INGREDIENTES (4-6 personas)
350 grs de fideos (para fideuá)
400 grs de pechuga de pollo
1 litro de caldo de pollo
1 vaso de vino blanco
1/2 pimiento verde
1/2 pimiento rojo
1 cebolla grande
2-3 dientes de ajo
300 grs de tomate
Guisantes
2 hojas de laurel
Sal, pimienta y Aceite de Oliva
Colorante alimenticio (o unas hebras de azafrán)
Tiempo: 45 minutos
Película comparada: CALABUCH (Tras la receta)
Fin de semana. Cuando tenemos tiempo y visita en casa, nada mejor que tirar del repertorio más casero y tradicional, para construir una cine-receta de las que dejan huella. Una fideuá es una salida fantástica para complacer los paladares más exquisitos y los estómagos más vacíos. Puedes hacerla con cigalas, gambas, mejillones... Sólo con verdura... O en nuestro caso, aprovechando una pechuga de pollo que quedó sin destino en la nevera. Todo vale para este clásico inmortal de la cartelera culinaria. Ahora sí... Silencio, se cocina.
Limpiamos y troceamos en tacos (como de un bocado) la pechuga de pollo. Salpimentamos al gusto.
En una pallera o paella calentamos un buen chorro de aceite de oliva. Añadimos los dientes de ajo enteros y sin pelar y el pollo troceado. Lo vamos a ir friendo a fuego vivo durante 5 minutos hasta que quede doradito por todos sus lados. Sacamos (ajos y pollo) y lo reservamos...
Picamos en brunoise (trocitos) los pimientos y la cebolla. Echamos otro chorro de aceite y sofreímos la cebolla otros 5-7 minutos a fuego medio (¡que no se queme!) Cuando esté pochadita, añadimos los pimientos y el laurel y dejamos que se cocinen las verduras unos 10 minutos.
Lavamos los tomates y los picamos. Les llega el turno de entrar en acción. Los añadimos junto con el pollo reservado y volvemos a sofreír unos minutos más.
Incorporamos el vino blanco y dejamos que evapore todo el alcohol a fuego vivo.
Calentamos el caldo de pollo y añadimos como tres cazos a la paella. NOTA: A mi me funciona mejor ir viendo cómo va de líquido e ir echando más si veo que queda seco o que el fideo todavía no está cocido. Así que es mejor no echar todo de golpe...
Una vez que echemos el caldo le añadimos el colorante o azafrán, removemos bien y dejamos que hierva. Es el momento de incorporar la pasta. La mezclamos con cuidado y dejamos que hierva.
NOTA: Yo la deje cocinar en el horno, pues me aseguro que se haga por arriba y por abajo, y no tengo cocina de fuego (sino vitrocerámica) Probad la técnica.
Con el horno precalentado a 200-220º (cada horno, un mundo) metemos la paella y dejamos que se cocine durante 15 minutos. Habrá que ir mirando que no se quede seco antes de tiempo, en ese caso, añadimos un poco más de nuestro caldo caliente.
Si añadimos guisantes de lata (mi caso), habrá que echarlos 1 minuto antes de terminar. Si son frescos, cuando introduzcamos la fideuá en el horno.
¡Y listo! Sacamos con sumo cuidado la paella del horno, y la cubrimos con un paño de cocina limpio durante 5 minutos. Decoramos con los ajitos enteros y una ramita de orégano, perejil, cilantro, tomillo... para que luzca a la vista. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar esta fideuá
CALABUCH
("Calabuch" de Luis García Berlanga - 1956)
La fideuá es un plato puramente mediterráneo, originario de las costas valencianas, cuya técnica se asemeja a las paellas pero sustituyendo arroz por fideo. Y claro, cuando uno tira de memoria cinéfila y trata de ubicar esta receta, le golpea el valenciano cinematográfico por excelencia de nuestro país: Luis García Berlanga. El Maestro. El Sumo Hacedor. El Genio. El Inimitable.
La década de los cincuenta fue el escenario temporal para el nacimiento de su filmografía. En sus entrañas nació el gigante de "Bienvenido, Mr. Marshall" o la fabulosa sátira "Los jueves, milagro" (que en este blog ya usamos para comparar con unos exquisitos Espárragos Blancos), y en medio de todo ese latigazo de talento emergente, surgió "Calabuch". Otra delicia de artesanía narrativa...
"Calabuch" nos cuenta la historia de un inocente e ingenuo sabio que cree poderosamente en "las bondades de la era nuclear" en plena Guerra Fría. Tras su desilusión se refugia junto a sus secretos en un pueblecito del Mediterráneo (Calabuch) donde descubre en sus habitantes la alegría de vivir, el disfrutar, la parsimonia y la humildad humana frente a la maquinaria pesada que se gestaba en aquella época (guerras, carreras de misiles, bombas, capitalismo en ciernes...)
Como siempre Berlanga sabe agudizar el ingenio y torear como nadie la censura franquista. En sus manos escritoras se teje una obra coral, llena de esperanza y voluntarismo, que hace una crítica pacifista soterrada hacia lo militar, desde un punto de vista supuestamente amable. Por ello, Berlanga siempre será el mejor director español: porque supo lanzar dardos envenenados contra el totalitarismo sin perder jamás un ápice de su narrativa. En la sutileza está la mayor bofetada.
Nuestra receta goza del elemento "valenciano" o "levantino", ya no sólo por el origen del creador, sino también por el enclave paisajístico en el que ubicamos la historia. Los aromas, los matices y la paellera (paella) usada para cocinar esta obra, nos catapultan de inmediato hacia la costa. Es cierto que aquí hemos prescindido de materia marítima y la hemos sustituido por ave, tal vez con nuestra mente berlanguiana puesta en sortear, ya no a la censura (que no la hay) sino a lo que nos ofrecía la nevera. ¿No tienes cigalas ni gambas? Pues, tranquilidad, la carencia agudiza el ingenio.
Esta receta se nos presenta como ese pueblo donde reina la tranquilidad y la concordia entre sus vecinos. Los límites quedan delimitados por los bordes de la paella, dejándonos entrever que más allá de Calabuch (o de la fideuá) sólo hay miseria. Lo bueno, lo noble, lo sano, lo vital, se mantiene condensado en nuestro particular pueblecito. Los fideos se nos antojan paisanos que conviven en perfecta armonía. Casi como un lugar mágico (casi surrealista en la película) en mitad del caos que reinaba en aquellos años. Una isla, si se prefiere, ajena a todo: a la iglesia, al poder, a los militares...
Todo un canto de esperanza, de ternura, de personajes simpáticos y "abrazables"... Tanto es así que se aleja por completo de las obras de post-guerra donde reina la miseria y el hambre. En "Calabuch" se hace gala del compañerismo entre fideos, verduras, pollo, hierbas... todo parece feliz y armónico. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, se estarían comiendo una fantástica fideuá...