Fue Salva quien me las encargó personalmente para su sobrina. Ella estaba muy ilusionada con todos los preparativos de su Primera Comunión: el vestido, los regalos, los detalles de recuerdo para los invitados... Era un día muy especial, por eso las galletas tenían que ser diferentes. Entonces Salva me sugirió que podrían ser como una flor de porcelana...como la pequeña Belén: cándida e inocente como una dulce y blanca flor.
¡Y éste fue el resultado! Unas galletas delicadas, elegantes y frágiles. Deliciosas al paladar, aunque dudo mucho que alguien las probara porque ¡quedaron tan bonitas que daba pena comérselas!
El día tan esperado llegó y la princesa del cuento, estaba preciosa y radiante. Disfrutó de un hermoso día acompañada de familiares y amigos, luciendo su maravilloso vestido de comunión, rodeada de regalos y sobre todo del cariño de sus seres queridos.
Y éste es el fin de la historia...¡Enhorabuena a los padres y muchas felicidades Belén! Un beso muy grande.
Saludos
María José
¡Y no os olvidéis de poner un dulce en vuestra vida!