En la noche de Halloween llegó al bosque un malvado monstruo, gruñendo, gritando y metiéndose con todos los animalitos. Los cervatillos, conejitos y ardillas fueron corriendo a esconderse. El único que se atrevió a salir de su madriguera fue un pajarito, que voló lo más deprisa que pudo para avisar a las brujitas de lo que estaba ocurriendo.
Una de las ellas salió enseguida con su escoba y descubrió que el monstruo no había venido solo: un regimiento de monstruos había llegado al bosque, rompiéndolo todo y asustando a todos sus habitantes.
Decidió darles su merecido así que, arrugando la nariz, les apuntó con su escoba y les lanzó uno de sus poderosos conjuros.
Al momento, los monstruos se convirtieron en dulces cupcakes de vainilla, con sus aterradores dientes y sus saltones ojos de fondant.
Sus cabelleras de colores ya no resultaban terroríficas, sino que parecían hechas de buttercream, peinadas con delicadeza con ayuda de una manga pastelera y la inestimable boquilla 233.
Y entonces, las brujitas, los pajaritos, las ardillas y los cervatillos, decidieron darse un buen festín. Sacaron sus manteles a cuadros y organizaron allí mismo un improvisado picnic. No dejaron ni las migas !!
Desde aquel día, ningún otro monstruo se ha atrevido a acercarse por el bosque. Aunque muy pronto será Halloween… quién sabe lo que puede ocurrir este año…
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