Tras una larga pausa de vacaciones y vagancia, volvemos a la tarea. Y puesto que ya es otoño, un precioso otoño suave y soleado al menos por estos lares, vamos con una receta para disfrutar de la reina de las hortalizas de otoño: la deliciosa calabaza. Hay muchas formas de prepararla, desde la socorrida crema hasta las tartas dulces o saladas y pasteles. Hervida o asada, acepta multitud de hierbas y especias que enriquecen su sabor y dan variedad a nuestra mesa, placer a nuestro paladar y hasta alivio a nuestros males. Así que vamos a prepararla hoy en una quiche donde la combinaremos con cebolla, piñones, romero y queso viejo. Recordemos que este es el queso cuyo periodo de maduración es de ocho meses como mínimo. Su sabor intenso y su aroma fuerte y potente combina muy bien con la calabaza. El resultado es una deleitosa golosina que no dejará indiferente a nadie. (Y aprovecho para seguir insistiendo en una de mis manías: por favor, no diga jamás masa brisa, esa absurda traducción del francés Pâte brisée que, literalmente, significa masa quebrada, que es como se llama en castellano. Vamos allá. (Las semillas de sésamo y amapola son para decorar, así que su uso es opcional. Puede también cambiarlas por cualquier otro fruto seco, si lo prefiere.)
Ingredientes
Una lámina de masa quebrada
300 gr de calabaza limpia
Una cebolla grandecita
100 gr de queso viejo de oveja
125 gr de crème fraîche (o, en su defecto, nata)
Dos huevos
Una cucharada de romero
Unas ramitas de romero fresco
50 gr de piñones
50 gr de pipas de calabaza (peladas)
Sal
Nuez moscada
Semillas tostadas de sésamo
Semillas de amapola
Aceite de oliva
Troceamos la calabaza limpia. Pelamos y troceamos la cebolla, ponemos todo junto en una fuente para horno, regamos con un hilo de aceite de oliva, añadimos el romero fresco y una pizcas de sal y llevamos al horno precalentado a 180º alrededor de 30 minutos o hasta que las verduras estén tiernas. Retiramos y reservamos hasta que esté tibio.
Apartamos la mitad de la cebolla y trituramos el resto, junto con la calabaza y el romero seco, (bien triturado en el mortero para evitar los molestos palitos), hasta conseguir una crema suave.
Añadimos los huevos, la crème fraîche, nuez moscada al gusto y el queso rallado y volvemos a batir mezclando bien. Comprobamos de sal y corregimos si es necesario. Cuidado, el queso viejo suele estar salado.
Cortamos en pequeños trozos la cebolla que habíamos reservado y la añadimos a la crema, junto con los piñones y las pipas de calabaza.
Cubrimos con la masa quebrada un molde enharinado y pinchamos la base con un tenedor. Vertemos en él nuestra mezcla, decoramos si queremos con unas semillas de sésamo y amapola y unas pipas de calabaza y la llevamos al horno (de nuevo precalentado a 180º) hasta que pinchando en el centro con una varilla de brocheta, por ejemplo, esta salga limpia.
Dejamos templar, desmoldamos y a disfrutar. Puede servirse tanto tibia como fría.