Siempre hemos atribuido el consumo de salchichas a la cultura bávara, y aunque han cultivado a lo largo de los siglos una extensa y rica historia ligada al embutido de la carne, se trata de un producto casi tan antiguo como la civilización, pudiéndose considerar patrimonio gastronómico de la humanidad.
Los primeros en rellenar tripas de cerdo con la misma carne del animal molida fueron los babilonios, sobre el año 2000 a.C, lo que deja patente su antiquísima tradición. Embutían la carne en las finas tripas de cerdo, anudándola en los extremos, y cocinándolas directamente sobre las llamas.
En la Antigua Grecia, surgió una idolatría similar por este alimento, al que llamaban orya, sin embargo, difería bastante del concepto babilónico, más unido al actual.
Muestra inequívoca del valor cultural inconmensurable de la gastronomía, es la elaboración de una lista que reunía a los siete cocineros más distinguidos de la historia.
Como tantas otras delicatessen griegas, consiguió medrar hasta la época romana, donde además se convertiría en un suculento manjar muy apreciado por los patricios, o sea, las familias más acaudaladas e importantes del Imperio.
Entre otras cosas, hay que agradecer a los romanos el desarrollo y perfeccionamiento de la chacinería, que abrió pasó a la elaboración no solo de salchichas, sino también de las codiciadas morcillas, o incluso de la mortadela.
Consiguió sobrevivir al oscurantismo medieval, y extender sus tentáculos por todo el viejo continente.
Tanto en los países mediterráneos como en los bárbaros, fecundó un entusiasmo exacerbado por las salchichas, cristalizando en diferente versiones, a cuál más interesante: la salchicha blanca alemana o ahumada de Frankfurt, la salchicha escocesa, la salchicha de Bolonia, o la patria más conocida, la Salchicha de Zaratán, que recibe su nombre por el pueblo vallisoletano.
Las salchichas al vino es una manera fantástica y deliciosa de degustar este embutido. Atrás quedan los años en que la carne de descarte era aprovechada para hacer salchichas, encontrando en la actualidad salchichas de una calidad nutricional contrastada.
La salchicha no deja de ser algo parecido a una hamburguesa, dado que está compuesta por un porcentaje de carne y otro de grasa que se encarga de proporcionarle jugosidad. Recomiendo evitar productos cárnicos ultraprocesados que se han demostrado nocivos para la salud.
Ingredientes:
Salchichas frescas de cerdo o pollo 12 unidades
Cebolla dulce 200 g.
Aceite de oliva virgen extra 50 g.
Vino blanco 100 ml.
Laurel 1 unidad
Sal
Elaboración:
En el mercado podemos encontrar un amplio surtido de salchichas de diferentes tamaños, composiciones, y calidades. Lo habitual son las salchichas de cerdo, pero no es raro toparnos con salchichas de pollo, ternera o cordero, incluso hay quien ha dado un paso más allá, formando salchichas vegetales y a base de pescado.
Ante todo debe primar la calidad, por lo que preferiblemente las pediremos en una carnicería, o de comprarlas envasadas nos cercioraremos de que tienen un elevado porcentaje de carne. Este plato consigue un equilibrio perfecto gracias al sabor astringente del vino que combina a las mil maravillas con el dulzor natural de la cebolla.
Echaremos la cebolla pelada en el vaso de la Thermomix, y trituraremos durante 6 segundos a velocidad 5. Bajaremos los restos de cebolla que hayan quedado adheridos e inaccesibles en las paredes, valiéndonos para ello de una lengua. Colocaremos la mariposa en las cuchillas y verteremos el aceite, una cantidad pequeña, pues las salchichas ya tienen grasa.
Programaremos 10 minutos, función Varoma a velocidad 2. Añadiremos las salchichas y programaremos 3 minutos, nuevamente función Varoma, giro inverso y velocidad cuchara. Transcurrido el tiempo agregaremos el vino blanco, el cual puede sustituir por un Jerez en caso de que nos gusten los sabores más atrevidos y potentes.
Salpimentaremos e incorporaremos una hoja de laurel, a la que podría sumarse un poco de tomillo fresco o cualquier otra aromática de nuestro gusto. Programaremos 15 minutos, función Varoma, giro inverso y velocidad cuchara. Finalmente, las acomodaremos en una fuente y salsearemos por encima. Solo nos queda acompañarlas con la debida ración de hidratos de carbono.
Las salchichas al vino blanco acompañan exquisitamente con un puré de patata ligero o un arroz pilaf, sin olvidarnos del sacrosanto pan. Tampoco desmerecen junto a unas patatas panadera. Como otros embutidos con un alto porcentaje de grasa, maridan muy bien con vinos de acidez alta. Una receta fácil, económica y que gusta tanto a mayores como a niños. ¡Un imprescindible a partir de ahora!
¡Qué aproveche!
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