anchoas.
un puñado de aceitunas negras en rodajitas.
1/2 cebolla pequeña en juliana.
1 diente de ajo muy picado.
aceite de oliva a la pimienta Essencegourmet.
vinagre de Módena.
Preparación:
1. Cortamos el pan en rebanadas, y a su vez en taquitos, y los ponemos en la ensaladera.
2. Cortamos los tomates maduros en daditos y los ponemos, con todo su jugo, encima del pan, para que este se empape con el sabor del tomate.
3. Por encima, ponemos el resto de los ingredientes. Las aceitunas negras en rodajitas, el ajo muy picadito (si os repite podéis quitarlo, pero a mí me encanta), la media cebolla en juliana, las anchoas cortadas en 3 trozos, y la albahaca fresca picadita.
4. En un botecito con tapa ponemos 4 cucharadas de aceite de oliva a la pimienta Essencegourmet (u otro de vuestro gusto) y 2 cucharadas de vinagre balsámico de Módena, con unas arenitas de sal. Agitamos bien, y vertemos sobre la ensalada.
5. Es bueno dejarla macerar al menos media hora, para que el pan se vaya empapando de los jugos de la ensalada. Si utilizamos pan del día anterior, conviene alargar el tiempo de maceración, ya que el pan estará más seco.