Para cuatro comilones:
1 barra de pan de bollo o de miga densa. Lo cortamos en rodajas y lo dejamos secar de un día para otro.
1 ½ de tomate maduros. Los escalfamos y cortamos la pulpa a taquitos pequeños
2 cebolletas cortadas a daditos
3 ó 4 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
Unos pimientos verdes cortados a tiras
Sal y pimienta al gusto.
Hierbabuena
Azúcar para la acidez del tomate.
1 hoja de laurel
Agua
Una vez escaldados los tomates y picados, ponemos en una sartén el aceite de oliva con una hojita de laurel a fuego medio. Una vez está caliente añadimos la cebolleta y añadimos un poco de sal. Dejamos sofreír, pero con cuidado, ya que la cebolleta se quema con facilidad.
Ahora añadimos el tomate, con un poco de sal y pimienta. Iremos removiendo lentamente y con cariño a fuego lento. Rectificaremos con azúcar según nos pida por su acidez el tomate. Yo estuve 1 hora y ½ removiendo y friendo el tomate, pero mereció la pena.
Lo apartamos. En una cazuela de barro o en el recipiente que tengamos, ponemos el pan, con unas ramitas de hierbabuena, ponemos a fuego lento y añadimos el tomate frito. Removemos y hacemos que se mezcle todo perfectamente.
Ahora empezaremos a añadir agua lentamente, chorrito a chorrito e iremos mezclando y removiendo. Algunos trozos de pan se desmoronarán y otros quedarán más enteritos. Ha de quedarnos una textura densa, pero suave a la vez. La cantidad de agua dependerá mucho del tipo de pan, por eso es lo de añadir poco a poco, hasta encontrar la textura que cada uno desea.
Cortamos unos pimientos verdes a trozos y comeremos un trozo de pimiento crudo con cada cucharada de sopa. Un delicia, una verdadera delicia..
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