Tomar agua es importante porque, al final del día… es de lo que estamos hechos en mayor parte. Con 60% de participación en nuestro cuerpo (y hasta 70% en las diferentes células), dependemos del agua para sobrevivir. Es un trabajo en equipo con los riñones: juntos, el agua y estos órganos nos apoyan para filtrar impurezas de la sangre y el resto del cuerpo que luego se desechan a través de la orina y del sudor. Salen las enzimas que ya no podemos usar, los minerales que no nos sirven, y en general un montón de desechos que se producen con estar vivos.
Algo que aprendí cuando estudiaba para ser profe de yoga es que, como muchas otras cosas de la vida, tomar agua tiene que ver con el equilibrio: tomas líquidos para mantenerte en equilibrio. Para reponer lo que dejas ir*. También, para regular la temperatura de tu cuerpo. Para equilibrar y lubricar tus articulaciones. Para despejar la mente. Incluso, te puede servir para despertar. En todo caso, tomar agua te recuerda que estás hecho de ella.
*En este libro de la OMS también lo ven así.
Dos litros u ocho vasos: ¿la regla de oro?
Es muy conocido que es necesario tomar dos litros de agua al día, lo que equivale más o menos a ocho vasos. Si buscas, es lo que vas a encontrar en casi cualquier página a la que entres buscando una respuesta absoluta. ¿Es cierta? Más o menos. Como nos lo explicaba nuestra profesora de nutrición hace ya muchos años (como lo dice también la Clínica Mayo), eso es más o menos cierto para el adulto promedio.
Es necesario reponerle al cuerpo, cada día, aproximadamente dos litros de líquidos. Más si, por ejemplo, haces ejercicio y sudas mucho. Si estás lactando. Si hace mucho calor. O si tienes sed. ¿Entiendes la idea? No es exacto.
Y los dos litros, sobre todo, no equivalen a dos litros de agua. Son dos litros de líquidos, de los que un 20% aproximadamente está cubierto por lo que vas comiendo a lo largo del día. Es decir: la sopa cuenta. El té también. Hasta el arroz, en menor proporción. Y lo que se te ocurra, porque es muy difícil comerte algo que no tenga una porción de humedad en él.
¿Qué pasa si no tomo suficiente agua?
Tengo una confesión que hacer: a veces, sobre todo en el trabajo, me meto tanto en lo que estoy haciendo que no me doy cuenta de cómo pasa el tiempo y no tomo nada entre el café de la mañana y algo ya por la tarde cuando voy a comer. No es algo que pase muy seguido, pero sí pasa. Y en esas ocasiones, por lo general, me doy cuenta porque ya estoy cansada, tengo los ojos bien irritados de lo secos y tengo un dolorcito de cabeza que ni te explico, porque ni es fuerte ni nada sino solo incomodo como él solo. Ya soy consciente de por qué pasa eso y trato de hacer pausas para ir y tomar agua o hacerme una aromática.
También, si estoy en la calle, acalorada y de mal genio con dolor de cabeza, trato de buscar una tienda: seguro lo único que necesito es tomar algo y el mundo va a volver a tener sentido. Es como magia: en un momento te duele la cabeza, no puedes pensar y sientes que hay demasiado ruido y todo te desespera. Tomas agua o algún buen líquido. Cinco minutos después: el mundo es maravilloso.
Síntomas de cuando estás deshidratado (aunque sea un poco)
¿A qué va todo esto? Lo que pasa si no tomas agua, es que vas a estar deshidratado. Y estar deshidratado no es bonito (como referencia, estado grumpy del párrafo anterior). Más allá de la sensación de sed, que es bastante incómoda, va acompañada de otros síntomas de lo más aburridores:
Cansancio y sueño
Hambre (que te puede llevar a comer sin que sea necesario y, a la larga, a subir de peso)
Irritabilidad
Sensación de no poder concentrarte o confusión
Dolor de cabeza
Pipí de color amarillo oscuro
Y esos son solo con deshidratación moderada o leve, que es la que te daría por no tomar nada en el día. De ahí solo se pone peor, pero no vamos a entrar en tanto detalle.
Si quieres saber si tomas los suficientes líquidos, hay una regla sencilla: si tienes sed, ya estás deshidratado. Si con lo que estás haciendo ahora no te da sed y no tienes ningún otro síntoma, es posible que ya estés bastante bien. Lo que podrías hacer sería evaluar tu ingesta de líquidos de dónde viene. Si es solo café y gaseosas, tal vez podrías buscar algo con menos azúcar y limitar un poco tu consumo de café. Hacer cambios útiles y ricos que te permitan estar igual de hidratado, pero más saludable.
¿Y si no me gusta tomar agua simple… o me aburre?
¡No te preocupes! Hay toda una entrada que publiqué al respecto, enfocada en infusiones ricas para que tomes todo el día sin importar si hace frío o calor (hay de ambas versiones). La puedes leer aquí.
Consejos finales para tomar agua (o algo que te guste)
Al final, se trata de que te sientas bien, que tu cuerpo pueda funcionar correctamente y que disfrutes lo que estás tomando. Nadie quiere hacer algo como si fuera una obligación, en particular si no le gusta, sea tomar agua o cualquier otra cosa.
¿La solución?
Adáptalo a tus gustos de forma saludable. Incorpóralo a tu rutina. Si siempre se te olvida, acostúmbrate a hacerlo siempre que haces algo. Por ejemplo: mientras preparas el desayuno, te tomas una aromática. En cuanto llegas a la oficina o a la universidad, tomas un poco del agua infusionada que te preparaste antes de salir de casa. Antes de acostarte te tomas una aromática para dormir mejor mientras lees un poquito de un libro. Si asocias una actividad nueva con otra que ya haces corrientemente, te va a quedar mucho más fácil crear el nuevo hábito. ¿Qué esperas entonces para estar bien hidratada?
Si lo consideras súper importante, lleva un registro de cuánto estás tomando en el día. Por ejemplo, puedes ir anotándolo en tu agenda o en el calendario. No lo midas en vasos de agua, porque la verdad es un poco aburrido tomar un montón de agua sin razón. Mídelo en vasos o tazas que tomas. Si tienes en cuenta que además lo que comes también tiene líquido (¡hasta 20% de lo que necesitas!) solo necesitas entre 6 y 7 tazas al día de cosas ricas para tomar. Si tomas algo hidratante (no café, no refresco…) con cada comida, y algo entre cada comida importante, ya tienes casi todo hecho.
Pero, más allá de obsesionarte con un número, solo necesitas esto:
Siente tu cuerpo y mira cómo te sientes y qué te pide.