¿Acabais de sentir el vértigo del paso del tiempo en la boca del estómago? Así me siento yo cada vez que las veo.
Cinco años para Lara. Dos para Elena. Y yo más divina que hace diez.
Moral no me falta. Horas al día muchas. Fuerzas la mayor parte del tiempo, pero sigo adelante.
Este año las peques se han quedado sin fiesta de cumpleaños.
El año pasado montamos merienda con mesa dulce y muchos globos.
Nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir sólo unas semanas después. Y tampoco entonces sospechábamos que esta situación iba a alargarse tantísimo.
Estas piruletas formaron parte de su mesa dulce y esta semana, buscando una receta para publicar en el blog, me topé con las fotos y me parecieron ideales para compartirlas hoy con vosotros.
Lo cierto que es que cuando las hice no tenía muy claro si publicar estas piruletas.
Son tan simples, que llamar a su elaboración receta es casi exagerar.
No obstante quedaron tan bonitas que hice unas fotos "por si acaso"
Pensé que sería una buena idea quizá de cara a la temporada de comuniones, que ahora las mesas dulces están muy de moda, pero el año pasado no invitaba a este tipo de publicaciones en medio de la pandemia.
Y no es que ahora estemos mejor, pero ello no impide que festejemos virtualmente el cumpleaños de la niña, que así no hay riesgo de contagio, y cada cual que utilice la idea para lo que mejor le convenga.
Sobra decir que estas piruletas ligeras no son. Las galletas de por sí son una bomba de calorías así que si les sumamos una capa de chocolate y otra de decoraciones de azúcar mejor no echar cuentas.
Pero cuquis quedan un rato.
De hecho mi cuñada me dijo que me copiaba la idea para la comunión de la niña y así fue.
Llaman la atención y fueron las grandes triunfadoras de la mesa.
Y aún así sobraron bastantes (igual porque preparé más de cuarenta) lo que me sirvió para deciros que aguantan perfectamente casi dos semanas, en un táper y guardadas en el frigorífico.
Ideal para ir preparando cosas con antelación.
La elaboración no es complicada. Es más cuestión de maña que otra cosa.
¿Qué ocurre? que hay que pillar tres trucos.
El primero pinchar el palito. Mirando por internet vi que había mucha gente que abría la galleta, ponía el palito, una gota de chocolate derretido, volvía a tapar y guardaba en el frigorífico.
Mucho trabajo para mí.
Probé a pinchar las brochetas (de madera, de esas que se venden para pinchitos) y con paciencia y un poco de maña quedaban perfectas ¡y se necesitaba menos tiempo!
Para cogerle el truco acabas rompiendo dos o tres galletas ¡oh fatalidad que hay que comérselas! pero una vez lo pillas tardas menos de cinco minutos en tenerlas listas.
El segundo truco es el baño en chocolate.
Si metes la piruleta es posible que la galleta acabe desprendiéndose el palo o partiéndose.
Mucho más fácil si con una cuchara vas bañando la galleta puesta sobre el bol del chocolate derretido.
Y el tercero es el momento secado.
Puedes optar por bañar una sóla de las caras de la galleta en chocolate y añadir menos calorías. En este caso dejas la piruleta secar apoyada sobre una lámina de silicona o un papel de hornear sobre la cara que no tiene chocolate.
Si el baño es por ambas caras puedes pincharla en un corcho blanco, pero las decoraciones de azúcar se mueven, así que yo opté por usar piezas de construcción, de esas que se ensamblan (tipo Lego) y apoyaba el palo entre los circulitos quedando la piruleta en diagonal, a menos altura que pinchada y con la galleta en horizontal.
Una vez se seque el baño de chocolate las piruletas son todo terreno y no se caen de la brocheta.
Y aunque parezca laborioso en poco más de media hora está todo hecho y tú con un empacho de Oreos rotas.
Estas piruletas debieron ser de dos colores pero me puse a derretir el chocolate blanco en el microondas y me quedó un churro.
Mira que lo pongo de cinco en cinco segundos, lo saco, lo muevo ¡pues se me quema!
Así que para mí la única opción es el baño maría. Si tú eres más diestro con el microondas ¡adelante!
A los peques les encantaron. Y a los mayores también.
Ya os digo yo que son una buena idea para cualquier cumpleaños o celebración que tengáis porque además son ideales para acabar con los botes de decoraciones que tenemos en los armarios. Cuanta más variedad más llamativas se verán.
Espero que os haya gustado la entrada de hoy y que nos acompañéis con una de estas piruletas para festejar el cumpleaños de Lara.
¿Quién se apunta?
Ingredientes:
* Galletas Oreo
* Chocolate (blanco, negro, con leche, rubí...a tu gusto)
* Adornos de azúcar de colores
* Brochetas de madera.
Elaboración:
1. Pinchamos las brochetas de madera en la crema de las galletas Oreo. Yo lo hice sin abrir las galletas, con cuidado y paciencia porque en caso contrario las galletas acaban partidas.
Mi truco era presionar con los dedos por donde pinchaba la brocheta y así notaba si estaba haciendo demasiada presión.
Reservamos.
2. Derretimos el chocolate al baño maría o en el microondas. A mí en el microondas siempre se me quema, así que al baño maría.
3. Bañamos las galletas en chocolate. Si las introducimos en el chocolate se van a acabar partiendo o abriendo, así que lo más práctico es ponerlas sobre el bol y con ayuda de una cuchara echarles el chocolate derretido por ambas caras hasta cubrirlas.
4. Ponemos decoraciones de azúcar y dejamos enfriar el chocolate.
Para ello podemos pinchar las piruletas en un corcho. Yo fui a lo práctico y cogí piezas de construcción, de esas que se ensamblan y las fui apoyando ahí. La galleta no toca la bandeja y no tienen mucha altura, así que no corremos el riesgo de que caigan por su propio peso.
5. Una vez solidificado el chocolate guardamos en un táper, cerramos bien y reservamos en el frigorífico.
Después de pasar por el frigo aguantan lo que les eches.
Ya veis que la complicación es nula, que aquí hace falta paciencia y un poco de maña.
Acabas pringada de chocolate, empachada de galletas rotas, con la cocina llena de migas pero el resultado bien lo merece.
Como aproveché restos de sprinkles de colores que tenía de otros postres la receta va derecha al reto 1+/-100, desperdicio 0 de mi amiga Marisa.
Os cuento que la pasada semana tuvimos otro susto con el dichoso Covid-19. Mi marido estaba desde el miércoles por la tarde ligeramente acatarrado. El jueves se levantó con un poco de congestión pero cuando volvió del trabajo a mediodía los síntomas habían avanzado muchísimo y estaba fatal.
Comimos y lo mandé a urgencias. No habíamos tenido contactos de riesgo (y de no riesgo tampoco fuera de hacer la compra y haber ido al barbero el fin de semana previo) pero que se pusiera tan mal tan rápido me tenía mosqueada.
Aunque consideraron que no era más que una gripe le hicieron PCR y placas de tórax.
Como teníamos que esperar de 24 a 48 horas para tener los resultados él estuvo aislado de nosotras y nosotras el viernes todo el santo día en casa espearando la llamada o el SMS con el resultado.
El que no ha pasado por la maldita espera no sabe el pellizco que te da el miedo en el estómago y la sombra que se cierne en tu cabeza repasando las salidas y haciendo cábalas.
Y lo pintas todo gris. En realidad lo pintas todo negro y te ves enfermar, y agravar, y tienen que hospitalizarte. Y piensas qué haces con las niñas...
Tras todo el miedo pasado llega un negativo. Nunca antes esa palabra ha dado tanta alegría.
Y entonces vuelves a la obsesión y a extremar aún más las precauciones.
Nosotros hemos vuelto a tener suerte. No se sabe qué pasara la próxima vez.
Espero que vosotros sigáis sanos. Gracias una vez más por seguir visitando mi cocina virtual. Nos leemos la semana próxima.
Manos a la masa y ¡bon appétit!